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Esta es otra área de controversias que ha circulado por mucho tiempo. Lo interesante, como escuché a un predicador decir, es que todavía no he oído a nadie que esté en contra del diezmo que haya querido dar el once o el doce por ciento. Siempre estamos en contra, pero pensando en poder dar mucho menos.

La realidad es lo siguiente: Dios estableció un sistema tributario en el Antiguo Testamento, que se conoció como el diezmo. El diezmo no era simplemente destinado para las cosas que a veces pensamos, limitado exclusivamente para la Iglesia. Sino que había un diez por ciento para los levitas que no tenían manutención, no tenían salario, no tenían ingreso. Había un diez por ciento que era dedicado al templo propiamente dicho, su mantenimiento y todo lo demás.  Ese segundo diezmo también servía para poder financiar las festividades religiosas del pueblo. Y un diez por ciento que se tomaba cada tres años para las necesidades.

Bueno, lo cierto es que como sistema tributario, eso no está en el Nuevo Testamento, si nosotros quisiéramos insistir en que ese sistema tributario pasó de esa manera al Nuevo Testamento, no creo que pudiéramos defenderlo de esa forma. Sin embargo si pensamos en las razones por las cuales el diezmo fue recogido en el Antiguo Testamento, esas razones permanecen ahí: hoy en día tenemos ministros, pastores que necesitan recibir un salario, sobre todo aquellos que trabajan a tiempo completo. Tenemos templos o edificaciones que tienen que ser construidos, mantenidos, y que necesitan entonces de un apoyo financiero. Tenemos también personas con necesidad dentro de la iglesia y alrededor de la iglesia. De manera que las razones por las que Israel tomaba un diezmo permanecen hoy con nosotros.

La pregunta es, si a la luz de un pacto de mucho mayor riqueza y bendición como el que hemos recibido, ¿mi responsabilidad disminuye o aumenta?. Entonces es mi convicción que a la luz del Nuevo Testamento, el principio no es tanto que el diez por ciento pertenece a Dios, sino que todo pertenece a Dios: todas mis finanzas, todo lo que tengo, todo lo que soy es propiedad de Dios. Eso en primer lugar, en segundo lugar debo preguntarme incluso, después de ese diezmo, si hay mucho más con lo que yo puedo contribuir: porque imaginémonos que yo gane cien millones de dólares al año, quizás un poco hiperbólico para la enorme mayoría de las personas pero es una ilustración. Y yo ahora doy diez millones al año, me quedo con noventa millones de dólares: ¿qué hago yo con noventa millones de dólares, a la luz de la necesidad de la Iglesia, de la Gran Comisión, de todo lo que Dios nos ha dicho? Entonces yo creo que en un caso como ese, que simplemente lo estoy usando de ilustración, nos dice a nosotros que yo debería de ser mucho más generoso dado esas finanzas con las que Dios me ha provisto. Pero si insisto de una manera que yo ni pudiera sustentar, que el diezmo pasó exactamente, tal cual lo vimos en Israel, entonces una vez yo dono mis diez millones de dólares, me quedan mis noventa millones de dólares y yo pudiera disponer de ellos como yo quisiera.

Yo no creo que ese es el principio del Nuevo Testamento. Dios nos ha llamado a ser generosos, a dar alegremente, a dar voluntariamente, y esos son principios que están ahí en la 2 Corintios 8 y 9. Quizás esos principios debieran darle color a todo lo demás que nosotros haríamos a la hora de diezmar, o de ofrendar. 

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