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Los reveladores videos sobre las prácticas de “Planned Parenthood”, la organización más lucrativa de planificación familiar en Estados Unidos, han despertado la curiosidad de muchos sobre el destino eterno de esos adorables bebés que nunca llegaron a nacer. ¿Están esos niños que mueren en su infancia entre los perdidos? La misma pregunta se aplica para aquellos que llegan a vivir más allá de su niñez, pero quienes debido a una discapacidad cerebral o alguna otra limitación de sus facultades mentales, no tienen capacidad de discernimiento moral, deliberación o voluntad.

Esto es más que una cuestión teórica diseñada para la especulación, pues toca una de las experiencias más inquietantes de la vida, emocional y espiritualmente hablando: la pérdida de un niño.

El punto de vista que yo he adoptado es que todos los que mueren en la infancia, así como aquellas personas mentalmente discapacitadas, ya que son incapaces de tomar una decisión informada, se encuentran entre los elegidos de Dios, escogidos desde antes de la fundación del mundo para ser salvos. La evidencia para este punto de vista es escasa, pero significativa.

1. En Romanos 1:20 Pablo describe a los recipientes de la revelación general como aquellos “que no tienen excusa”. No pueden atribuir su incredulidad a la falta de pruebas, pues hay suficiente revelación en el orden natural acerca de la existencia de Dios como para establecer la responsabilidad moral de todos los que la presencian. ¿Podría esto implicar que aquellos que no han sido beneficiarios de la revelación general (infantes) no son, por lo tanto, responsables ante Dios o sujetos a Su ira? En otras palabras, ¿no tendrían “una excusa” los que mueren en la infancia, ya que estos no han recibido revelación general, ni tienen capacidad para responder a ella?

2. Hay textos que afirman o implican que los niños no distinguen la bondad de la maldad, y por lo tanto, carecen de capacidad para tomar informadas decisiones morales. De acuerdo a Deuteronomio 1:39, se dice que ellos “no tienen conocimiento del bien o del mal”. Sin embargo, esto en sí no garantiza la salvación de los infantes, puesto que todavía podrían ser considerados responsables por el pecado de Adán.

3. Debemos tener en cuenta la historia del hijo de David en 2 Samuel 12:15-23 (especialmente el versículo 23). El primer hijo de David y Betsabé fue herido por el Señor con una grave enfermedad hasta que murió. Durante los siete días antes de su muerte, David ayunó y oró, con la esperanza de que el Señor tuviese compasión de él, y que el niño pudiese vivir. Sin embargo, tras la muerte de su hijo, David se lavó, comió, y adoró. Al preguntarle por qué él había respondido de esa manera, David dijo: “Pero ahora que ha muerto, ¿por qué he de ayunar? ¿Podré hacer que vuelva? Yo iré a él, pero él no volverá a mí” (v. 23).

¿Qué significa cuando David dice: “Yo iré a él”? Si esto no es más que una referencia a la tumba o a la muerte, en el sentido de que David también morirá un día y será enterrado, uno se pregunta entonces, ¿por qué decir algo que indiscutiblemente es obvio? Además, pareciera que David estuviera experimentando cierta medida de consuelo en saber que va a “ir a él”, la cual es la razón por la que él reanuda la rutina normal de su vida, y el porqué del cese de su dolor. Es como si de esa verdad él estuviera extrayendo consuelo y aliento ¿Cómo podría ser algo de esto cierto si David se hubiera estado refiriendo a que simplemente iba a morir como su hijo? Más bien, pareciera ser que David realmente creía que él se iba a reunir con su bebé fallecido. ¿Implica esto que al menos este bebé en particular fue salvo? Quizás. Pero de ser así, ¿acaso nos justifica para construir una doctrina en la que afirmemos la salvación de todos los que mueren en la infancia?

4. El testimonio coherente de las Escrituras es que las personas son juzgadas en base a los pecados cometidos voluntaria y conscientemente en el cuerpo (ver 2 Cor. 5:10; 1 Cor. 6:9-10; Ap. 20:11-12). En otras palabras, el juicio eterno siempre es basado en el rechazo consciente de la revelación divina (ya sea en la creación, la conciencia, o Cristo) y en la desobediencia voluntaria. ¿Son los niños capaces de alguna de estas? Las Escrituras no presentan evidencia explícita de ningún otro juicio basado en otro fundamento. Por lo tanto, los que mueren en la infancia son salvos porque en verdad no pueden satisfacer las condiciones del juicio divino.

5. En relación al punto anterior, esto es lo que R.A. Webb afirma:

[Si un infante que ha muerto] fuese enviado al infierno en base al pecado original, la Mente Divina tendría una buena razón para juzgarlo, pero la mente del infante quedaría en una perfecta incógnita en cuanto a la razón de su sufrimiento. Bajo tales circunstancias, estaría consciente del sufrimiento, pero no tendría entendimiento acerca de la razón de su sufrimiento. No podría comunicarle a su prójimo, ni podría explicarse a sí mismo el porqué de tan terrible aflicción. Por lo tanto, todo el significado, la importancia de su sufrimiento, y la esencia misma del castigo estarían ausentes siendo que son un enigma consciente; y la justicia, entonces, quedaría decepcionada de su vindicación. Tal infante podría sentir que está en el infierno, pero no podría explicar a su propia conciencia la razón de estar allí.

6. Nosotros tenemos lo que pareciera ser una clara evidencia bíblica de que al menos algunos bebés son regenerados en el vientre, y si ellos hubiesen muerto durante su niñez, hubieran sido salvos. Esto proporciona al menos una base teórica para examinar si lo mismo pudiera ser cierto para todos los niños que mueren en la infancia. Como Ronald Nash señala: “Si este tipo de cosas sucede, aunque sea una vez, ciertamente pudiera ocurrir en otros casos”. Textos que apoyan esta teoría incluyen Jeremías 1:5 y Lucas 1:15.

7. Algunos han apelado a Mateo 19:13-15 (también a Marcos 10:13-16; Lucas 18: 15-17) donde Jesús declara: “Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque de ellos es el reino de los cielos”. ¿Está Él diciendo simplemente que si uno desea ser salvo, uno debe ser tan confiado como un niño (es decir, carente de escepticismo y arrogancia)? En otras palabras, ¿está Jesús simplemente describiendo el tipo de personas que entran en el reino? O ¿está diciendo que estos mismos niños han sido beneficiarios de su gracia salvadora? Si esto último fuera cierto, entonces Jesús estaría implicando que sabía que esos niños que estaba recibiendo morirían durante su infancia. ¿Es eso creíble?

8. Permítanme concluir con un argumento que es totalmente subjetivo, y por lo tanto, el valor de su evidencia es cuestionable. Dada nuestra comprensión del carácter de Dios como se presenta en las Escrituras, ¿te parece que Él es el tipo de Dios que condenaría eternamente a los niños basado solamente en la transgresión de Adán? De nuevo, esto es una pregunta subjetiva (y tal vez hasta sentimental). No obstante, merece una respuesta.

Yo solo puedo hablar por mí mismo, pero el primero, tercero, cuarto, quinto, y octavo punto me parecen que son lo suficientemente convincentes. Por lo tanto, yo creo en la salvación de los que mueren en la infancia. Afirmo su salvación. Pero no porque sean inocentes ni porque sean merecedores del perdón, sino solo porque Dios soberanamente los ha escogido para darles vida eterna, regenerar sus almas, y otorgarles los beneficios de la salvación por medio de la sangre de Cristo, aun sin una fe consciente.

Nota del editor: Este artículo ha sido adaptado y abreviado de Tough Topics: Biblical Answers to 25 Challenging Questions [“Temas difíciles: Respuestas bíblicas a 25 preguntas provocadoras”] (Crossway, 2013).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Andreina Lopez
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