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Los creyentes necesitamos priorizar la guía de nuestro Señor en medio del dolor. A esto nos invita el libro Escuchando a Jesús en medio de tu dolor (Tyndale House Publishers, 2023), escrito por la conferencista, escritora y maestra de la Palabra, Nancy Guthrie.

Estas son veinte frases destacadas de este nuevo recurso y que elegí para compartir contigo:


Las palabras de Jesús infunden vida a la muerte, esperanza a la desesperación, verdad al engaño, sentido al sinsentido, paz al pánico. De Sus labios recibimos bendición, compasión, compañerismo y mucho más (p. XV).

Cuando escuchamos a Jesús hablarle a nuestro dolor, escuchamos Su confirmación de que ha estado allí antes que nosotros y que tiene cosas sobre sí mismo para revelarnos en ese momento difícil (p. 6).

El principal propósito de Dios para el presente no es librarnos de la enfermedad y el dolor, sino purificarnos y empoderarnos para que depositemos toda nuestra esperanza en sus promesas (p. 32).

Al ver a Jesús acercarse para tocar al leproso, reconocemos que nada de lo que seamos podrá jamás hacer que Jesús se aleje de nosotros ni se niegue a tocarnos (p. 35).

Jesús se compadece para tocarnos en nuestra absoluta culpa e impotencia, tomando sobre sí nuestra enfermedad-pecado e impartiéndonos su salud e integridad (p. 35).

Jesús no murió en la cruz para darte cierto número de días de salud en esta tierra, sino para prepararte, en cuerpo y alma, para la eternidad en un nuevo cielo y una nueva tierra (p. 36).

Necesitamos ver las consecuencias de nuestro pecado. Recién entonces podremos apreciar el milagro que ofrece Jesús cuando nos sana de esta enfermedad mortal que es el pecado (p. 37).

Seguir a Jesús es seguir a un Jesús crucificado que nos invita a compartir Su sufrimiento. Requiere que digamos no a las demandas de nuestra carne pecadora y que nos neguemos a sucumbir a la sugerencia de Satanás (p. 50).

En definitiva, morir a nosotros mismos es la única manera de vivir en realidad. Jesús nos salva de desperdiciar nuestra vida tratando de salvarla. Con amor, Jesús nos salva de nosotros mismos (p. 50).

Aunque a Jesús le importa profundamente nuestra persona y el dolor físico que experimentamos, le importa mucho más nuestra condición espiritual (p. 58).

Dios no ha prometido la liberación física total en esta vida a los que ponen su fe en Él. Pero ha prometido proteger nuestra alma para la eternidad (p. 59).

Jesús ha orado por nosotros, pidiéndole a su Padre que nos proteja del maligno, de manera que no estamos a merced de Satanás. Dios ha respondido a la oración de Jesús con un contundente ¡Sí! (p. 61).

Todos los que están en Cristo están a salvo del poder represor del maligno. Aunque Satanás pueda ganar una o dos batallas en la vida del creyente, jamás ganará la guerra contra el alma (p. 61).

Mientras pendía de la cruz, Jesús absorbió la ira de Dios en nuestro lugar para que pudiéramos estar protegidos de ella (p. 62).

La verdad es que, si pertenecemos a Jesús, puedes confiar que tu sufrimiento no es un castigo por tu pecado. ¿Cómo lo sé? Porque Alguien ya fue castigado por tu pecado (p. 69).

La misma circunstancia que Satanás envía para tentarnos a rechazar a Dios es la que Dios usa para capacitarnos. Lo que Satanás utiliza para herirnos, Dios lo usa para podarnos (p. 73).

Dios lo tenía planeado desde el comienzo para mi bien, Él es la causa primera detrás de cualquier otra causa secundaria (p. 78).

Cuando insistimos que Dios nunca envía las cosas duras y penosas a nuestra vida, minimizamos Su soberanía y, en definitiva, minimizamos la fuente y la seguridad de nuestra esperanza (p. 78).

Desde el comienzo, Dios tiene un propósito y un diseño para lo que nos ocurre; incluso si lo que nos está ocurriendo no es bueno, Dios dispone todo para nuestro bien último (p. 79).

La cruz fue el mayor mal de todos los tiempos. Pero también fue el más precioso regalo que Dios haya dado. Gracias a la cruz, no recibimos lo que merecemos, el castigo por nuestro pecado (p. 80).


Si deseas conocer más de este recurso, puedes leer la reseña Conoce lo que Jesús tiene para decirte en medio de tu dolor y el fragmento Cómo el evangelio transforma nuestra visión del sufrimiento.

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