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Una de las personas que más admiro es un hombre llamado Kent Hughes. Fue pastor durante más de cuarenta años y, cuando tenía sesenta y cinco años, salió de su retiro para ayudar a cubrir una vacante temporal en mi seminario.

También asistíamos a la misma iglesia cuando vivíamos en Filadelfia. Recuerdo que un domingo mi esposa y yo nos sentamos por casualidad al lado de él y su esposa. Cuando le presenté a mi esposa, nos preguntó cuánto tiempo llevábamos casados, a lo que respondimos: «En realidad, esta semana cumplimos seis meses». Entonces le pregunté cuánto tiempo llevaban casados él y su esposa. Dijo: «Cincuenta y dos años. Es decir, unas cien veces más que ustedes».

La razón por la que Kent Hughes es una de las personas que más admiro es porque ha permanecido fiel hasta el final. Su amor por Dios, por la iglesia de Cristo y por su esposa es muy evidente. En un mundo lleno de escándalos e historias de desconversión, él ha permanecido fiel a Dios y fiel a su esposa.

Ese es el tipo de vida que yo también quiero vivir. ¿Pero cómo lo logramos?

En Apocalipsis 3, Jesús escribe una carta a la iglesia en Sardis sobre este mismo tema y les hace un llamado a terminar lo que empezaron. Específicamente, es una carta sobre las encrucijadas, esos puntos en tu vida espiritual que determinan si terminarás lo que empezaste o si te alejarás lentamente de Dios.

Si has sido cristiano durante algún tiempo, probablemente has experimentado altibajos en tu caminar con Dios: momentos espirituales altos, pero también bajos.

Eso es completamente normal. Lo más importante es, ¿qué haces en esos momentos bajos? De eso trata esa carta a Sardis.

Mantente alerta

Como escribe Robert H. Mounce en su Comentario al libro del Apocalipsis (p. 147), Sardis era una de las ciudades más poderosas del mundo antiguo. Una de las razones para tal seguridad era su muralla. La ciudad tenía una fortaleza en la montaña con muros que se elevaban 700 metros por encima del valle. Esto hacía que la ciudad fuera casi impenetrable.

Pero en el año 549 a. C., el rey persa Ciro derrotó la ciudad delante de las narices de los sardos (p. 149). Envío a alguien a escalar una grieta que encontró en la muralla.

Si los vigilantes de la ciudad hubieran prestado algo de atención, habrían visto venir al escalador y podrían haberlo derrotado fácilmente. Pero no estaban prestando atención, así que él escaló los 700 metros de la muralla, entró en la ciudad y abrió las puertas delanteras y dejó entrar al ejército persa.

Debido a que Sardis no permaneció alerta, los persas ni siquiera necesitaron superar la muralla. Marcharon directamente a través de la puerta principal y derrotaron a la ciudad.

Se podría pensar que después de eso los sardos habrían aprendido la lección. Pero lo mismo volvió a ocurrir en el 216 a. C. (p. 149).

Jesús empieza Su carta a los cristianos de Sardis advirtiendoles: «¡Despierta!» (Ap 3:2 NVI). También podríamos traducir esta frase como «Ponte en vela» (NBLA). Este mandato habría llegado al corazón de los seguidores de Jesús en Sardis. Ellos conocían las consecuencias de dar por sentada su seguridad y no permanecer alerta.

Todos somos vulnerables

Jesús dice que lo mismo ocurre en nuestra vida espiritual. Tienes que permanecer atento a tu fe para terminar lo que has empezado. Es peligroso asumir que tu corazón no es vulnerable a nuestro enemigo.

Tienes que permanecer atento a tu fe para terminar lo que has empezado

El Diablo es muy real y astuto. A menudo su estrategia es como la de los que conquistaron Sardis: entrar y abrir las puertas desde dentro. Trata de atraerte lenta y sutilmente para que desees cosas distintas a Dios, para cambiarte por dentro, para acomodar tu vida a los ídolos de nuestros días. Todo lo que tiene que hacer es desviarte un grado del camino y poco a poco, con el tiempo, te encontrarás alejándote más y más de Dios.

Eso es lo que ocurrió a los sardos. Se acomodaron a los ídolos de su cultura y así ensuciaron sus vestidos (Ap 3:4), como escribe Grant R. Osborne en Revelation [Apocalipsis].

Es fácil iniciar nuestro caminar de cierta manera y ganar una reputación de ser cristiano, pero luego, con el paso del tiempo, en lugar de crecer en santidad gradualmente, nos parecemos más y más a nuestros vecinos no cristianos.

Entonces, ¿cómo evitar esto? ¿Cómo puedes permanecer atento y terminar lo que has empezado?

Tres claves para terminar

Es normal que experimentes puntos bajos en tu vida espiritual. De hecho, los sociólogos han descubierto que en medio de cualquier circunstancia suele haber un bajón, como escribe Daniel H. Pink en ¿Cuándo?: La ciencia de encontrar el momento preciso. Ya sea nuestra felicidad en la vida, nuestra energía a lo largo del día o nuestro rendimiento en un proyecto, casi siempre hay un bajón en el medio. Empezamos con fuerza y al final vamos decayendo poco a poco.

Eso ocurre también en nuestra vida espiritual. Es parte de nuestra naturaleza caída. Nuestros corazones son propensos a extraviarse, propensos a dejar al Dios que amamos.

La carta de Jesús a la iglesia de Sardis nos dice cómo responder en estos tiempos. Nos da tres claves para terminar lo que se ha empezado. Nada de esto es extraordinario. No se trata de experiencias en la cima de una montaña. Son simples expresiones de fidelidad cotidiana. Pero son la clave para terminar con fuerza.

1. Recuerda

«Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete» (Ap 3:3). La primera clave es recordar. La mejor manera de recordar lo que has recibido y oído es adorar junto al pueblo de Dios cada domingo. Nos reunimos para recordar quién es Dios, lo que nos promete y cómo nos ha llamado a vivir. Para terminar lo que has empezado, necesitas dejar que la Palabra de Dios restaure y alimente tu alma cada domingo.

Para terminar lo que has empezado, necesitas dejar que la Palabra de Dios restaure y alimente tu alma cada domingo

2. Guarda

La segunda clave es guardar. No solamente debemos recordar los caminos de Dios. También debemos guardarlos. Hay un elemento de voluntad en nuestro caminar con Dios. Tenemos que seguir los mandamientos de Dios, incluso cuando nos cueste, incluso cuando no sentimos deseos de hacerlo, incluso cuando no entendemos.

Debes saber que no estás en esto por tu cuenta. El poder de Dios está obrando en ti. Pídele ayuda. Pide también ayuda a un amigo cristiano.

3. Arrepiéntete

La tercera clave está relacionada con la segunda. Es el arrepentimiento. Es otro mandato a nuestra voluntad, y es la otra cara del guardar. Haz las cosas que Dios manda y arrepiéntete de aquellas cosas que hiciste pero que no debiste hacer.

También debes saber esto: los brazos de Dios están abiertos para recibirte. Si vienes a Él y te arrepientes, te perdonará.

Tres promesas

Todos tenemos tiempos de sequedad en nuestras almas, bajones espirituales, tiempos en los que nos alejamos de Dios, pero si en esos tiempos recuerdas, guardas y te arrepientes, entonces Jesús te hace tres promesas en esta carta.

Su primera promesa es que serás vestido con vestiduras blancas (Ap 3:5). Las ropas blancas son un símbolo de pureza. Esta es una promesa de que si has lavado tus ropas sucias en la sangre de Jesucristo (cp. Ap 7:9-14), entonces tus pecados están cubiertos, y cuando llegues a ese día final, habiendo terminado lo que empezaste, caminarás de blanco, puro y sin mancha delante de Dios.

En la cultura romana, vestir de blanco era un símbolo de victoria y celebración (Osborne). Los ciudadanos se vestían de blanco cuando celebraban una victoria militar.

Jesús promete que, al igual que un general romano que regresa de una victoria sobre sus enemigos, así volverá a nosotros victorioso sobre todo pecado y muerte. Podemos terminar lo que empezamos porque Él terminará lo que empezó. Al igual que los ciudadanos romanos que celebran su victoria, ¡así también nosotros celebraremos ese día como nunca antes lo habíamos hecho!

La segunda promesa de Jesús es que nunca borrará tu nombre del libro de la vida (Ap 3:5). Te guardará hasta el final si tienes una fe genuina en Él. ¡Terminarás lo que empezaste!

La tercera promesa de Jesús es el punto culminante de todo el pasaje: «reconoceré su nombre delante de Mi Padre y delante de Sus ángeles» (Ap 3:5). Es una imagen de Jesús como juez, pronunciando Su veredicto (Osborne). Aquellos que son fieles hasta el final, en ese día final Él declarará ante el Padre que son justos, puros y victoriosos. Como sugiere G. K. Beale en  The Book of Revelation [El libro del Apocalipsis] (p. 280), podrás oírle leer en voz alta tu nombre en el libro de la vida.

Todos experimentamos bajones espirituales y momentos en los que nos alejamos de Dios.

Lo más importante es lo que haces en esos momentos. Acércate a Él. Termina lo que empezaste.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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