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Jesús no es Dios el Padre. Él es Dios el Hijo.

Como enseña el Credo Calcedonio, el Hijo siempre ha sido verdaderamente Dios, consustancial (de la misma sustancia o esencia) que el Padre. En la encarnación asumió una naturaleza humana, haciéndolo verdaderamente hombre, consustancial con nosotros.

Algunos, sin embargo, niegan que el Nuevo Testamento (N. T.) llame a Jesús Dios.

El N. T. a menudo usa “Dios” (griego: theos) como sinónimo de “Dios Padre”, y, como señalé anteriormente, Jesús no es el Padre.

Pero el N. T. también usa con frecuencia “Dios” como el término más general para referirse a la naturaleza divina

Así que podríamos decirlo de esta manera: “Dios” no es siempre una referencia al Hijo en particular, pero el Hijo siempre es Dios.

Hay varios ejemplos donde a Jesús se le llama explícitamente Dios. Aquí están los más claros:

  • Juan 1:1: “En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo [= Jesús] era Dios”.
  • Juan 1:18: “Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios [= Jesús], que está en el seno del Padre, Él Lo ha dado a conocer”.
  • Juan 20:28: “‘¡Señor mío y Dios mío!’, Le dijo Tomás”.
  • Romanos 9:5: “De quienes son los patriarcas, y de quienes, según la carne, procede el Cristo, el cual está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén”.
  • Tito 2:13: “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús”.
  • Hebreos 1:8: “Pero del Hijo dice: ‘Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos, y cetro de equidad es el centro de tu reino’”.
  • 2 Pedro 1:1: “Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que han recibido una fe como la nuestra, mediante la justicia de nuestro Dios y Salvador, Jesucristo”.

La fe en la deidad de Cristo no se basa en la evidencia o la validez de una serie de “textos prueba” en los que Jesús recibe el título de Dios, sino en el testimonio general del Nuevo Testamento.

Pero la evidencia de la divinidad de Jesús no se limita a estos ejemplos en los que es identificado explícitamente como Dios. Murray Harris, quien escribió el libro definitivo sobre esta cuestión titulado Jesus as God: The New Testament Use of Theos in Reference to Jesus (Jesús como Dios: El uso de theos en el Nuevo Testamento en referencia a Jesús), tiene un resumen útil de las líneas de evidencia más importantes:

Incluso si la Iglesia primitiva nunca le hubiera aplicado el título [“Dios”] a Jesús, su deidad aún sería evidente en ser

el objeto de adoración humana y angélica, y el objeto de la fe salvadora;

el que ejerce funciones exclusivamente divinas, como la agencia creadora, el perdón de los pecados, y el juicio final;

el destinatario en las oraciones de petición;

el poseedor de todos los atributos divinos;

el portador de numerosos títulos que se usan de Yahvé en el Antiguo Testamento; y

el coautor de la bendición divina.

La fe en la deidad de Cristo no se basa en la evidencia o la validez de una serie de “textos prueba” en los que Jesús recibe el título de θεός, sino en el testimonio general del Nuevo Testamento, corroborado por el juicio de la experiencia personal.[1]

Un excelente libro que presenta toda la evidencia (que va más allá del Nuevo Testamento e incluye el Antiguo Testamento, la historia de la Iglesia, la importancia de la cultura contemporánea, y el papel de las misiones) es The Deity of Christ (La deidad de Cristo), editado por Christopher Morgan y Robert Peterson, como parte de la serie “Teología en comunidad”.

Uno de los libros más accesibles sobre este tema es el de Robert Bowman y Ed Komoszewski, Putting Jesus in His Place: The Case for the Deity of Christ (Poner a Jesús en su lugar: El caso de la deidad de Cristo). El libro proporciona una manera útil de recordar el caso de la divinidad de Cristo.

Jesús merece los honores que son solo de Dios

Jesús comparte los atributos que solo Dios posee

Jesús recibe nombres que solo pueden ser dados a Dios

Jesús realiza hechos que solo Dios puede realizar

Jesús posee un lugar en el trono de Dios

El mensaje de lo que la Iglesia [primitiva] creía y enseñaba era que “Dios” era un nombre apropiado para Jesucristo

Finalmente, vale la pena recordar el útil resumen del fallecido gran historiador de la iglesia, Jaroslav Pelikan:

El sermón más antiguo que ha sobrevivido de la Iglesia cristiana después del Nuevo Testamento comienza con las siguientes palabras: “Hermanos, debemos pensar en Jesucristo como en Dios, como el juez de los vivos y los muertos. Y no debemos menospreciar nuestra salvación; porque cuando la menospreciamos, también esperamos recibir poco”.

El relato más antiguo de la muerte de un mártir cristiano tiene esta declaración: “Nos será imposible abandonar a Cristo […] y adorar a cualquier otro. Por medio de Él, siendo el Hijo de Dios, adoramos; pero a los mártires […] apreciamos”.

El informe pagano más antiguo que ha sobrevivido sobre la Iglesia describe a los cristianos como aquellos que se reunían antes del amanecer y “cantan un himno a Cristo como a Dios”.

La oración litúrgica de la Iglesia más antigua que ha sobrevivido fue una oración dirigida a Cristo: “¡Señor nuestro, ven!”.

Claramente, esa era el mensaje de lo que la Iglesia creía y enseñaba, que “Dios” era un nombre apropiado para Jesucristo.[2]


[1] Murray J. Harris, “Titus 2:13 and the Deity of Christ,” in Pauline Studies: Essays Presented to F. F. Bruce, ed. Donald A. Hagner y Murray J. Harris (Grand Rapids: Eerdmans, 1980), 271.

[2] Jaroslav Pelikan, The Christian Tradition: A History of the Development of Doctrine, Vol. 1: The Emergence of the Catholic Tradition (100–600) (La tradición cristiana: Una historia del desarrollo de la doctrina, vol. 1: El surgimiento de la tradición católica (100–600); Chicago: University of Chicago Press, 1971), 173; énfasis añadido.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Juan116.
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