¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Las redes sociales están llenas de frases. Algunas son bíblicas y edifican, mientras que otras son frases motivacionales que contienen medias verdades o mentiras completas (esas suelen ser las más populares).

Hay una frase que veo casi a diario escrita de diferentes maneras: “No te juntes con gente que te quita la paz” o “Júntate con aquellos que traen paz a tu vida”. Esta idea es extremadamente común. No podemos negar que muchos de nosotros hemos sido culpables de decir a otro “¡Me estás quitando mi paz!” o “¡Déjame en paz!”. 

¿Estamos entendiendo qué y quién es la verdadera fuente de paz? ¿O cometemos el grave error de atribuirle a alguien o algo creado el poder de darnos o quitarnos la paz?

La Escritura renueva nuestro entendimiento respecto a este tema. “Porque Él mismo es nuestra paz, y de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación” (Ef. 2:14).  En este maravilloso pasaje, Pablo le está hablando a la iglesia en Éfeso —a los gentiles— y les está predicando el glorioso evangelio. El apóstol les recuerda a ellos y a nosotros que antes vivíamos para nosotros mismos, para satisfacernos en pecado. Sin embargo, Cristo nos ha acercado por su sangre, y ahora podemos ver y saborear que Él mismo es nuestra paz. 

Cuando éramos enemigas de Dios y le rechazábamos, nuestra vida era un constante probar medios que nos dieran paz, y siempre quedábamos insatisfechas. Ahora, sin embargo, gozamos de paz en el Señor. 

Jesús es la fuente de paz

Cristo lo cambia todo. Ahora, cuando hay personas difíciles en nuestra vida podemos estar tan llenas de paz y comunicarla diciendo: “Ven, prueba la insaciable fuente de paz. Jesús es el único en quien podemos descansar y confiar”. 

“La paz les dejo, mi paz les doy; no se la doy a ustedes como el mundo la da. No se turbe su corazón ni tenga miedo”, Juan 14:27.

Ahora no tenemos que temer, pues nadie nos puede robar la paz que Cristo nos da. A Él es a quien podemos clamar en momentos de caos, cuando no encontramos paz en nosotras mismas. A Él es a quien nos volvemos cuando viene la tentación de poner nuestra esperanza de paz en el esposo, en los hijos, en las amigas, o en un lugar o situación.

Nosotras tenemos la misma paz que fue prometida y dada a David en medio de la angustia (Sal. 55:18). Aunque se sentía derrotado, corría a su Dios, y Él suplía todo lo que David necesitaba para que todos los propósitos de esa opresión se cumplieran. 

De igual manera, Daniel se sentía angustiado y con temor por la revelación del sueño que tuvo. Ese sueño tenía grandes implicaciones y le traía mucha ansiedad, pero el ángel le dijo: “la paz sea contigo” (Dn. 10:19). El Señor estaba con Daniel y por eso él podía “ser fuerte y esforzarse”.

Comparte la paz

Puedes vivir tan gobernada por la paz de Dios que cuando te rodean personas que antes “quitaban tu paz”, ahora eres capaz de extenderles el amor, la gracia, y el gozo de Cristo. Entenderás que no se trata de ti, sino de mostrar a las personas difíciles en tu vida las riquezas sobreabundantes que has recibido de Dios, aun en medio de las circunstancias difíciles.

Por la paz que has recibido de Cristo puedes ser tan gobernada por Él que ya no buscas paz en ti misma; ya no depende de ti. Ahora entiendes que la paz es una persona: Jesús.

Es a Él a quien debemos ir momento tras momento, confesando y adorando al Único Dios de paz que nos llama a glorificarle y a ser santificadas por Él para dar mucho fruto.

“Y que el mismo Dios de paz los santifique por completo; y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”, 1 Tesalonicenses 5:23.

Cuando tu hijo pequeño no pare de llorar, o tu esposo te hable mal, o tu vecino tenga una mala actitud, tú puedes clamar Dios y ser empoderada por Él para responder en Cristo, quien es la fuente de paz inagotable.

 

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando