¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Todos experimentamos desánimo. En todas las etapas de la vida podemos sentir estancamiento, frustración, o cansancio sea espiritual, emocional, o físico. Puede ser que el desánimo venga por el cansancio de tener niños pequeños, o ver la rebeldía de nuestros adolescentes, o las decisiones que nuestros hijos mayores están tomando. Puede venir por darnos cuenta de que nuestros matrimonios están deteriorándose, o la salud de un ser querido está inundándonos de angustia y dolor. O también puede venir por nuestras propias luchas, sueños frustrados, ansiedad, depresión, soledad, o un pecado que no podemos vencer. Para todo esto, hay Alguien a quien podemos venir con nuestra desesperación y desánimo.

Podemos venir a Él sabiendo que ninguna circunstancia se escapa de sus manos. Y por eso, no podemos dejar que nuestro orgullo nos gane y nos encerremos en la idea de que podemos salir de esto por nosotras mismas. Ese orgullo que todos tenemos nos lleva a aislarnos de Dios y de otros. Suele pasar. Sin embargo, cuando nos acercamos al Señor en humildad, Él comienza a revelarnos que permite estas temporadas de desaliento para mostrarnos que hay capas que está removiendo para que seamos más como Cristo y aprendamos a deleitarnos en Él y amarle más.

Personalmente, Dios ha usado el salmo 42 incontables veces para hablar y ministrar a mi alma. Cuando me siento desalentada, traigo a mi memoria este texto. Lo leo, oro, lloro, doy gracias al Señor por su Palabra, le confieso mi falta de confianza en Él, le pido perdón, lo vuelvo a leer, y descanso en Él. Teniendo en mente el salmo 42, quiero compartir contigo tres cosas que Él me ha enseñado en cuanto al desánimo.

1. No te aísles, ¡acércate! (Sal. 42:2-4).

Tú no necesitas el consejo vacío de las redes sociales o de tus amigos que no conocen de Cristo y no le dan mucha importancia. No necesitas el consejo de la sociedad y de las nuevas modas de pensamiento y conducta. Tú necesitas de personas que te apunten a la verdad de la Palabra de Dios, y para eso está la iglesia local, esa comunidad de creyentes redimidos que están en el mismo proceso que tú y yo: la santificación.

Acércate a personas que aman a Dios y que pueden orar por ti. Nuestro corazón está contaminado por el pecado, y si no tenemos a otras personas que nos hablen el evangelio y nos animen en Él, nosotras responderemos más y más a mentiras que nos hemos creído, a egoísmos que nos hacen pensar solo en nosotras mismas y en nuestros propios problemas, y esto produce que nos sumerjamos más en el desánimo. Nos acercamos a Dios cuando clamamos a Él y estudiamos su Palabra a pesar de nuestra falta de deseo. Venimos a Dios por la sangre de Cristo que nos da acceso al trono celestial, y derramamos nuestro corazón para que Él hable a nuestras vidas.

2. Reconoce tu desánimo delante de Él (Sal. 42:4, 5, 8, 11).

Siempre que leo los Salmos me maravilla la sinceridad en el clamor de los salmistas, principalmente en David. Hazte una pregunta: ¿cuándo te es más fácil venir a Dios? ¿Cuando estás animada, o cuando estás desanimada? La invitación del evangelio es sencilla: quienes han creído en Cristo como único Señor y Salvador, y se han arrepentido de sus pecados, pueden venir a Él con toda honestidad por lo que Cristo hizo a nuestro favor.

 

La invitación del evangelio es sencilla: quienes han creído en Cristo como único Señor y Salvador, y se han arrepentido de sus pecados, pueden venir a Él con toda honestidad por lo que Cristo hizo a nuestro favor.

El acercarme a Dios no debe depender de cómo me sienta, o lo que he hecho o no he hecho. Mi acercamiento a Dios es posible por el sacrificio de Cristo en la cruz. Teniendo esto en mente, podemos hablarnos la Palabra de Dios a nosotras mismas leyéndola, escribiéndola, memorizándola, o hablándola a otros. ¡Créele! Él está contigo. Tienes lo mejor, ¡lo tienes a Él!

3. Arrepiéntete, obedece, ama (Sal. 42:11).

Mientras más te acerques a Dios, más te darás cuenta de cosas que Él quiere cambiar en ti porque te ama. Si yo veo a mi hija Priscilla comportándose de una manera que no demuestra amor por los demás, si tiene actitudes egoístas, lo más amoroso que puedo hacer es corregirla, disciplinarla, y mostrarle un mejor camino, una mejor manera.

Mucho más profundo es el trabajo de nuestro Padre con nosotras. Él nos creó para que le glorifiquemos, para que le demos a conocer, y para que le conozcamos y experimentemos su incomparable amor. Él nos corrige, nos disciplina, y usa tiempos de desánimo para traernos hacia Él con un corazón sediento, y así cambiarnos desde adentro hacia afuera.

Cuando en tu tiempo con el Señor veas cosas muy dentro de ti que están mal, arrepiéntete, toma pasos de obediencia, y piensa: ¿cómo puedo amar más a los demás? ¿Cómo puedo estar más consumida del amor de Dios para amarle más a Él y servir a otros?

Recuerda que nuestro dolor no es ajeno a nuestro Señor. Él entiende nuestras frustraciones y por su obra redentora nos ofrece esperanza en medio de nuestro desánimo.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando