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Además de predicarnos el evangelio todos los días –y varias veces al día– hace falta predicar el evangelio en cada sermón.

Antes de dar algunas razones para dar a conocer el evangelio desde el púlpito todos los domingos, es importante aclarar de qué se trata. El evangelio no es que Dios te haya librado de las drogas, ni que Dios haya restaurado a tu familia, ni que Dios te haya dado mucho gozo y paz. El evangelio se trata de la buenísima noticia de que Jesucristo, el bendito Hijo de Dios, ha muerto y resucitado al tercer día por amor a los impíos. Y ahora, todos aquellos que abrazan a Cristo por la fe, arrepintiéndose de su pecado, serán salvados eternamente. El evangelio, pues, se trata de lo que Dios ha hecho por amor a los pecadores en Cristo.

Entendiendo esto, vamos a enfocarnos en cuatro razones clave por las que debemos compartir el evangelio en todas nuestras predicaciones.

1. Porque el evangelio santifica a los creyentes

El evangelio, como una vez dijo Tim Keller, no es el ABC del cristianismo sino el A-Z de la fe. Lamentablemente, muchos cristianos piensan que el evangelio solamente sirve para los incrédulos o para los recién convertidos. Luego, después de entender el evangelio, creen que pueden ir en pos de doctrinas más avanzadas o verdades más profundas.

La verdad es que no hay nada más avanzado y profundo que el anuncio del evangelio. El evangelio es la noticia más gloriosa que jamás se ha dado y una mente santificada ha de estar dando cien mil vueltas al evangelio todos los días.

Cuando dejamos de meditar en el evangelio, perdemos algo del brillo que caracteriza al pueblo redimido del Señor. Pero cuando nos predicamos el evangelio por la mañana, por la tarde, y por la noche, podemos experimentar más el gozo del Señor. Un creyente saludable frecuentemente habla consigo mismo diciendo: “El Padre me predestinó. El Hijo me redimió. El Espíritu me regeneró”. Y después, su gozo lo lleva a vivir diciendo: “¡Gloria a Dios!”

El evangelio no es ética; pero sí produce una vida ética conforme al corazón. Es el gasoil que enciende el motor de la vida cristiana.

Este gozo evangélico engendra una vida de obediencia al Señor (Tit. 2:11-14) y nos salvaguarda de entregarnos a un espíritu legalista o moralista. El cristiano no obedece a Dios por el simple hecho de obedecer; sino por el gozo del Señor que está fluyendo por dentro al pensar en la incomparable noticia del evangelio. El evangelio no es ética; pero sí produce una vida ética conforme al corazón. Es el gasoil que enciende el motor de la vida cristiana.

Como pastor, si predicas el evangelio a tu pueblo semana tras semana, ya verás cómo tu congregación se irá santificando. Predica el evangelio en cada sermón porque el evangelio santifica a los creyentes.

2. Porque el evangelio es el fundamento de la iglesia

La unidad cristiana, como bien nos recordó Martyn Lloyd-Jones el siglo pasado, no se basa en otra cosa que no sea el mensaje de Cristo crucificado y resucitado por amor a los impíos.

No podemos tener ninguna comunión espiritual con aquellos que no creen en la muerte expiatoria y vicaria de Cristo, ni en su resurrección literal al tercer día. Tristemente, hay muchos hoy en día que han entrado en el movimiento ecuménico, que creen que Jesús murió como un simple mártir y resucitó metafórica o poéticamente en los corazones de los discípulos. No podemos andar con tales personas (1 Co. 15; Gál. 1:9-10).

Sin la verdad del evangelio, es imposible tener una iglesia verdadera.

El versículo más citado en esos círculos es Juan 17:21: “Para que todos sean uno. Como Tú, oh Padre, estás en Mí y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros, para que el mundo crea que Tú Me enviaste”. No obstante, se olvidan del contexto del pasaje. Jesús estaba intercediendo por la unidad de aquellos que habían recibido y guardado su palabra (vv. 6, 8). Si alguno no cree en el Cristo de la Biblia, el Cristo que hizo expiación por el pecado en la cruz y resucitó literalmente, no conoce al Dios verdadero (v. 3). La unidad de la iglesia presupone la doctrina de Cristo y la verdad de la Palabra (v. 17).

Sin la verdad del evangelio, es imposible tener una iglesia verdadera. Por lo tanto, es tarea del pastor predicar el evangelio sin cesar para que los hermanos sepan cuáles son las verdades no negociables de la fe cristiana.

3. Porque el evangelio salva a los pecadores

Si estamos comprometidos con la predicación expositiva, sabemos que no todos los versículos que compartimos semana tras semana son evangelísticos. Sin embargo, eso no significa que no podamos predicar el evangelio cuando hablemos de esos pasajes.

Por ejemplo, dentro de unos meses tendré que predicar sobre 1 Pedro 4:9, “Sean hospitalarios los unos para con los otros, sin murmuraciones”. ¿Qué tiene que ver ese texto con el evangelismo? No lo sabemos a primera vista, pero podemos preguntarnos el porqué del mandato apostólico. Somos llamados a ser hospitalarios, sin murmuraciones, porque hemos experimentado la gracia de Dios en el evangelio. De una manera natural y sencilla, cuando prediquemos esto explicando el evangelio, los no regenerados que nos escuchen se enterarán de lo que se trata el evangelio a partir del texto bíblico (aunque el versículo no haga mención explícita de la buena noticia).

No podemos esperar que los no creyentes se conviertan bajo nuestro ministerio si no nos esforzamos a la hora de anunciar el evangelio.

Tenemos que predicar el evangelio porque éste el método escogido por Dios para alcanzar a los suyos. Pablo dijo expresamente que, “agradó a Dios mediante la necedad de la predicación salvar a los que creen” (1 Co. 1:21). ¿Y cuál es el contenido de la predicación? “… Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios” (v. 24). El evangelio es una magnífica exhibición de la sabiduría divina, y el Señor emplea esta sabiduría para salvar a su pueblo.

No podemos esperar que los no creyentes se conviertan bajo nuestro ministerio si no nos esforzamos a la hora de anunciar el evangelio. ¿Cómo pasarán de la muerte a la vida sin que alguien les predique la buena noticia?

4. Porque el evangelio glorifica a Dios

El fin principal del evangelio es glorificar a Dios (Ro. 11:36). La buena noticia de Cristo nos lleva a gloriarnos en la gracia del Señor. Dios el Padre pudo habernos enviado a todos a la condenación eterna el día en que nuestro padre Adán pecó en el huerto. No obstante, Dios envió a su amado Hijo, el bendito Cordero de Dios, Jesucristo, con el fin de rescatarnos.

Ya que el evangelio es la manifestación suprema de la sabiduría de Dios, al proclamarlo semana tras semana nuestros hermanos aprenden a gozarse en la misericordia del Dios trino. Aprenden que su salvación depende cien por ciento del brazo del Todopoderoso. ¿Cómo no alabar y adorar a Dios por su magnífica obra de salvación? El evangelio da la centralidad a Dios en todas las cosas. Él es el gran protagonista. Los aplausos van en su dirección.

Ya que el evangelio es la manifestación suprema de la sabiduría de Dios, al proclamarlo semana tras semana nuestros hermanos aprenden a gozarse en la misericordia del Dios trino.

Sé que lo siguiente es una analogía pobre, pero espero que sirva para aclarar lo que pretendo comunicar. Digamos que un varón en tu iglesia local llamado Alejando arriesgara su vida para salvar a un niño que estaba a punto de ahogarse. El hermano se metió al agua y salvó al niño. El domingo siguiente, te pones detrás del púlpito y dices: “Hermanos, nuestro hermano Alejandro es un auténtico héroe. Salvó la vida al pequeño. Sus padres están aquí para darle las gracias”.

¿Cómo se sentiría la familia del niño rescatado? Agradecida y feliz. ¿Cómo se sentiría la iglesia? Con ganas de abrazar a Alejandro, felicitándolo por su valentía. ¿Cómo se sentiría Alejandro? Honrado, valorado, y amado. ¿Cómo se sentiría la familia de Alejandro? Con un orgullo de dimensiones cósmicas. Seguramente los hijos de Alejandro dirían a todo el mundo: “El hombre que salvó al niño es mi papá. Sí, sí, es mi padre”.

Querido hermano predicador, te recuerdo que nuestro Salvador ha hecho infinitamente más que arriesgar su vida nosotros. Dios el Hijo se entregó hasta la muerte “y muerte de cruz” (Fil. 2:8) con el propósito de salvarnos. Nosotros, por cierto, no éramos unos niños indefensos sino viles pecadores que se deleitaban en la maldad. Si Alejandro merece ser puesto en alto por su hazaña, ¿cuánto más el Dios Todopoderoso?

Por esta razón, resulta esencial predicar el evangelio sin cesar, para que el nombre del Señor sea glorificado en medio nuestro.

Conclusión

A la luz de todo esto, recordemos las cuatro razones compartidas. Predica el evangelio en cada sermón porque santifica a los creyentes, es el fundamento de la iglesia, salva a los pecadores, y glorifica a Dios.

¡Ánimo, pastor! ¡Adelante, vocero de Dios! Este domingo asegúrate de predicar el evangelio del amado Hijo de Dios. Y deja los resultados en las manos del Señor.


Imagen: Lightstock.
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