La Reforma protestante surgida en Europa en el siglo XVI ocurrió por diversas razones. Estas son dos razones principales:
1) La crisis religiosa generalizada
La primera fue que la iglesia en Europa Occidental estaba en crisis, iglesia que teóricamente estaba unida bajo la autoridad del papa en Roma. Muchos de los papas eran corruptos y abusaban de su poder. La disciplina en la iglesia también era muy laxa. Se suponía que los sacerdotes debían ser célibes, pero muchos tenían concubinas e hijos ilegítimos que luego tenían que ser mantenidos con fondos de la iglesia que estaban destinados a otros fines.
Los servicios de adoración se llevaban a cabo en latín, que la gente común no entendía, y gran parte de la devoción popular estaba basada solo en supersticiones. Pero la educación estaba mejorando y más personas cuestionaban la legitimidad de la afirmación del papa de ser el representante o «vicario» de Cristo en la tierra y el sucesor del apóstol Pedro. Dos pasajes claves hablan sobre esto:
«Porque hay un solo Dios, y también un solo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre» (1 Timoteo 2:5).
«Y no llamen a nadie padre suyo en la tierra, porque Uno es su Padre, el que está en los cielos» (Mateo 23:9).
Se descubrió también que los documentos utilizados por los líderes de Roma para justificar sus afirmaciones habían sido falsificados y que la Biblia no los respaldaba.
2) La falacia de la salvación por indulgencias
La segunda razón principal por la que hubo una Reforma fue que muchas personas comunes querían acercarse a Dios. Estaban particularmente preocupados por lo que les sucedería cuando murieran. La iglesia estaba enseñando que la mayoría de ellos no eran lo suficientemente buenos para ir directamente al cielo, aunque la Biblia afirma que la salvación no es por obras o por méritos humanos:
«Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Efesios 2:8-10).
Pese a que la Biblia afirma algo diferente, los líderes de la iglesia católica enseñaban que toda persona que no obedecía a Dios sería enviada a un lugar llamado «purgatorio». Esto fue inventado en el siglo XII como una forma de consolar a las personas que sabían que el cielo estaba fuera de su alcance. En el purgatorio, a cada individuo se le daría una segunda oportunidad para librarse de sus pecados y eventualmente sería lo suficientemente bueno para ir al cielo. Sin embargo, la Escritura afirma: «Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio» (He 9:27).
La iglesia se ofreció a acelerar el proceso para salir del purgatorio al vender a sus feligreses lo que llamó «indulgencias». Una indulgencia era una especie de vale que les daba tiempo libre del purgatorio. Toda persona podía conseguir una haciendo algo para demostrar tu devoción a Dios como, por ejemplo, ir de peregrinaje o participar en una cruzada contra musulmanes o paganos.
Sin embargo, con el paso del tiempo también podrías comprar las indulgencias. Esta opción se convirtió en una forma popular de recaudación de fondos para la iglesia, pero significaba que las personas podían comprar la gracia de Dios sin mostrar ningún signo de devoción personal o arrepentimiento por el pecado. Fue el escándalo causado por la venta de indulgencias lo que motivó a Martín Lutero a protestar y que encendió la mecha que condujo a la Reforma en 1517.
Con el paso del tiempo, se definieron afirmaciones doctrinales como las cinco solas de la Reforma, las cuales establecen esa diferencia entre protestantes y católicos; y las doctrinas de la gracia, mismas que nos recuerdan uno de los textos emblemáticos de la Reforma porque representa la misericordiosa obra perfecta y suficiente de Cristo en la cruz: «Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá» (Romanos 1:16).