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 “Por tanto, amados míos, huid de la idolatría”, 1 Corintios 10:14-22

A veces pensamos que los idólatras son aquellos que practican las religiones falsas, como La Santería, el Vudú, La Santa Muerte y otras más. Y es verdad, ¡son idólatras! Sin embargo, esta no es la única manifestación de este pecado. Hay una idolatría que es más sutil, que se filtra en la vida de los creyentes. Es una idolatría que pone a las relaciones y las prácticas del pasado por encima de los absolutos de la salvación por gracia, por la fe, en Cristo solamente. Que la adorna y le añade sacrificios, obras y manifestaciones que no están en las Escrituras.

El mandato del apóstol Pablo a los Corintios es que huyan de la idolatría. Al parecer, creyentes dentro de la iglesia de Corinto aún estaban involucrados en las prácticas paganas, que tenían más que ver con supersticiones y tradiciones que con una relación saludable con Cristo. De hecho, Pablo menciona la palabra demonios cuatro veces solo en 1 Corintios 10:20-21. Pablo les dice que lo que sacrifican los idólatras, lo sacrifican a los demonios, que son partícipes con los demonios, que no beban de la copa de los demonios, de la mesa de los demonios.

La pregunta que nos podemos hacer es, ¿estamos huyendo de la idolatría? Es difícil de pensar en asistentes a la iglesia que estén activamente practicando Santería o Vudú. Pero, ¿cuántos de nuestros “hermanos” están en la iglesias de Cristo y aún mantienen prácticas paganas, jugando la lotería, buscando el golpe de suerte, consultando a la santera y leyendo el horóscopo? ¿Cuántos “creyentes” están tratando de añadir a la obra completa y suficiente de Cristo para nuestra salvación, ofreciendo sacrificios, promesas, peregrinaciones, portando resguardos para ser protegidos del mal de ojo?

Estas no son prácticas meramente culturales, sin ninguna implicación. A la luz de 1 Corintios 10, estas prácticas son capaces de llevar a los creyentes a tener comunión con los demonios. ¿A cuánto peligro nos exponemos cuando participamos? Estos encuentros acarrean unas consecuencias terribles para nuestras vidas, y detienen el crecimiento espiritual que Dios quiere que experimentemos. De hecho, Pablo les advierte que no pueden beber de la copa de los demonios y de la copa del Señor (1 Co. 10:21). En otras palabras, no podemos tener a dos señores. La luz y las tinieblas no pueden tener comunión.

Un ejemplo en la Palabra

En 2 de Reyes encontramos a Ezequías dejándonos un ejemplo:

“Hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre. El quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán”, 2 Reyes 18:3-4.

La serpiente de bronce que había sido una bendición se había convertido en la fuente de idolatría. Lo triste de este asunto es que aun las cosas que Dios ha usado para bendecirnos pueden convertirse en tropiezo para nuestras vidas cuando ponemos nuestra mirada en ellas en vez de Cristo. Ezequías supo hacer lo correcto delante de Dios. ¿Y nosotros qué?

Amados, ¡huyamos de la idolatría! De lo contrario provocaremos el celo del Señor que se manifestará en contra de nuestro pecado. Él no permitirá que Su pueblo continúe en idolatría sin la corrección adecuada. Confía en el Señor, ¡Él es tu ayuda y tu escudo!

“Los ídolos de ellos son plata y oro,

Obra de manos de hombres.

Tienen boca, mas no hablan;

Tienen ojos, mas no ven;

Orejas tienen, mas no oyen;

Tienen narices, mas no huelen;

Manos tienen, mas no palpan;

Tienen pies, mas no andan;

No hablan con su garganta.

Semejantes a ellos son los que los hacen,

Y cualquiera que confía en ellos.

Oh Israel, confía en Jehová;

El es tu ayuda y tu escudo”, Salmos 115:4-9

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