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Se me hace un nudo en la garganta cada vez que conduzco por debajo de cierto paso elevado. Un ramo de flores artificiales, ahora grises y enmohecidas después de años de exposición al viento y la lluvia, aún brotan de entre los barrotes de la barandilla. Cada vez que las veo, me cuesta contener las lágrimas al recordar a quién le rinden honor.

Era solo un adolescente, en una edad en la que sus preocupaciones debían haberse limitado a la práctica de baloncesto y al próximo examen de álgebra. Lo conocí en la sala de emergencias, después de que saltó del paso elevado que ahora lleva sus flores.

Muchos recuerdos de esa noche todavía me persiguen. Me lleno de tensión a causa del remordimiento que tengo porque no fui capaz de salvarle la vida. Me estremezco al recordar el grito de su madre y cómo se derrumbó en el suelo cuando le dimos la noticia. Sobre todo, lamento que este joven haya visto el suicidio como su única vía de escape. Me pregunto cuán grande era el sufrimiento que llevaba sobre sus hombros, que la agonía de continuar con la vida fue mayor al horror de terminar con ella.

Habiendo caminado yo misma en una oscuridad similar, me pregunto si se pudo haber hecho algo para guiarlo de regreso a la luz. Me pregunto sobre la forma en que nosotros, como discípulos de Cristo, podemos acercarnos más intencionalmente a otros que luchan por vivir un día más.

Una tragedia creciente

Los pensamientos suicidas preocupan a decenas de miles de personas cada año y se observa un crecimiento en la cantidad de vidas que sucumben ante ellos. En los Estados Unidos, la incidencia de suicidio aumentó en un 33% entre 1999 y 2017. Se ubica como la segunda causa principal de muerte entre los 10 y los 34 años y la cuarta entre los 35 y los 54 años.

Detrás de estas estadísticas se esconde la realidad de que el suicidio refleja un sufrimiento que está profundamente arraigado en las personas. El 90% de las personas que mueren por suicidio tienen una condición de salud mental subyacente, especialmente depresión, trastorno bipolar y abuso de sustancias.

Los factores socioeconómicos también parecen desempeñar un papel importante, ya que las muertes por suicidio han aumentado abruptamente entre los estadounidenses blancos de mediana edad desde el año 2000, especialmente en las comunidades rurales donde el declive económico ha sido más pronunciado. Si bien la incidencia de suicidio no ha cambiado en general durante la crisis del COVID-19, sí ha aumentado significativamente entre los más afectados. Eso incluye a los de ascendencia hispana y afroamericana, así como a los trabajadores esenciales y los cuidadores no remunerados a quienes la pandemia ha golpeado mucho más fuerte. Los números sugieren que la vida se siente como una tortura y la esperanza como un ideal inalcanzable para un gran número de personas.

¿Cómo amamos a otros tan sumidos en el sufrimiento? Como cuerpo de Cristo, ¿cómo reconocemos y trabajamos con los desesperanzados y los guiamos de regreso a la esperanza?

Prevención en la Iglesia

La iglesia ya está siendo de ayuda en algunos aspectos. La asistencia a la iglesia y el poder lidiar con las circunstancias de manera espiritual se han relacionado con un menor riesgo de suicidio (ver Preventing Suicide: A Handbook for Pastors, Chaplains and Pastoral Counselors de Karen Mason, pág. 38).

Los números sugieren que la vida se siente como una tortura y la esperanza como un ideal inalcanzable para un gran número de personas

Sin embargo, los estudios sugieren que podemos hacer más. En un estudio de LifeWay del 2017, un tercio de los asistentes a la iglesia informaron que tenían un amigo cercano o un familiar que se había suicidado. Aunque un tercio de esas víctimas asistió a la iglesia, solo el 4% dijo que los líderes o miembros de la iglesia estaban al tanto de sus luchas.

Esta desconexión revela posibles oportunidades perdidas para salvar vidas. La mayoría de las personas que sobreviven a un intento de suicidio se comprometen nuevemente con la vida y si pudiéramos ayudar a alguien durante el angustioso momento de la crisis suicida, entonces, si Dios lo permite, podemos ayudarlo a recuperarse y prosperar. La clave es permanecer conectados con nuestros hermanos y hermanas, reconocer cuando las sombras invaden y tener el valor de intervenir.

Las siguientes pautas breves pueden ayudarte a identificar y apoyar a alguien que lucha con pensamientos suicidas.

Cómo ayudar

1. Manténte conectado 

El amor por mi esposo frustró mis planes suicidas y, como suele suceder, mi situación era común. Es menos probable que las personas que luchan con pensamientos suicidas se quiten la vida si pueden identificar una razón para vivir, especialmente si esa razón involucra relaciones con otros. Las personas que tienen tendencias suicidas a menudo se sienten desesperadamente solas y, de hecho, el aislamiento social es un factor de riesgo de muerte por suicidio.

Como miembros del mismo cuerpo, todos necesitamos pertenecer, amar y ser amados

No podemos conocer las luchas de un hermano o hermana si estamos desconectados. Como miembros del mismo cuerpo (Ro 12:5), todos necesitamos pertenecer, amar y ser amados. La prevención del suicidio comienza con preocuparse lo suficiente el uno por el otro como para darse cuenta de cuando algo anda mal. Comienza al amar a nuestro prójimo, involucrándonos y preocupándonos lo suficiente como para preguntarnos cómo están los que nos rodean.

2. Reconoce las señales de advertencia

Si bien el suicidio es notoriamente difícil de predecir, ciertas señales de advertencia pueden alertarte sobre posibles problemas a la vista. Si notas los siguientes indicadores en un amigo o ser querido, no dudes en conversar con él:

  • empeoramiento de su salud mental (estado de ánimo deprimido, ansiedad, etc.), especialmente cuando viene acompañado de agitación;
  • comportamiento imprudente (por ejemplo, aumento del uso de sustancias);
  • retraimiento social;
  • disminución en la higiene personal;
  • habla o escribe sobre la muerte;
  • amenaza con quitarse la vida;
  • cambio dramático en su estado de ánimo después de un período de depresión (lo cual puede indicar la intención de cometer suicidio);
  • busca acceso a los medios para cometer suicidio; y
  • comportamiento preparatorio (por ejemplo, regalar bienes preciados).

3. Habla con ellos

Si el comportamiento de alguien te preocupa, ten una conversación en privado de forma cariñosa y libre de prejuicios. Los expertos coinciden en que debes preguntar directamente si la persona está considerando suicidarse. Los estudios demuestran que esta pregunta no “pone la idea” en la cabeza de una persona en sufrimiento y, de hecho, la mayoría de las personas en ese estado se sienten aliviadas cuando alguien trae el tema a colación.

La prevención del suicidio comienza con preocuparse lo suficiente el uno por el otro como para darse cuenta cuando algo anda mal

No discutas con una víctima, no minimices su dolor ni le des consejos. Solamente escúchalos y hazte presente. Sin embargo, si una víctima te pide que le prometas que mantendrás en secreto sus pensamientos suicidas, rehúsa amablemente pero con firmeza: su vida y su seguridad tienen prioridad sobre la confidencialidad.

4. Determina la gravedad de la crisis

Si una conversación indica pensamientos suicidas, es menester determinar la gravedad. Haz preguntas sobre el plan, los medios y la intención:

  • ¿Tiene esta persona un plan para suicidarse?
  • ¿Tiene los medios para suicidarse?
  • ¿Tiene la intención de suicidarse?

Si alguien describe pensamientos pasivos de querer morir, pero niega tener un plan, medios o intención real, es apropiado referir a esa persona a un profesional. Sin embargo, si alguien describe pensamientos suicidas activos, un plan claro, medios disponibles y una fuerte intención, esa persona necesita hospitalización inmediata. Si no estás seguro, es preferible errar tomando la posición más cautelosa.

5. Pide ayuda

Si alguien es pasivamente suicida, sin un plan, medios o intención, anímalo a buscar tratamiento y ofrécete a contactar a un médico o terapeuta por esa persona. Manténte involucrado y dale seguimiento con regularidad para ofrecerle tu apoyo.

Si alguien es activamente suicida, no lo dejes solo. Llame a los centros de atención disponibles en tu país para comunicarte con un consejero. Luego, llévalo a la sala de emergencias.

De ser posible, elimina todos los medios letales que estén al alcance de la persona. Más de la mitad de todas las muertes por suicidio son el resultado de armas de fuego en los Estados Unidos. Limitar el acceso a los métodos de suicidarse reduce drásticamente las tasas de suicidio.

Apoyo a los afligidos

La tragedia del suicidio se extiende más allá de las víctimas, dejando un dolor profundo en los amigos y seres queridos. Como secuela, las palabras descuidadas pueden empeorar las heridas. Más de la mitad de los encuestados en el estudio de LifeWay dijeron que las personas de su comunidad eran más propensas a chismear sobre un suicidio que a ayudar a la familia de la víctima.

Cuando alguien está sufriendo la devastadora pérdida de un ser querido por suicidio, la necesidad de la esperanza del evangelio es especialmente urgente. Muchos de nosotros no hemos examinado nuestros pensamientos sobre el suicidio y llevamos presuposiciones que no reflejan una verdad bíblica. Podemos cuestionar si el suicidio es un pecado imperdonable. Puede que nos preocupe que el suicidio signifique que un ser querido no era realmente cristiano.

Cuando alguien está sufriendo la devastadora pérdida de un ser querido por suicidio, la necesidad de la esperanza del evangelio es especialmente urgente

Para ayudar a aclarar estas dudas, recomiendo altamente el artículo del pastor Miguel Núñez, que explica que la cruz de Cristo cubre incluso el pecado del suicidio. El libro Preventing Suicide: A Handbook for Pastors, Chaplains, and Pastoral Counselors (Prevención del suicidio: manual para pastores, capellanes y consejeros pastorales) es también una excelente fuente de información.

Mi oración es que cuando la oscuridad descienda sobre los vulnerables y la vida parezca insoportable, el cuerpo de Cristo pueda ofrecer un vaso con agua refrescante. Cuando nos apoyamos unos a otros con el mensaje de la gracia de Dios en Cristo y nos unimos como hermanos y hermanas, ahuyentamos la soledad. Afirmamos nuestra esperanza, no en la obra de nuestras manos débiles, sino en Cristo, a través de quien Dios muestra su ilimitado amor, misericordia y perdón. Es a la luz de ese amor, que los pequeños destellos de luz penetran la penumbra.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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