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Todo cristiano tiene una postura hacia la cultura en la que estamos inmersos. Todos tenemos opiniones sobre cómo relacionarnos con el Estado, cómo ver nuestras diferencias culturales con los demás, qué pensar de la democracia o el secularismo, o cómo entender  toda clase de productos culturales —y por ellos me refiero no solo a música y películas, sino también a universidades, filosofías y avances sociales.

Como un pueblo apartado para Dios en un mundo donde existe mucha diversidad y donde  tanto la gracia común como el pecado, lidiar con la cultura que nos rodea es inevitable. La pregunta no es si ya tenemos una opinión, articulada o no, sobre la cultura, sino si nuestra postura al respecto es bíblica o no. Saber si tenemos una postura bíblica no es tan simple como parece. En especial por nuestra tendencia equivocada a armar una cosmovisión cristiana sobre la base de versículos sacados de su contexto amplio.

¿Cómo podemos entender bíblicamente nuestra relación con la cultura? En Cristo y la cultura: Una nueva aproximación, D. A. Carson —uno de los principales eruditos bíblicos hoy— nos ayuda a responder esta pregunta mientras revisa la obra más importante de Richard Niebuhr (1894 – 1962).

Niebuhr revisado

Tal vez no has oído de Niebuhr antes, pero él ha sido uno de los pensadores más influyentes en la iglesia en el último siglo. Su libro Christ and Culture (Cristo y cultura), publicado hace 70 años, aún es lectura requerida en algunos seminarios cristianos. Esta obra tiene un impacto en muchos teólogos, misioneros y pastores y, por tanto, en iglesias que no saben sobre Niebuhr, pero son influenciadas por él de formas indirectas.

Niebuhr plantea en su libro que hay cinco modelos bíblicos según los cuales podemos relacionarnos con la cultura. Estos modelos enfrentados son cinco respuestas cristianas típicas frente a la cultura, de las cuáles podríamos tomar una para nuestro contexto, tal y cómo lo hicieron varias figuras de la historia de la iglesia en sus contextos (hombres como Lutero, Agustín, Tertuliano, etc.). Aunque esta reseña no es el espacio para explicar tales modelos, vale la pena señalar que Niebuhr los nombra como: (1) Cristo contra la cultura; (2) el Cristo de la cultura; (3) Cristo por encima de la cultura; (4) Cristo y la cultura como paradoja; y (5) Cristo, el transformador de la cultura. Tales nombres pueden darte alguna idea sobre qué tratan.

Ante los retos que plantea el siglo XXI para la iglesia, es importante preguntarnos: ¿en serio la Biblia enseña cinco modelos de interacción que podemos escoger para relacionarnos bíblicamente con la cultura? Carson no está convencido de eso y busca explicarnos por qué, exponiendo los modelos propuestos por Niebuhr en los propios términos de Niebuhr (algo útil si no estás familiarizado con ellos) y analizándolos mientras propone una alternativa que encuentra más bíblica (capítulos 1-2).

¿Cuál es esa alternativa que nos ayudará a entender mejor el tema de Cristo y la cultura? Considerar los grandes puntos de la teología bíblica simultáneamente para dejar que sea ella —y no algún patrón basado solo parcialmente en la Escritura— la que moldee nuestro acercamiento a la cultura en nuestros varios contextos. “Los grandes puntos de inflexión en la historia de la salvación, tomados en su conjunto, constituyen un conjunto de elementos innegociables cuando intentamos abrirnos camino hacia un entendimiento estable de cómo debemos pensar los cristianos en las relaciones entre Cristo y la cultura” (p. 117, énfasis de Carson). Estos grandes puntos de inflexión —momentos cruciales en la historia bíblica— incluyen la creación y la caída, la institución del nuevo pacto, la consumación futura, etc.

Carson es convincente al argumentar que en la Biblia y en la historia de la iglesia no hay diferentes modelos bíblicos excluyentes como Niebuhr propone. De hecho, Carson argumenta que la clasificación que hace Niebuhr de los personajes históricos que adoptan los distintos modelos que él sintetiza es incorrecta (p. 80-81). También es persuasivo al señalar que al menos uno de los modelos de Niebuhr no tiene apoyo en la Escritura tal y como él lo propone (“El Cristo de la cultura”; p. 110). Carson explica que los modelos restantes son reduccionistas por sí solos, ya que no consideran todo el canon de las Escrituras, y más bien son componentes de un patrón mucho más amplio que entendemos mejor al dar atención a toda la historia bíblica y no solo a algunos versículos aislados.

Por ejemplo, y como más adelante afirma Carson, “En lugar de imaginar que Cristo contra la cultura y Cristo transformador de la cultura son posturas mutuamente excluyentes, la rica complejidad de las normas bíblicas, expresadas en la línea argumental de la Biblia, nos dice que a menudo ambas operan simultáneamente” (p. 318, énfasis del autor). ¿Por qué? Porque la historia bíblica muestra que Cristo está en contra de algunos aspectos de la cultura que nos rodea mientras hay cosas que Él afirma en la cultura y/o está transformando para su gloria hasta el día de la consumación del reino.

Cristo y la cultura

Cristo y la cultura

Andamio. 301.

¿Cómo podemos entender bíblicamente nuestra relación con la cultura? En Cristo y la cultura: Una nueva aproximación, D. A. Carson —uno de los principales eruditos bíblicos hoy— nos ayuda a responder esta pregunta mientras revisa la obra más importante de Richard Niebuhr.

Andamio. 301.

Carson profundiza en este análisis en el resto del libro (capítulos 3-6). Primero, reflexiona sobre el significado de “cultura” (un término que Niebuhr, explica Carson, no usa de manera coherente en su propuesta; p. 109) y el impacto del posmodernismo en esta conversación (capítulo 3). Luego busca modelar cómo la teología bíblica nos ayuda a responder a la muchas fuerzas culturales que ejercen presión sobre los cristianos, enfocándose en abordar cuatro de ellas: el secularismo, la democracia, la libertad y el poder (capítulo 4). Carson después reflexiona sobre la relación de los cristianos y el Estado (capítulo 5), concluyendo que no debemos ser simplistas al tratar este tema. Solo una buena teología bíblica nos ayudará a ser balanceados y bíblicos en nuestra aproximación, entendiendo que la relación con el Estado puede verse distinta en diversos contextos.

Por último, Carson analiza diferentes tratamientos que los cristianos han dado al tema de nuestra relación con la cultura. El autor muestra las fortalezas y debilidades de ellos, señalando por qué no debemos permitir que ninguno de ellos dominen nuestra visión en este tema (capítulo 6). Entre estos tratamientos se abordan el fundamentalismo, la visión de Lutero sobre los dos reinos, la visión de Kuyper, entre otros.

Carson argumenta que ninguna de estas visiones es suficiente como explicación total y universal acerca de cómo relacionarnos con la cultura. En cambio, debemos buscar tener una visión integral del mensaje de la Biblia, manteniendo las tensiones presentes en ella. Tensiones como el hecho de que estamos en el mundo sin ser de este mundo; y que Cristo es soberano sobre cada centímetro de la tierra aunque su reino no ha sido consumado.

Hacia una visión integral

Todo esto suena muy teórico, y en verdad lo es, pero tiene profundas implicaciones prácticas a las que Carson busca apuntar. Además, a pesar de que por momentos está más escrito para una audiencia angloparlante o europea, este recurso resulta necesario para la iglesia en el mundo hispano.

Por ejemplo, para muchos latinos es fácil pensar que lo que dice un pastor influyente en Estados Unidos u otro lugar, sobre cómo debemos abordar diferentes problemáticas en la sociedad, es la misma manera en que deberíamos conducirnos ahora, ya sea que vivamos en Argentina, Colombia o México. ¡No tan rápido! No dejemos que la globalización de la información en los medios y las redes sociales nos lleve a ser reduccionistas y generalizar cómo deberíamos caminar en el mundo. Una de las conclusiones de Carson es que…

“Vivan donde vivan, los que estén mejor informados no deben insistir en que la suya es la única manera de pensar responsablemente en las relaciones entre Cristo y la cultura (más amplia). Más bien, deben esforzarse al mismo tiempo por asimilar todos los puntos de inflexión en la historia de la redención y admitir que su propia localización cultural exige que algunos énfasis bíblicos tengan una prioridad más elevada que otros… ” (p. 141, énfasis del autor).

Asimismo, en nuestros países marcados por dictaduras pasadas o presentes muchos evangélicos tenemos la tentación de idealizar demasiado la democracia, cuando una teología bíblica robusta nos ayudaría a guardarnos de la idolatría en esta área y a tener expectativas más realistas sobre el poder del voto:

“Los cristianos que tengan un dominio firme de la línea argumental de la Biblia desde la Creación hasta la consumación de todas las cosas, aun cuando den las gracias por las libertades que ofrece la democracia, no pasarán por alto el hecho de que la democracia, dirigida por el pueblo (lo que podríamos llamar “el condominio del pueblo”), no puede competir en justicia con el condominio de Dios” (p. 193).

Esta es una mirada a solo un par de muchos ejemplos de cómo esta obra de Carson es relevante para nuestras iglesias. Por supuesto, debido a tantos matices y conceptos que el libro maneja, no es una lectura ligera. En especial si no estás familiarizado con algunos de teólogos y sociólogos con los cuales Carson interactúa. Sin embargo, sus puntos principales pueden ser comprendidos por el lector dispuesto a pensar en el tema.

Al mismo tiempo, ya que el libro confronta varias opiniones comunes para llamarnos a evitar el reduccionismo, es probable que no estés de acuerdo con algunas cosas que Carson expone. No obstante, puedes terminar cada capítulo siendo enriquecido por nuevas perspectivas para considerar. Como explica el autor, “la reflexión sobre Cristo y la cultura promete ser fructífera y reveladora: es la reflexión sobre una manera distinta de verlo todo, de una visión diferente, incluso cuando lo que estemos mirando sea lo mismo” (p. 143).

Creo que esto es necesario en nuestra época de polaridad creciente, pues siempre se nos exige tomar un bando en toda clase de debates donde a menudo hay falsos dilemas. Y los cristianos no estamos exentos de los falsos dilemas en nuestras iglesias. Supuestos dilemas como “tienes que escoger entre buscar la justicia en tu ciudad o predicar el evangelio”, “tienes que escoger si obedecer al Estado o someterte a Cristo” o “tienes que escoger entre buscar impactar tu cultura o esperar la segunda venida del Señor”. No es necesario ser simplistas. En esta clase de falsos opuestos entre posturas bíblicas, podemos (¡y debemos!) escoger ambas cosas con sabiduría. ¿Cómo? Buscando mantener el balance y las prioridades que la misma Biblia presenta al abordar estos temas, entendiendo que nuestro contexto demandará que hagamos algunos énfasis necesarios si hemos de ser fieles a Dios. Esto es lo que Carson nos motiva a hacer y agradezco eso.

En Cristo y la cultura, el autor no provee todas las respuestas a nuestras preguntas sobre el cristianismo y la cultura. Tampoco pretende intentarlo. En cambio, su meta es guiarnos a la Escritura y llamarnos a cultivar una visión integral de su mensaje para que nosotros mismos podamos llegar a conclusiones bíblicas en donde sea que el Señor nos haya puesto para que seamos sal y luz. Mi consejo, en especial para estudiantes y líderes: compra este libro y léelo con atención. Te ayudará a cultivar una cosmovisión más bíblica para conducirte con más sabiduría en nuestros días turbulentos.

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