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Sabes que el matrimonio es sagrado. Hiciste un compromiso ante tus amigos, tu familia, y ante Dios de amar a tu pareja “hasta que la muerte los separe”. Pero la violencia ha empeorado. Lo que empezó como un estallido ocasional de enojo se ha convertido en empujones, golpes, y otros encuentros atemorizantes.

Puede que te sientas avergonzada, triste, enojada, o con una mezcla de emociones. Quizás te sientes abrumada y confundida. Quieres serle fiel a tu pareja y a Dios, pero ya no te sientes segura en casa. ¿Qué debes hacer?

Dios odia todas las formas de abuso. Esto va en contra de su carácter. Una persona abusiva busca ganar poder y dominar; Jesús se vació de su gloria y se convirtió en un siervo (Fil. 2:5-11). Un abusador te hace sentir no valorada, aislada, y avergonzada; Jesús te hace sentir amada, apreciada, y segura.

Dios ve tu sufrimiento y quisiera que termine.

El matrimonio y el adulterio

Dios ha hecho el matrimonio una unión sagrada y no debemos tomar a la ligera la idea del divorcio. Cuando los fariseos le preguntaron a Jesús:

‘“¿Le está permitido a un hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?’. Jesús les respondió: ‘¿No han leído que Aquel que los creó, desde el principio los hizo varón y hembra, y dijo: Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe’”, Mateo 19:3-6.

Pero los fariseos sabían que la ley de Moisés permitía el divorcio (Dt. 24:1-4), así que le preguntaron a Jesús:

“‘Entonces, ¿por qué mandó Moisés darle carta de divorcio y repudiarla?’. Él les contestó: ‘Por la dureza de su corazón Moisés les permitió a ustedes divorciarse de sus mujeres; pero no ha sido así desde el principio. Pero Yo les digo que cualquiera que se divorcie de su mujer, salvo por infidelidad, y se case con otra, comete adulterio’”, Mateo 19:7-9.

La intención de Dios es que el matrimonio sea una unión de por vida, pero a causa de la pecaminosidad humana, “la dureza de corazón”, hay situaciones en las que Dios permite el divorcio.

La intención de Dios es que el matrimonio sea una unión de por vida

La primera de esas situaciones es la “inmoralidad sexual”. El sexo debe ser compartido únicamente entre el esposo y la esposa. Cuando alguien comete un acto de infidelidad, esa persona rompe el vínculo de su matrimonio. Y ese pecado entristece a Dios.

Si tu cónyuge comete adulterio, puedes escoger perdonarlo y buscar la reconciliación. Si lo haces, sería sabio que busques ayuda de tu pastor y de un consejero. Pero si tu cónyuge ha roto el vínculo matrimonial, Dios también te permite divorciarte.

El matrimonio y la deserción

El apóstol Pablo nos dice que hay otra situación en la cual Dios permite el divorcio: “si el que no es creyente se separa, que se separe. En tales casos el hermano o la hermana no están obligados, sino que Dios nos ha llamado para vivir en paz”, (1 Co. 7:15).

El matrimonio es la unión de dos personas. Si tu pareja inconversa te deja sin la intención de regresar, él o ella ha roto ese vínculo. Y entonces, tal como en el caso del adulterio, eres libre de buscar la reconciliación o el divorcio.

Muchos pastores y teólogos, yo mismo inclusive, creemos que el abuso puede ser una forma de deserción. Tu pareja puede imponer sobre ti tales condiciones intolerables que te fuerzan a irte de la casa. Este abandono forzado tiene el mismo efecto que si tu pareja recoge sus maletas y se muda al otro extremo del país para nunca regresar. 

Si te sientes insegura en casa, puede que tengas que huir. Pide el consejo de tu pastor o de un consejero experimentado. Si tu pareja se vuelve violenta, no dudes en llamar al 911. Dios oye tu clamor y no desea que sufras de esta manera.

El abuso de tu pareja nunca es tu culpa. Todos somos responsables de nuestras acciones

Es importante que sepas que el abuso de tu pareja nunca es tu culpa. Todos somos responsables de nuestras acciones, y nunca mereces ser abusado, sin importar lo que hayas o no hayas hecho. Tu pareja puede tratar de hacerte sentir que tú eres la culpable, pero la Palabra de Dios dice lo contrario. Tal y como dijo Jesús: “Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez. Todas estas maldades de adentro salen, y contaminan al hombre” (Mr. 7:21-23). Nuestro pecado no viene de lo que otras personas nos hacen. Nuestro pecado viene de adentro. Si tu pareja es abusiva, es por su propio pecado.

Mientras que el abuso puede ser la base del divorcio, no debes tomar la decisión por ti misma. Busca el consejo de los pastores o ancianos de tu iglesia. Ellos pueden caminar contigo y ayudarte a discernir si hay un caso de abuso, y si lo hay, de qué tipo es, así como el camino a seguir. (Desafortunadamente, algunas iglesias fallan en proteger a las víctimas de abuso, y puede ser necesario buscar ayuda en otro lado).

Tal y como se estableció anteriormente, 1 Corintios 7:15 dice: “si el que no es creyente se separa, que se separe”. Si tu pareja es abusiva y se considera a sí mismo cristiano, la iglesia debe ejercer disciplina, primero amonestando a tu pareja, y, si él sigue sin arrepentirse, eventualmente excomulgándolo de la iglesia. La excomunión declararía efectivamente a tu pareja como un no creyente, y tú estarías libre para divorciarte.

Reconociendo el abuso

Aproximadamente una de tres mujeres en los Estados Unidos ha sido abofeteada, empujada, o agredida por una pareja íntima en algún punto de su vida. Y el acoso sexual ocurre en 40 y el 45 por ciento de las relaciones abusivas. Trágicamente, el abuso doméstico es común. Sin embargo, puede ser difícil reconocerlo.

Dios odia todas las formas de abuso. Esto va en contra de su carácter

Los cónyuges abusivos son altamente manipuladores. Ellos pueden tratar de convencerte de que lo que ellos hicieron no fue una gran cosa, que ellos van a mejorar, o que tú causaste que ellos actuaran de esa manera. Puede ser más difícil reconocer el abuso si tu pareja es muy querida, exitosa, o es un líder en tu iglesia. Tu pareja puede que te deje confundida de qué pensar o cómo sentirte.

Nadie debe vivir en temor de su cónyuge. Si no estás segura sobre qué hacer, considera hablar con tu pastor o con una amiga de confianza. En muchas ocasiones, ellos podrán ver la situación de manera más clara. Tu pareja puede que trate de aislarte de esas relaciones. Esos son signos de abuso. Si te sientes insegura de salir de tu casa o no estás lista para hablar con alguien que conoces, puedes llamar a la policía o al centro de atención a la violencia doméstica de tu país.

Puede que también sea de ayuda guardar un récord escrito de incidentes y de lo que pasa después. Esas notas pueden ayudarte a identificar patrones de abuso. El abuso usualmente se pone peor en el tiempo. Si te preocupa tu propia seguridad o la de tus hijos, busca ayuda. 

Dios desea que tu sufrimiento termine

A Dios le importa tu seguridad. Él ve tu sufrimiento y desea que termine. El abuso nunca es tu culpa. No tiene lugar en un matrimonio.

Si crees que tu pareja es abusiva, clama a Dios. Y busca el consejo de tus ancianos y pastores quienes pueden apoyarte y guiarte con amor y sabiduría.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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