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La creación de Dios es completa y perfecta, incluyendo los Diez Mandamientos dados a Moisés para el pueblo de Israel. ¿Cómo podemos aplicarlos hoy? Jen Wilkin, autora de Diez palabras que dan vida: El deleite y el cumplimiento de los mandamientos de Dios (B&H Español, 2022), plantea cómo y por qué debemos cumplirlos cada día.

Estas son veinte frases destacadas de mi lectura de este libro:


Como nos cuesta encontrar belleza en las Diez Palabras (o Diez Mandamientos) de Dios, nos resulta fácil olvidarlas (p.10).

Los Diez Mandamientos son palabras de ánimo, diseñadas para darnos esperanza (p. 18).

Aniquilar a un ídolo es ser restaurado a imagen de Dios (p. 26).

«No te harás ningún ídolo»: Este segundo mandamiento presenta a Dios como celoso de Su gloria; profundamente comprometido con ser adorado como merece (p. 32).

Somos fácilmente atraídos a una creencia errada sobre Dios cuando ignoramos lo que es verdad sobre Él (p. 38).

Hacer un mal uso del nombre del Señor —tomar Su nombre en falso— es representar inadecuadamente el carácter de Dios (p. 45).

Cuando reconocemos la soberanía de Dios detrás de nuestros momentos buenos y malos, hablamos como la Biblia habla (p. 49).

«Acuérdate del día de reposo para santificarlo»: Tal como el uso de nuestras palabras revela nuestra manera de ver a Dios, nuestro uso del tiempo también lo hace (p. 60).

El descanso en Dios no se trata meramente de un descanso que restaura, sino de un descanso que reorienta. Nos recuerda que no somos Dios (p. 61).

La honra es la expresión de un amor correctamente ordenado (p. 67).

En una cultura obsesionada con adorar la juventud, el quinto mandamiento —honrar a los padres— ofrece a los cristianos un medio simple de ser luz en medio de la oscuridad (p. 74).

«No matarás»: El impulso a asesinar no es otra cosa más que el mecanismo externo de un impulso menor que decidimos permitirnos habitualmente (p. 88).

Aquel cuya vida fue extinguida se ocupó de preservar la vida. Y al recibir la Suya de nuevo, ahora vive para que nosotros podamos tener una vida de obediencia en Él (p. 90).

«No codiciarás»: Los deseos de los ojos son un deseo desordenado, uno que elige fijar la mirada, el anhelo y el alcance en aquello que Dios ha prohibido (p. 96).

«No codiciarás la mujer de tu prójimo»: La lujuria le resta valor a su objeto, de manera que el acto de adulterio se transforma en el próximo paso lógico (p. 98).

No podemos edificarnos o animarnos unos a otros, ni siquiera valorarnos adecuadamente unos a otros, si estamos siempre separados (p. 101).

Los deseos de los ojos son lo inverso al deseo para el que fuimos creados para expresar. Fuimos creados para desear la santidad (p. 102).

El elogio bien ofrecido a alguien inspirará humildad. El elogio veraz, ofrecido con un ánimo genuino, cumple el noveno mandamiento (p. 123).

Los derechos de propiedad intelectual reconocen la tendencia humana a quebrantar el noveno mandamiento: «No darás falso testimonio» (p. 125).

No está mal tener expectativas para nuestras cosas, nuestras relaciones y circunstancias; pero sí está mal tener expectativas poco realistas (p. 135).

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