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El Evangelio de Mateo narra que el Espíritu Santo llevó a Jesús al desierto para que el diablo lo tentara (Mt. 4:1).[1] Es en este contexto donde Jesús cita Deuteronomio 8:3: “No solo de pan vivirá el hombre”. ¿Qué significa esta frase?

Para empezar, recordemos que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre (Jn. 1:14; Col. 2:9); en su humanidad —después de 40 días en el desierto— tuvo hambre (Mt. 4:2). Satanás vio esto como una oportunidad para poner tropiezo a Cristo, llevarle a mostrar Su poder, y satisfacer la necesidad que Él tenía en aquel momento: “Y acercándose el tentador, le dijo: ‘Si eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en pan’” (Mt. 4:3).

Jesús fue tentado después de no comer nada durante cuarenta días, ni siquiera langostas y miel silvestre (Mt. 3:4). ¡Nada! Él estaba solo, hambriento, y físicamente débil… ¡qué gran fortaleza nos mostró resistiendo al enemigo!

A cada tentación que leemos en Mateo 4, Jesús responde con la frase “escrito está”, citando Deuteronomio 8:3, como una manera de relacionar su tentación al peregrinar del pueblo de Israel por el desierto: “Pero Jesús le respondió: Escrito está: ‘No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’” (Mt. 4:4, cursiva añadida).

En Deuteronomio vemos cómo Dios sustentó a su pueblo con un alimento desconocido que Él hizo caer del cielo. El propósito era que Israel aprendiera a vivir de todo lo que viene de la boca de Dios (Dt. 8:1-3).

Por lo tanto, las palabras que Jesús responde a Satanás nos enseñan que nuestra confianza no debe estar en la provisión, el alimento o el pan —ni siquiera en el pan milagroso—, sino en Dios y su Palabra. Cada Palabra que sale de la boca de Dios, vertida en las Escrituras, le revela a Él; esa revelación de sí mismo es el verdadero alimento que durará para siempre.

Dios le ha dado a los seres humanos una fuente de alimento verdadero para el alma: su Hijo Jesucristo, la Palabra encarnada, Dios el Hijo. Él es el pan del alma, y “el que se alimente de este pan vivirá para siempre” (Jn. 6:58). Nosotros necesitamos alimentarnos diariamente y compartir el Pan de vida para saciar el hambre espiritual del mundo.


[1] Es importante dejar claro que aunque la tentación fue ordenada por Dios no fue ejecutada por Él; porque Dios no tienta a nadie (Stg. 1:13).
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