×

Todos mis primeros de enero eran muy similares: me levantaba, tomaba la Biblia más bonita que tenía, alistaba mis resaltadores color pastel, sacaba de su envoltura una pequeña libreta nueva y me sentaba con todo el entusiasmo, mientras aún todos dormían, para iniciar un nuevo año con el firme propósito de estar en mayor comunión con el Señor.

Pero todos mis primeros de febrero también eran muy similares: me costaba levantarme, la Biblia empezaba a llenarse de polvo, los resaltadores seguían casi nuevos, la agenda solo tenía unas pocas hojas utilizadas y me sentaba cabizbaja, mientras aún todos dormían, para lamentar mi falta de disciplina y gozo en mi propósito de año nuevo.

¿Te identificas conmigo? Creo que es más común de lo que parece. Ayudo a un grupo amplio de mujeres a leer diariamente, orar y meditar en la Palabra y varias me han compartido su lucha por ser constantes y mantenerse en una comunión más cercana con el Señor. Meditar y orar parece una carga pesada muchas veces. El día a día nos absorbe y, eventualmente, terminamos renunciando. La frase «el próximo año sí lo hago» es el punto final a nuestro propósito de año nuevo.

Para mí, sin embargo, llegó el tiempo en que la intención dejó de serlo y se convirtió en una realidad que ahora disfruto mucho. Quiero compartirte cómo sucedió.

1. Primero lo primero

No hay pasos dos o tres sin el paso uno, y el paso uno es el evangelio. ¿Puedes recordarlo?

Mi viaje hacia disfrutar de estar en comunión con el Señor no empezó hasta que no entendí la realidad del evangelio. Por eso vale la pena preguntarte: ¿sabes lo que es el evangelio? Te sorprendería saber cuántos cristianos no pueden dar una definición del mismo, en parte porque hemos confundido las añadiduras con el evangelio mismo: confundimos el librarnos del infierno con el evangelio, vivir gozosos con el evangelio, moralidad con el evangelio, comunidad con evangelio.

El evangelio hará que tu propósito de año nuevo no sea una carga, sino un deleite para tu corazón

Pero el evangelio es la buena noticia de que Cristo, siendo Dios, se humilló a Sí mismo, tomó forma de siervo y vivió la vida de perfecta obediencia que ninguno ha tenido, para cargar sobre Sí mismo nuestros pecados y el castigo que merecíamos. Murió la muerte que debimos sufrir y, de esta manera, nos dio vida, nos libró de la esclavitud del pecado y nos hizo parte de Su familia y herederos de las abundantes riquezas de Su Reino. Y no solo murió, sino que también resucitó, al vencer a la muerte para siempre, asegurando la vida eterna para quienes, por la fe en Él, se arrepienten de sus pecados.

Vale la pena que te preguntes si esta verdad ha echado raíz profunda en tu corazón, si ha dejado de ser una verdad intelectual para convertirse en el combustible que aviva el fuego de tu amor por el Señor. Si descubres que no es así, entonces ora pidiendo que tu corazón pueda venir en arrepentimiento verdadero al Padre y puedas comprender todo lo que Cristo hizo en la cruz y el gran amor del Padre por ti. El evangelio hará que tu propósito de año nuevo no sea una carga, sino un deleite para tu corazón.

2. Lee la Palabra diariamente

No te sorprende este punto, ¿verdad? Disfrutar de una verdadera comunión con Dios arranca conociendo el evangelio, pero no termina allí. Leer la Palabra es indispensable porque a través de ella Dios se revela a nosotros para que podamos conocerle y amarle.

Sin embargo, no se trata solo de levantarte y empezar en Génesis o en el Evangelio de Juan y seguir de ahí en adelante sin descanso. La Biblia es un libro maravilloso, que requiere de un poco más de esfuerzo que el que necesitamos para leer una novela entretenida de ficción. Debemos acercarnos a ella entendiendo que, aunque son sesenta y seis libros, cuenta una sola historia, la redención, y que toda ella apunta a Cristo como el clímax de todos los acontecimientos escritos en ella.

Así que, para poder tener éxito en esta parte, mi recomendación es que —al menos— pases por estos recursos que te dejo aquí:

Estos cursos han sido creados para que puedas ver lo maravillosa, increíble, grandiosa y apoteósica que es la Palabra del Señor (no estoy exagerando en adjetivos, de veras es todo eso ¡y más!).

3. Ora a través de la Palabra

¿Te cuesta la oración? ¿Sientes que todos los días oras lo mismo? ¿Sientes que orar más de cinco minutos es una tarea imposible? Yo he estado allí. Y me daba vergüenza, especialmente cuando escuchaba que Martín Lutero oraba, como mínimo, dos horas diarias antes de iniciar su día y cuatro cuando las cosas andaban mal. ¿Cómo es esto posible?

Bueno, porque la mayoría de nuestras oraciones se centran en nosotros y lo que deseamos, no en Dios y en lo que Él ha hecho a través de los siglos.

Si tu objetivo es disfrutar de estar en comunión con Dios, vas a necesitar de hermanas y hermanos que te ayuden cuando tengas ganas de renunciar

Por eso este año, junto con el grupo de mujeres al cual animo a leer la Palabra, hicimos un viaje por todas las Escrituras orando a través de ellas. ¡Te animo a que también lo hagas! Antes de ir a tu lista de peticiones, toma como base el pasaje que estás leyendo para alabar, agradecer y glorificar a Dios por lo que te está mostrando de Él mismo y de Su obra. ¡Te sorprenderás de cuánto pueden llegar a cambiar tus momentos de oración!

4. No camines en soledad

Más valen dos que uno solo,
Pues tienen mejor pago por su trabajo.
Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero;
Pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante! (Ec 4:9-10).

La vida cristiana no es una vida en solitario. Desde el inicio Dios eligió para Sí un pueblo, lo redimió e hizo diferentes pactos con él. Y aunque la salvación es individual, no sucede así con nuestro caminar como cristianos. Nos necesitamos unos a otros para animarnos y edificarnos (1 Ts 5:11), para estimularnos al amor y a las buenas obras (He 10:24), para exhortarnos (He 3:13), para consolarnos (2 Co 1:4), para ser sostenidos (1 Ts 5:14).

Así que, tener una mayor comunión con el Señor requiere de que estemos plantados en una iglesia local, donde podamos ser animados, exhortados o estimulados a continuar con nuestro propósito.

No eches esto en saco roto. Si tu objetivo es disfrutar de estar en comunión con Dios, vas a necesitar de hermanas y hermanos que te ayuden cuando tengas ganas de renunciar, cuando no estés sacando tiempo para tus disciplinas espirituales, cuando te estés enfriando. Pídele a un hermano que te recuerde leer, únete a un club de lectura bíblica, rinde cuentas sobre tu comunión con el Señor.

Lucha junto a tus hermanos y no descanses hasta que puedas ver la gloria del Señor y deleitarte en quién es Él, en Su obra, en Jesús.

¿Hay más?

Eso último: pídele al Señor que te muestre Su gloria.

Ruega, como Moisés (Éx 33:12–34:8), por ver y saborear, aunque sea solo un poco, de la belleza del Señor. Porque un poco de Su gloria, tal como sucedió en el Sinaí, transforma radicalmente al que logra verla por gracia.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando