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Mientras miraba la pantalla en blanco de la computadora en enero de 2021, me asaltó un pensamiento angustioso.

Nunca conozcas a tus héroes.

Acababa de ser contratado para escribir sobre la formación espiritual e intelectual de Timothy Keller. Había trabajado con Tim desde 2008. Pero ahora hablaría con sus amigos más antiguos, sus colegas más cercanos. ¿Qué dirían de él? ¿Qué aprendería? ¿Qué secretos encontraría escondidos en su armario?

Lo que me parecía un enorme privilegio de repente me pareció una probable desilusión.

Dos años y medio después, estoy llorando la muerte de este héroe. En sus últimos años, pude ver a Tim a través de los ojos de familiares y amigos que lo conocieron casi toda su vida, incluso antes de que se convirtiera al cristianismo en 1970. Y llegué a conocerle no como un héroe lejano, sino como un amigo personal que me ayudó a amar a Jesús.

Palabras de la cruz

Nunca escuché a Tim Keller hablar mal de otra persona. Tal vez es lo que debería esperarse de alguien que ha hablado tanto de la cruz. Pero esa no es la norma en mi experiencia ministerial. Sé que he malgastado más palabras en críticas de las que me gustaría confesar. Por desgracia, si quieres quejarte, siempre puedes encontrar un oído dispuesto.

Nunca escuché a Tim Keller hablar mal de otra persona

Pero ese no era Tim Keller. Nunca levantó el teléfono para llamarme enfadado por haber sido calumniado. Nunca envió un mensaje de texto frustrado cuando publiqué algo que le avergonzaba como cofundador de The Gospel Coalition. Nunca redactó largos correos electrónicos llenos de críticas a mis escritos o a mi liderazgo como director ejecutivo del Keller Center for Cultural Apologetics (Centro Keller para la Apologética Cultural).

Me avergüenza recordar cómo le alcé la voz con frustración durante una de nuestras últimas conversaciones telefónicas. Estaba enfadado por una decisión que él había tomado. Lo único que hizo fue escuchar mis preocupaciones y prometerme que me ayudaría como solo él podía hacerlo. Cumplió su promesa y bendijo mi trabajo con un regalo que nunca podré devolverle. Lo hizo mientras padecía cáncer y agonizaba a causa de esta terrible enfermedad. Lo miré vivir según Romanos 12:17-18: «Nunca paguen a nadie mal por mal. Respeten lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto de ustedes dependa, estén en paz con todos los hombres».

Sobre la crítica

Quizá podrías decir que Tim actuaba pacíficamente porque odiaba la confrontación, porque quería caer bien. Trabajé con él el tiempo suficiente para saber que a veces causaba confusión cuando evitaba las conversaciones difíciles. Después de escribir el libro, no sabía cómo iba a responder cuando leyera sobre antiguos miembros de su equipo que se quejaban de su escasa capacidad para dirigir. No conozco a muchos pastores u otros líderes ministeriales que permitan que esas críticas salgan a la luz pública, si pueden evitarlo.

Tim lo permitió. Incluso asumió su responsabilidad por frustrar a su equipo. Pensé en 1 Juan 1:9: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad».

Sabes que estás en problemas cuando te encuentras con líderes que se apresuran a criticar a los demás y tardan en admitir sus propias faltas. Sin embargo, ese es un enfoque común en el liderazgo de la iglesia. No con Tim. Él practicaba lo que predicaba. A menudo se refería al consejo de John Newton en la carta «Sobre la controversia». Tim intentaba encontrar la verdad incluso en las punzadas de sus críticos más duros:

Usualmente existe verdad cuando las críticas provienen de amigos, y a menudo cuando la desaprobación proviene de personas que realmente te conocen. Entonces, incluso si la censura es en parte o incluso en gran medida errónea, busca lo que en verdad pudiste haber hecho mal. Tal vez simplemente actuaste o hablaste de una manera que no fue circunspecta. Quizá la crítica es en parte correcta por las razones equivocadas. A pesar de eso, identifica tus propios defectos, arrepiéntete en tu corazón ante el Señor por lo que puedas, y deja que eso te humille. Entonces será posible aprender de la crítica y ser amable con el crítico, incluso si tienes que estar en desacuerdo con lo que él o ella han dicho.

Tim escribió esta reflexión antes de que las redes sociales estuvieran en su apogeo, antes de que se convirtiera en blanco popular de las críticas de cristianos de todo el espectro político y teológico. Pero no noté ningún cambio en sus opiniones o en su actitud. Cuando los cristianos reaccionan así ante las críticas, tienes una buena idea de que la gracia de Dios está operando en sus corazones. Como nos enseñó Newton, la gracia asombrosa de Dios ayuda a los perdidos a encontrar el camino a casa. Ayuda a los ciegos a ver. Salva a un infeliz como tú y como yo.

Llamado al ministerio

A Tim no le gustaba criticar a otros. Tampoco le gustaba hablar de sí mismo. Pero le gustaba hablar. ¿De qué le gustaba hablar? De su esposa durante casi cincuenta años, Kathy. Del último libro o tesis doctoral que había leído. De Jesús. Sobre todo, le encantaba hablar de Jesús. Si escuchaste un sermón de Tim o leíste uno de sus muchos libros, entonces tuviste un encuentro con Jesús.

Tim no podía evitar dar testimonio del Dios que le conocía por completo y le amaba perfectamente

Alguien que reseñó mi libro sobre Tim hizo una observación que me avergüenza decir que nunca me había planteado. ¿Cómo pude pasar por alto una cuestión tan básica e importante? No escribí sobre el llamado de Tim al ministerio. No le pregunté sobre ello. No se lo pregunté a nadie más.

Pero creo que sé por qué. Una vez que Tim experimentó la gracia de Dios en 1970, nunca hubo duda de cómo pasaría su vida, hasta su último aliento. La gracia transformó a un adolescente marginado y torpe en uno de los predicadores más queridos del último siglo. Tim no podía evitar dar testimonio del Dios que le conocía por completo y le amaba perfectamente.

Quiero pasar mi vida de la misma manera. Quiero morir de la misma manera, tratando de ayudar a todos a ver su necesidad desesperada de Jesús, cómo el Salvador nos ofrece una vida mejor de la que jamás podríamos haber imaginado.

Conocí a mi héroe, Tim Keller. En los últimos tres años, a medida que le conocía mejor, le respetaba más. Era mi héroe porque cuando le leía o le escuchaba, amaba más a Jesús. Cuando Tim y yo nos encontremos algún día en los cielos nuevos y la tierra nueva, estoy impaciente por escuchar todo lo que ha aprendido. Pero por ahora, la muerte de Tim deja un vacío que nunca podré llenar. Echaré de menos su apoyo. Echaré de menos sus enseñanzas. Echaré de menos los libros que nunca llegó a escribir. Echaré de menos su amistad, las largas conversaciones sobre todo lo relacionado con el ministerio. Para muchos de mi generación, aunque solo hayan crecido escuchando sus sermones o leyendo sus libros, Tim Keller se convirtió en un padre espiritual.

Estoy triste por nosotros. Pero no puedo estar triste por él. Ahora, él ve a su Salvador cara a cara.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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