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Cuando queremos investigar el tema del pastor y el pastorado, ¿qué libros de la Biblia usamos? ¿Qué otros recursos nos ayudan entender esta pregunta tan importante?

En mi experiencia, hay dos métodos populares. Por un lado, se puede hacer una investigación de las cartas pastorales  (Tito, 1 y 2 Timoteo). En sus escritos a sus hijos espirituales Timoteo y Tito y a la iglesia nueva en Creta Pablo nos da una mina de oro, porque estas cartas contienen listas de calificaciones de los pastores, instrucciones sobre la obra del pastor, y mucho más. La otra opción –que es menos popular– es hacer un estudio de todas las referencias bíblicas de la palabra “pastor” (¡hay más de 110!).

Para este escrito yo quiero usar un método diferente: una investigación en base a la teología bíblica. Esta disciplina dice que la Biblia es una historia completa, con un principio (la creación) y un fin (la nueva creación). Tiene una progresión de una época a otra, pero un mismo enfoque en la persona, ministerio, muerte, resurrección, y ascensión de Cristo. Porque la Biblia tiene esta historia, es importante que estudiemos cada parte en el contexto de la historia completa. Es así que podemos –¡y debemos!– hacer preguntas como, “¿Cuál es la relación entre este evento y Cristo?”, “¿Cómo esta persona nos ayuda entender el ministerio de Cristo?” “¿Cómo podemos ver el cumplimiento de esta promesa en la nueva creación?”.

La labor delante de nosotros entonces es aplicar este método de investigación al tema de la persona y obra del pastor. Voy a investigar las 4 épocas principales de la Biblia –creación, caída, redención y nueva creación– para ver cómo cada época nos enseña sobre este tema, y cómo el tema cambia en el contexto de la historia completa de las Escrituras.

La creación

De los primeros dos capítulos de la Biblia, hay 3 puntos principales que forman un fundamento importante para nuestra investigación.

  1. Dios es el Creador de todo. Por Su palabra creó toda la creación y no hay nada que puede existir sin que Dios lo sostenga (Gn. 1:24-25).
  2. Dios creó a la humanidad a Su imagen, y la responsabilidad de la humanidad es cuidar la creación (Gn. 1:26-28, 2:15, 18).
  3. La humanidad tiene la responsabilidad de continuar Su obra en la creación bajo la autoridad de Dios (Gn. 2:15-17). Dios usa a su “co-pastor”, Adán, para cuidar por la creación, bajo Su autoridad divina.

La Escritura no usa la palabra “pastor” en estos capítulos, pero podemos ver los temas de cuidado y provisión que veremos en las siguientes épocas.

La caída

La caída es una narrativa muy corta, pero tiene consecuencias universales y profundas.

En la actitud y acción de Adán y Eva vemos un desafío directo contra la palabra y autoridad de Dios (Gn. 3:1-7). Adán quiere ser una persona autónoma, sin estar bajo autoridad divina. No quiere ser un pastor de la creación bajo la autoridad de Dios: quiere ser un pastor independiente.

Las consecuencias de esta rebelión son inmediatas y fuertes. La creación va a sufrir (Gn. 3:14-15), la mujer va a sufrir dolor físico y relacional (Gn. 3:16) y el hombre va a sufrir un trabajo difícil y, en última instancia, muerte (Gn. 3:17-19).

Hay muchas conclusiones que podemos sacar de este evento, pero una cosa queda muy clara: la creación necesita la redención.

La redención

Del capítulo 4 de Génesis hasta las últimas cartas del Nuevo Testamento, podemos ver categorías diversas en que los autores usan la palabra y tema “pastor”.

A. Pastores como profesión

Hay hombres que tienen la responsabilidad de cuidar por los ovejas. El pastor es un granjero (Gn. 29:3, 29).

B. Pastores como líderes de Israel

Moisés usa esta imagen del pastor en su petición a Dios en el contexto del liderazgo de Israel. Israel necesita un líder, un pastor “para que la congregación de Jehová no sea como ovejas sin pastor” (Nm. 27:17). En los inicios de la monarquía, este modelo del pastor como líder se aplica a los reyes de una manera positiva (2 S. 5:2). En estos dos ejemplos es muy claro que el pastor estaba bajo la autoridad de Dios. Su responsabilidad es la de cuidar al pueblo por medio de la enseñanza y la obediencia de la palabra de Dios.

En los años siguientes vemos el fracaso de los líderes de Israel. Como Adán, no quieren ser pastores bajo la autoridad de Dios. Quieren inventar sus propios sistemas, leyes y religiones, y los profetas les traen una palabra de condenación. Por ejemplo, vemos en Jeremías:

“Los sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está Jehová? Y los que tenían la ley no me conocieron; y los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaron en nombre de Baal… Porque los pastores se infatuaron, y no buscaron a Jehová; por tanto, no prosperaron, y todo su ganado se esparció”, Jeremías 2:8; 10:21.

¿Cuál es el resultado de este fracaso? Un pueblo sin pastor. Un pueblo que no puede disfrutar las bendiciones de Dios y que no adora Su nombre. Sin esperanza, sin identidad (Jer 50:6-7). Este pueblo sufrirá un castigo en la forma del exilio.

C. Pastor divino

¿Dios ha abandonado a su pueblo? ¿Ha olvidado sus promesas? ¡Claro que no! En un capítulo increíble, Dios declara su solución a este problema. En el contexto del fracaso de los pastores y su abuso del sistema, Dios mismo será el pastor del pueblo:

“Yo apacentaré mis ovejas, y yo les daré aprisco, dice Jehová el Señor. Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada, vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil; mas a la engordada y a la fuerte destruiré; las apacentaré con justicia”, Ezequiel 34:15-16.

Dios puede ser este pastor porque Él es el gran pastor, el creador (Salmo 23, Salmo 28:8-9, Isa 40:9-11).

D. Pastor ungido

El Antiguo Testamento termina con la esperanza de un pastor perfecto y divino, y el pueblo de Dios espera por el cumplimiento de la promesa del pastor divino. El anuncio de la llegada de este “pastor de esperanza” viene de la boca de los magos. En las palabras del profeta Miqueas, le dan su respuesta a la interrogación de Herodes:

“Y tú, Belén, de la tierra de Judá, No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; Porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel”, Mateo 2:6-7.

“¿Quién es este bebé que quieren visitar?”, dice Herodes. “Él es el pastor”, es la respuesta de los magos.

¿Por qué necesita Israel este pastor? Porque “eran como ovejas que no tenían pastor” (Mr. 6:34). La situación de Israel después del exilio es la misma de antes. Necesita un pastor.

El Cristo es este pastor, él es el buen pastor, que va a servir su pueblo con su vida (Jn. 10:11).

En el contexto de este capítulo famoso de Juan, una característica importante del pastor verdadero es su relación con el Padre. Él es el pastor bajo la autoridad del padre. Hace las obras del padre y ha recibido su comisión de su padre (Jn. 10:18). ¡Podemos ver los ecos de Génesis 1 y 2!

Vemos la culminación de esta obra de redención en la cruz, donde el pastor sirve a su pueblo con su vida (Heb. 13:20), una acción que nos permite ser ovejas bajo la autoridad del pastor (1 P. 2:24-25).

La nueva creación

En el último capítulo de la Biblia, Dios nos da una visión de la nueva creación. Por sus visiones, Juan, bajo el Espíritu Santo, abre una ventana y por un momento podemos ver la última meta: la nueva creación. El enfoque de esta nueva creación es una escena de adoración, y un anciano le dice la identidad de los adoradores.

“Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos”,  Apocalipsis 7:15-17.

Conclusión

¿Cuáles son las conclusiones que podemos hacer de este estudio? Principalmente, tenemos que notar que, como pastores, no somos la solución última. Sí: necesitamos considerar las listas de características y habilidades de las cartas pastorales. Son de vital importancia. Pero debemos recordar que no somos pastores independientes. Debemos ser pastores del molde de Cristo, no de Adán.

Necesitamos recordar la fuente de nuestra autoridad pastoral: estamos al servicio del pastor celestial. Y necesitamos usar las herramientas de Su autoridad –principalmente, Su Palabra– para hacer nuestro trabajo.

En última instancia, debemos recordar que nuestras habilidades pastorales, nuestra predicación, liderazgo, o visiones estratégicas no tienen el poder para salvar. Solo por medio del Cordero, el Pastor de las ovejas, es que nuestras congregaciones pueden experimentar la esperanza de la vida eterna.

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