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Mi hijo y yo disfrutamos muchísimo las historias de “los orígenes”; esas películas o series que nos cuentan los inicios de los superhéroes u otros grandes personajes. Darle un vistazo al pasado nos ofrece una nueva perspectiva para entender y disfrutar aún más las historias que ya amamos.

Es mi oración que escuchar sobre “los orígenes” del ministerio de consejería bíblica te anime a dar el paso e iniciar un ministerio saludable en tu iglesia para acompañar a otros con la Palabra, uno a uno, en tu iglesia local. Estos son siete consejos para comenzar:

1) Despierta el interés.

Si eres pastor, despertar el interés será más fácil; las personas de tu iglesia verán tu deseo de aprender más sobre la consejería y te seguirán en la preparación para servir junto contigo.

Si no eres pastor, no cometas el error de llegar donde tus líderes para demandar cosas o mandarles un artículo como este y decirles lo que deberían hacer (los pastores aman los consejos de los “consultores expertos en lo que la iglesia debería ser” tanto como un milenial ama quedarse sin Internet en su teléfono).

Sé humilde y empieza por mostrar el fruto de lo que estás aprendiendo, a través del discipulado (que es una de las maneras de ver la consejería en acción). Cuando tu pastor vea el fruto en tu vida y en la de las personas que estás amando y aconsejando, probablemente estará más abierto a escuchar lo que tienes que decir sobre cómo la consejería bíblica puede bendecir a la iglesia local. Nada habla mejor que el fruto.

Los mejores centros de consejería han comenzado en una banca de iglesia o en una pequeña mesa donde la gente sabía que podía encontrar la ayuda que necesitaba

2) Empieza pequeño.

No anheles empezar con oficinas, asistente y todo un ecosistema difícil de sostener. Hay un principio muy conocido en el reino de Dios: ser fiel en lo poco te da la posibilidad de ver más (Mt 25:23).

Los mejores centros de consejería que conozco comenzaron en una banca de iglesia o en una pequeña mesa donde la gente sabía que podía encontrar la ayuda que necesitaba. Donde Dios guía, Él provee; si Dios te está guiando, persevera en ello paso a paso y Él proveerá los medios para que su ministerio florezca en tu iglesia local conforme a su voluntad.

3) Conecta los ministerios.

Establece claramente la relación entre el ministerio de grupos pequeños, el centro de consejería y los pastores o diáconos. Estos tres elementos (y el ministerio de bienvenida o informes, si es que existe en tu iglesia) serán claves para el proceso de los aconsejados.

Una manera de hacer esto es que, una vez al mes (o mínimo una vez cada bimestre), el líder del centro de consejería tenga una reunión con uno de los pastores de la congregación para sincronizar expectativas, dar reportes de lo que Dios está haciendo en el ministerio (¡pocas cosas animan tanto al pastor como eso!), orar por casos complicados y rendir cuentas (Mr 6:30).

Este tipo de conexión es de bendición para ambas partes. Podría ser, por ejemplo, que el pastor utilice la información sobre las problemáticas recurrentes en la congregación para desarrollar una serie de enseñanza bíblica que ayude al rebaño. Esto también proveerá al centro de consejería de recursos útiles para las personas que están atendiendo.

4) Pastorea a tus consejeros.

Cada consejero debe ser un miembro saludable de la congregación. Pocas cosas son tan peligrosas como un consejero que no es parte de la vida de la iglesia fuera del ministerio de consejería. 

Todo buen consejero fue primero un buen aconsejado y sigue siendo un buen aconsejado

Los consejeros son ovejas primero y necesitan recibir —no solo dar— en los ecosistemas que la iglesia ofrece: que otros lleven sus cargas, ser amados, que oren por ellos, ser desafiados y no ser vistos meramente como figura de autoridad, sino como un hermano más… un amigo con quien caminamos en Cristo (He 10: 24-25).

5) Sométete.

Todo buen consejero fue primero un buen aconsejado. Esta es una premisa popular en el mundo de la consejería. Yo añadiría algo más: Todo buen consejero fue primero un buen aconsejado y sigue siendo un buen aconsejado

No te resignes a ser la última voz sobre tu vida (Pr 3:7-8). Busca consejeros y mentores. Mi oración es que tu iglesia local te provea de pastores o diáconos que puedan ser esa figura de autoridad sobre tu vida. Si tus aconsejados y tu familia ven que estás bajo la autoridad de alguien, será más fácil que puedan entender cómo luce el seguir el consejo de alguien más en Cristo, y verán en la vida real la prioridad que tiene rendir cuentas. Dios nos libre de volvernos fariseos, imponiendo a otros las cargas que no llevamos (Lc 11:46).

6) No quieras conquistar al mundo.

Evita el sentir de Pinky y Cerebro. No puedes salvar al mundo en un mes; no puedes aconsejar a todos los que necesitan ayuda esta semana. La salvación es de Dios.

Aconsejar a 100 personas no compensa el que las personas en tu casa no quieran tu consejo porque no has estado presente

Sé fiel y ordena tu agenda de modo que puedas honrar la cantidad de horas que acordaste le dedicarías a aconsejar; fuera de eso, detente. Ser consejero no es tu identidad, es un rol dentro del cuerpo de Cristo. Ciertamente este rol es un reflejo de Jesús, pero no sustituye tu tiempo a solas con Jesús, ni el tiempo que tu familia necesita que estés presente y atento.

Honra el descanso, este día que no haces nada de ministerio o trabajo, sino que solo reposas para disfrutar y adorar. Créeme —lo he visto en pastores y consejeros mayores que yo—, aconsejar a 100 personas no compensa el que las personas en tu casa no quieran tu consejo porque no has estado presente en sus vidas por meses o años.

7) Entrena a otros consejeros.

Si aspiras a tener un centro de consejería en tu iglesia local, no seas el único que aconseja a todos los que están en crisis. Ora y sé muy intencional en “aconsejar entrenando”.

Prácticamente, hago tres de cada cuatro consejerías con el objetivo de que el aconsejado se prepare y pueda, eventualmente y sano, volverse un consejero del equipo. Pablo lo dijo mejor que nadie: “Encarga a hombres fieles que sean capaces de enseñar también a otros” (‭2 Ti ‭2:2‬).

Cuando ya no estés, tu liderazgo será probado por la gente que se queda. ¿Siguen siendo fieles al evangelio y una consejería bíblica que exalta a Cristo? Entrénate, aconseja y suma a otros para que sean entrenados por ti mismo y por otras personas. Tener a gente capacitada por otras voces que no son la tuya es una bendición; esto enriquece el ministerio y ofrece una pluralidad de dones y áreas de especialidad, para que cada miembro del equipo tome su lugar para caminar en las situaciones particulares que Dios traerá a la iglesia local.

Si quieres saber más, puedes hacerlo. Creamos Con Tu Consejo justo para eso: buscamos entrenar cada año a cientos de consejeros y pastores en lo que significa tener un ministerio de consejería bíblica saludable. Además, los recursos de Coalición por el Evangelio hacen una gran labor desde hace años en poner en la mesa material para equipar al siervo de Dios. ¡Sé fiel con lo que Dios te ha dado!

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