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La justificación no es la santificación. La santificación no es la justificación. Aunque ambas pertenecen al ‘ordo salutis’ (orden de la salvación), hay que distinguirlas cuidadosamente.

1. ¿Posición o condición?

La justificación tiene que ver con la posición legal del creyente, mientras que la santificación está relacionada con su condición interna.

La justificación es un decreto legal de Dios mediante el cual proclama que el impío está totalmente justo, sin mácula, e inocente ante las exigencias de su Ley gracias a la imputación de la perfecta justicia de Cristo al pecador. El impío ya no puede ser condenado porque su posición legal ante Dios es perfecta.

La santificación, sin embargo, tiene que ver con lo que sucede dentro del creyente. Afecta el intelecto, la voluntad, y los afectos. El proceso de la santificación va cambiando al cristiano de gloria en gloria, paso a paso, a la imagen del bendito Salvador. De la misma manera que un niño nace en el mundo físico y empieza a crecer, así también los hijos de Dios empiezan a madurar y progresar en las cosas de Dios.

Así que la justificación alude a nuestra posición legal mientras que la santificación se refiere a nuestra condición interna.

2. ¿Completo o en proceso?

La justificación es una obra completada y perfecta que sucede una vez por todas. Cuando Dios el Juez proclama que el criminal es: “¡Justo! ¡Inocente! ¡Impecable!”, no hay vuelta atrás. Dios sí o sí glorificará a los que justificó porque no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta (Números 23:19). Como explica la famosa cadena de oro de la salvación en Romanos 8:30, “A los que predestinó, a esos también llamó. A los que llamó, a esos también justificó. A los que justificó, a esos también glorificó”. Gracias a la veracidad de la declaración legal de Dios y a la impecable justicia de Cristo, el creyente puede estar plenamente seguro de su salvación.

Pero la santificación nunca está completa en esta vida. Los cristianos no serán enteramente santificados hasta la venida del Señor Jesús (Filipenses 1:6). Hasta entonces, los siervos de Dios seguirán peleando contra su naturaleza caída y esforzándose por andar en obediencia al Señor que los compró.

Donde la justificación es dada una vez para siempre, la santificación va creciendo poco a poco.

3. ¿Obra de Dios, del creyente, o de ambos?

La justificación es cien por cien la obra de Dios el Padre. Es Dios quien declara la justicia del impío en base al mérito de Cristo. En este sentido, el ser humano no pinta nada, ya que no puede declararse justo a sí mismo.

No obstante, en el caso de la santificación, tanto Dios como el creyente cooperan. Es verdad que Dios el Padre nos santifica (1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 12:5-11; Filipenses 2:3; Hebreos 13:20-21), que Dios el Hijo nos santifica por medio de su obra expiatoria y por su ejemplo de entrega (Hebreos 12:2) y que Dios el Espíritu Santo nos santifica (1 Pedro 1:2; Gálatas 5:22-23); pero es igualmente cierto que el creyente es llamado a cooperar con el Dios trino en la obra de la santificación. De allí tantos mandatos éticos dirigidos hacia los creyentes en el Nuevo Testamento. Puesto que el Espíritu mora en ellos, ahora pueden vivir de acuerdo a la voluntad del Altísimo (Romanos 6:3; 12:1; Filipenses 2:12; 1 Juan 3:3).

La justificación es enteramente la obra de Dios; la santificación es obra de Dios y del creyente.

4. ¿La misma medida o no?

En cuarto lugar, todos los cristianos están justificados en la misma medida. No hay ningún creyente más justificado que otro. Aunque un creyente lleve 25 años en el evangelio y otro lleve 25 días, los dos están perfectamente justificados con base en la justicia de Cristo.

Sin embargo, en cuanto a la santificación, es bien posible que un discípulo sea más santificado que otro. Evidentemente se espera que un creyente que lleva 25 años en Cristo viva de una manera más elevada que un hermano o una hermana que lleva 25 días en el Señor. La santificación tiene que ver con este proceso de crecimiento y madurez. Ahora bien, es cierto que algunos crecen más rápido que otros; pero la idea es que todos aspiren a la imagen de Cristo.

Digamos que tienes una manzana pequeña y agria en la mano derecha y otra manzana grande, jugosa, y madura en la mano izquierda. ¿Cuál es la verdadera manzana? La respuesta correcta es: ¡ambas son manzanas! Simplemente la segunda manzana está más avanzada en el proceso de madurez y crecimiento.

Por lo tanto, la justificación no conoce medidas diferentes. Uno es justificado o no lo es. Pero la santificación sí admite grados diferentes de crecimiento.

La seguridad de la salvación

La clave pastoral para el creyente es basar la seguridad de su salvación en la declaración justificadora de Dios y no en su santificación. Si uno fundamenta la seguridad de su salvación en la santificación, muchas veces caerá en la desesperación cuando cae en pecado. Pero si el siervo del Señor fundamenta su confianza en el decreto legal de Dios, puede gozarse sabiendo que su eterna salvación depende de la palabra omnipotente del Altísimo. 

Imagen: Lightstock
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