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De los Diez Mandamientos que Dios le dio a Israel, quizás ningún otro ha provocado más controversia y debate que el cuarto de esa lista: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo” (Éx 20:8). ¿Se mantiene el mandamiento del día de reposo en la actualidad?

Los que responden negativamente a la pregunta no están sugiriendo que el día de reposo o sabbat fue un mandamiento de segunda importancia en el decálogo, una buena idea pero no algo obligatorio. No, el día de reposo sirvió como señal del pacto entre Israel y su Dios, desplegando un drama semanal que testificaba que Dios era un Creador poderoso (Éx 20:11) y un Redentor misericordioso  (Dt 5:15). En el día de reposo, Israel declaraba una dependencia total en su Dios de pactos, en su Señor, quién es más que capaz de sostener todavía a su pueblo y ellos guardaran sus palas, dejaran a un lado sus arados y descansaran de sus labores durante uno de los siete días de la semana.

La pregunta, entonces, no es si Israel debió haber guardado el día de reposo bajo el antiguo pacto, sino si los cristianos deben cumplirlo bajo el nuevo pacto. ¿Deben los cristianos guardar el día de reposo? La pregunta puede parecer absurda para algunos. Guardamos los mandamientos del uno al tres y del cinco al diez, ¿no es así? ¿Por qué omitimos el número cuatro?

Sin embargo, esparcidas por todo el Nuevo Testamento hay evidencia contundente de que, en Cristo y el nuevo pacto, el sabbat ha encontrado su cumplimiento.

Jesús: “Yo te haré descansar”

Cualquiera que lea los evangelios pronto descubrirá cuán crucial era el día de reposo para los judíos en la época de Jesús. El séptimo día marca el escenario de tantos enfrentamientos entre Jesús y los fariseos que ya esperamos problemas cuando leemos algo como: “Y era día de reposo…” (Jn 9:14).

Estrictamente hablando, los únicos mandamientos que Jesús rompió en el día de reposo pertenecían a la tradición judía, no a la ley divina. En su celo por definir exactamente lo que una persona podía y no podía hacer en día de reposo, los líderes judíos pusieron sobre las espaldas del pueblo una carga espiritual más pesada que cualquier carga física (Mt 23:4). Jesús atacó tales tradiciones con la vehemencia de alguien que podía ver más claramente: “El día de reposo se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo” (Mr 2:27).

La primera venida de Cristo no abolió el reposo; más bien, marcó el comienzo de un tipo de descanso más profundo del que el sabbat podría ofrecer

Sin embargo, aunque Jesús nunca dejó de cumplir el cuarto mandamiento, sí insinuó que un cambio podría avecinarse para el día de reposo. Si pudiéramos eliminar la división de capítulos entre Mateo 11 y 12, podríamos notar las siguientes palabras cautivadoras de Jesús (en el contexto inmediatamente anterior a las controversias del día de reposo en Mateo 12:1-14): “Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar” (Mt 11:28). El descanso ofrecido en el día de reposo ahora estaba siendo ofrecido en Cristo.

Una gran afirmación se esconde detrás de esta gran promesa: “Porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo” (Mt 12:8). D. A. Carson escribe:

“Que Jesucristo es el Señor del día de reposo no es solo una afirmación mesiánica de grandes proporciones, sino que plantea la posibilidad de un cambio o reinterpretación del día de reposo en el futuro, precisamente de la misma manera que su superioridad profesada sobre el templo sugiere ciertas posibilidades sobre la ley ritual” (From Sabbath to Lord’s Day, Desde el día de reposo hasta el día del Señor, pág. 66).

En Jesús, algo más grande que el día de reposo está entre nosotros.

Pablo: “Que nadie se constituya en juez de ustedes”

Dos pasajes del apóstol Pablo, en particular, explican las implicaciones del señorío de Jesús sobre el día de reposo. El primero es este:

“Por tanto, que nadie se constituya en juez de ustedes con respecto a comida o bebida, o en cuanto a día de fiesta, o luna nueva, o día de reposo, cosas que solo son sombra de lo que ha de venir, pero el cuerpo pertenece a Cristo” (Colosenses 2:16-17).

“Lo que Pablo dice aquí es extraordinario”, dice Tom Schreiner, “porque agrupa el día de reposo con las leyes alimenticias, festivales como la Pascua y las lunas nuevas. Todos ellos constituyen sombras que anticipan la venida de Cristo” (40 Questions About Christians and Biblical Law, 40 preguntas sobre los cristianos y la ley bíblica, pág. 212). Dado que Cristo ha venido, la observancia del día de reposo  ya no es un asunto de obediencia o desobediencia. Más bien, Pablo dice: “Que nadie se constituya en juez de ustedes”.

Romanos 14:5 tiene una afirmación igualmente sorprendente. Considera las palabras de Pablo junto con una declaración típica del antiguo pacto sobre el día de reposo.

“Por tanto, han de guardar el día de reposo porque es santo para ustedes. Todo el que lo profane ciertamente morirá” (Éxodo 31:14).

“Uno juzga que un día es superior a otro, otro juzga iguales todos los días. Cada cual esté plenamente convencido según su propio sentir” (Romanos 14:5).

Si un israelita del antiguo pacto estimaba que “todos los días eran iguales”, podría ser apedreado hasta la muerte (Nm 15:32-36). Sin embargo, es evidente que Pablo no sintió la necesidad de imponer el mandamiento del día de reposo a sus conversos gentiles. Algunos en Roma, al parecer, querían guardar el día de reposo  (y por eso estiman que “un día es mejor que otro”), tal vez se trataba de cristianos judíos que estaban deseosos de mantener las tradiciones de sus padres. Pablo no tenía ningún problema con esos cristianos, siempre y cuando se abstuvieran de presionar a otros para que los imitaran o de sugerir que la salvación dependía de la obediencia al día de reposo (cp. Gá 4:8-11).

Por el bien de la libertad cristiana y el amor mutuo, Pablo dice de manera simple y extraordinaria: “Cada cual esté plenamente convencido según su propio sentir” (Ro 14:5).

Hebreos: “Los que hemos creído entramos en ese reposo”

El autor de Hebreos nos acerca al corazón de la razón por la cual el nuevo pacto no requiere un descanso literal en el séptimo día. La primera venida de Cristo no abolió el reposo; más bien, marcó el comienzo de un tipo de descanso más profundo del que el sabbat podría ofrecer.

Según Hebreos 4, el día de reposo de Israel siempre apuntaba hacia un día mucho más grande: el día todavía futuro en el que toda la creación entrará de lleno en el descanso anunciado y prometido en Génesis 2:2-3, el primer séptimo día. “Queda, por tanto, un reposo sagrado para el pueblo de Dios” (Heb 4:9). Se acerca el supremo descanso sabático, cuando el pueblo de Dios disfrutará del trabajo sin fatiga, corazones sin pecado y una tierra sin dolor.

Sin embargo, aun ahora, insinúa Hebreos, sentimos las primeras oleadas del descanso venidero. En Cristo, ya hemos gustado “los poderes del siglo venidero” (Heb 6:5), incluyendo el descanso. “Porque los que hemos creído entramos en ese reposo” (Heb 4:3), según el autor de Hebreos. No “entraremos”, sino que ya “entramos”: en su totalidad más adelante, pero con toda certeza desde ya.

¿Y cómo entramos en ese descanso? No es, principalmente, poniendo a un lado nuestras labores semanales un día de cada siete, sino creyendo: “los que hemos creído entramos en ese reposo” (Heb 4:3). La fe en Jesucristo trae el reposo del séptimo día a todos los días.

Juan: “Estaba yo en el Espíritu en el día del Señor”

Por supuesto, cuando los cristianos de hoy hablan del día de reposo, casi nunca se refieren al séptimo día, sino al primer día: no al sábado sino al domingo. Pero, sorprendentemente, ningún escritor del Nuevo Testamento se refiere al domingo como el sábado. Cuando los cristianos judíos (y quizás algunos gentiles) observaban el día de reposo, lo hacían el sábado, como lo había hecho Israel durante siglos. Pero eso no significa que el domingo no tuviera un lugar especial en la iglesia primitiva. Las Escrituras sugieren que así fue, solo que con un nombre diferente: el día del Señor.

La frase “el día del Señor” aparece sólo en Apocalipsis, donde el apóstol Juan escribe: “Estaba yo en el Espíritu en el día del Señor” (Ap 1:10). Pero otros pasajes sugieren que el “día del Señor” simplemente puso un nombre a la práctica común de la iglesia de reunirse los domingos. En Éfeso, Pablo se reunió con la iglesia “el primer día de la semana… para partir el pan” (Hch 20:7). De igual manera, Pablo instruyó a los corintios que apartaran algo de dinero “el primer día de la semana” (1 Co 16:2).

El mundo y el diablo quieren que trabajemos aun mientras descansamos. Pero Jesús quiere que descansemos aun mientras trabajamos

Ninguno de estos pasajes muestra a la iglesia primitiva descansando, como si estuvieran considerando el domingo como su nuevo sábado. Richard Bauckham escribe sobre esto: “Para los primeros cristianos, el día del Señor no era un sustituto del día de reposo, ni un día de descanso, ni estaba relacionado de ninguna manera al cuarto mandamiento” (From Sabbath to Lord’s Day, Desde el día de reposo hasta el día del Señor, pág. 240). La mayoría de estos primeros cristianos probablemente necesitaban trabajar el primer día de la semana. (El domingo fue declarado día oficial de descanso en todo el Imperio romano solo bajo Constantino en el año 321 d. C.).

Sin embargo, los pasajes sugieren que los cristianos adoraban en el día del Señor. Quizás en la mañana antes del trabajo, quizás en la tarde después, los primeros creyentes se reunieron para alabar al que se levantó “muy de mañana, el primer día de la semana” (Mr 16:2; Mt 28:1; Lc 24:1; Jn 20:19). Cuando la piedra fue retirada de la tumba de Jesús en la mañana de Pascua, llegó el verdadero descanso sabático y trajo consigo un nuevo amanecer.

Señor de nuestros días

Entonces, ¿deberían los cristianos guardar el día de reposo?

En cierto sentido, no. Bajo el nuevo pacto, ningún cristiano está obligado a guardar el cuarto mandamiento como tal. Es posible que aún decidamos descansar un día de cada siete y, de hecho, la sabiduría parece apoyar la práctica de imitar el patrón seis y uno del propio Dios (Gn 1:1–2:3). Especialmente en un tiempo en el que muchos pueden trabajar en cualquier momento y en cualquier lugar (respondiendo correos electrónicos después de la cena, atendiendo llamadas los fines de semana), así sea por uno de cada siete días, puede ser bueno para nosotros decir: “Trabajé ayer, trabajaré mañana, pero hoy descanso y adoro”.

Sin embargo, en otro sentido, los cristianos deberían guardar el día de reposo siempre. Aquí encontramos una conexión entre el sabbat judío y el día del Señor cristiano. Andrew Lincoln dice:

“En el Antiguo Testamento, el descanso físico literal del sabbat apuntaba al descanso futuro; pero ya que Cristo ha traído cumplimiento en términos de reposo salvífico, es el disfrute presente de este reposo lo que actúa como el anticipo del reposo de consumación que está por venir. En otras palabras, es la celebración del reposo que ya tenemos a través de la resurrección de Cristo en el día del Señor lo que ahora anticipa y garantiza el reposo que está por llegar” (From Sabbath to Lord’s Day, Desde el día de reposo hasta el día del Señor, pág. 399).

Cada día del Señor, volvemos a Jesús, cansados ​​y cargados (Mt 11:28). Seguimos el rastro de la sombra del día de reposo hasta su fuente (Col 2:17). Oímos de nuevo en la distancia los sonidos de la futura fiesta del día de reposo; vislumbramos nuevamente por fe el resplandor de “miríadas de ángeles” (He 12:22). Miramos de nuevo a la tumba vacía y escuchamos a Cristo decir: “Paz a ustedes” (Lc 24:36). En otras palabras, encontramos descanso, el tipo de descanso que permanece mucho después de que ha pasado el domingo.

Sin experimentar regularmente este tipo de descanso y con un poder especial cada día del Señor, importa poco cuánto descanso le demos a nuestro cuerpo. Nuestro descanso será inquieto y nuestro trabajo se convertirá en un intento desesperado de asegurarnos el descanso que no hemos encontrado en Cristo. Ni el perezoso (que trabaja durante el fin de semana) ni el adicto al trabajo (que no tiene fin de semana) han aprendido todavía a disfrutar el descanso del verdadero día de reposo.

No es así con aquellos que han escuchado y aceptado la invitación de Jesús: “Vengan a Mí… Tomen Mi yugo sobre ustedes… y hallarán descanso para sus almas” (Mt 11:28-29). El mundo y el diablo quieren que trabajemos aun cuando descansamos. Pero Jesús quiere que descansemos aun cuando estamos trabajando. Es aquí, en este descansar y trabajar saturados de Cristo, donde vivimos el día de reposo hoy.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Equipo Coalición.
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