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Los consejeros bíblicos tienen una clara ventaja al acompañar a otras personas en momentos significativos de crecimiento y cambio espiritual.

Cuando aconsejamos y discipulamos bien a otros, personificamos la encarnación; mostramos una imagen de nuestro Salvador a quienes nos rodean a través de nuestro servicio. Podemos conocer “a la persona en medio de esa lucha, y encarn[ar] al amoroso Señor que quizás ella no puede ver”[1]. A diferencia de la “participación” clínica estéril prescrita en muchos círculos psicológicos, como consejeros bíblicos podemos tener una relación única, afectuosa y genuina con aquellos a quienes aconsejamos.

Muchas veces esta relación llega más allá de la sala de consejería e implica bastante tiempo y esfuerzo por parte del consejero. Pero el esfuerzo vale la pena; nuestro Salvador pasó por mucho más por nosotros. Lo que traerá cambio en la vida de las personas que servimos y gloria a nuestro Salvador es la construcción de una relación amorosa, junto con la verdad de las Escrituras y a través de la obra del Espíritu Santo.

Los componentes básicos de una relación de consejería saludable no son complicados, aunque requieren tiempo, esfuerzo emocional y presencia. Estos elementos del cuidado de los demás deben fluir de nuestra relación con el Señor Jesucristo, quien es el ejemplo supremo y la fuente de amor para nosotros (1 Jn 4:19).

1. Empatía como familia

Considerar al aconsejado como un miembro de la familia es una estrategia clave en la consejería. La imagen bíblica del cuerpo de Cristo como familia de Dios nos ayuda a comprender que nuestros hermanos en la fe son miembros de la misma familia. Como tal, podemos relacionarnos con aquellos a quienes aconsejamos como madres, hermanos, hermanas y padres (1 Ti 5: 1-2). Esto nos da la compasión y el amor que de otra manera nos faltaría si pensáramos en ellos como extraños. 

Lo que traerá cambio en la vida de las personas que servimos y gloria a nuestro Salvador es la construcción de una relación amorosa, junto con la verdad de las Escrituras y a través de la obra del Espíritu Santo

La calidez de una conexión familiar no se pierde en un aconsejado, quién será más apto para abrirse y confiar en aquellos que son su familia. Esto también nos lleva a decirles la verdad y nos motiva a orar y pensar en ellos durante la semana. Con la ayuda del Espíritu Santo, el Señor usa las oraciones y las relaciones del cuerpo de Cristo para obrar el cambio en nosotros.

2. Empatía en nuestra fragilidad

Otra manera en que podemos construir un puente de confianza hacia nuestro aconsejado es recordando nuestra fragilidad. En humildad, entendemos que todos estamos en la misma situación de pecaminosidad ante un Dios Santo. Esta actitud nos ayuda a derribar nuestros muros de orgullo. Cuando recordamos que somos tan pecadores como las personas a las que estamos aconsejando (Gá 6:1), podemos ser agentes de cambio humildes. Como escribe Wayne Mack: “Nadie ha hecho algo que nosotros no podríamos hacer si no fuera por la gracia de Dios”.[2] El cuidado compasivo por la persona surgirá de comprender nuestra propia fragilidad. Esto moldeará la manera en que escuchamos y tenemos empatía y paciencia hacia los aconsejados, en lugar de permitir que el orgullo nos separe fácilmente.

Cuando recordamos que somos tan pecadores como las personas a las que estamos aconsejando, podemos ser agentes de cambio humildes

También podemos empatizar bien con los demás al emplear la mente que tenía Jesús cuando estuvo en la tierra, una mente compasiva. Es importante pensar en cómo nos sentiríamos si estuviéramos en la situación de la persona que estamos aconsejando. Jesús hizo esto con las multitudes (Mt 9:36) y con los individuos (Lc 7:13), e incluso ahora con nosotros (He 4:15). Cuando nos ponemos en el lugar de los demás, comenzamos a comprender el dolor y el sufrimiento que están experimentando. Al hacer esto, podemos hablar con ellos de manera que realmente se identifiquen, lo que mejorará el proceso de cambio.

3. Escuchar bien y con propósito

También podemos amar a nuestros aconsejados escuchando con propósito. Escuchar bien implica sentarse con la persona en medio de sus emociones y pensamientos. Escuchar bien requiere paciencia. Significa hacer buenas preguntas. Demanda autocontrol para no siempre responder o dar tu propia opinión en ese mismo momento. Sobre todo, escuchar bien requiere tiempo.

La comunicación no verbal es importante. Esto es algo que el mundo clínico comprende bien y sus observaciones pueden ayudarnos. La buena comunicación no verbal incluye cosas como tener los hombros relajados y una postura abierta, inclinarse hacia adelante, cuidar la calidad vocal, mantener contacto visual y una postura relacional. Pensar en lo que nuestros cuerpos transmiten a quienes nos rodean puede mostrar amor y hará que el aconsejado tenga mayor facilidad para responder durante la sesión.

4. Comunicar la verdad bíblica

La clave final para establecer una relación de confianza con un aconsejado es una ventaja de los consejeros bíblicos que el resto del mundo psicológico no tiene: la verdad de la Palabra de Dios. Una relación adecuada con un aconsejado no está completa sin la verdad de la Escritura hablada con gracia en sus vidas.

Una relación adecuada con un aconsejado no está completa sin la verdad de la Escritura hablada con gracia en sus vidas

Puede que no siempre se sienta amoroso decir la verdad a un aconsejado. A veces el aconsejado no responde bien a la verdad, aun si ha sido comunicada con amor. Pero el asunto no es si el aconsejado responde bien en este momento o no. Aunque parezca lastimar en el momento, el amor verdadero solo dice la verdad. Como dice la Escritura: “Fieles son las heridas del amigo” (Pr 27:6).  Un aconsejado podrá reconocer la relación genuina y cariñosa por la cantidad de verdad llena de gracia que se le ofrece. La Biblia de la consejería bíblica es lo que realmente establecerá una relación completa y adecuada entre el consejero y el aconsejado. 

Oro para que mientras trabajes para comunicar la verdad bíblica con gracia, empatizar y escuchar bien, Dios use tus esfuerzos. Ama a otros como Él nos amó, desarrollando una buena relación con tus aconsejados… una relación que lleve al cambio bíblico y duradero para la gloria del Señor.


[1]  Instrumentos en las manos del Redentor, pos. 6290.
[2]  La consejería, p. 209.
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