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El matrimonio fue instituido primeramente en el Jardín del Edén. Es una unión monógama, física, emocional y espiritual entre un hombre y una mujer. Ese es el plan divino (Gn. 2:24). Alguien dijo que Dios diseñó el matrimonio para:

  • El compañerismo (Génesis 2:18).
  • Para evitar la fornicación (1 Corintios 7:2-5)
  • La procreación (Génesis 1:28; 1 Timoteo 2:15)
  • La protección de los hijos (1 Timoteo 5:8)
  • La felicidad. (Proverbios 18:22; Eclesiastés 9:9)
  • Contribuir al bienestar de la sociedad en general.

Desde el principio podemos ver entonces que la disolución del matrimonio no estaba contemplada ni permitida. Ahora bien, en la Biblia sí vemos que el divorcio es mencionado. Es por eso que es importante explicar bien la razón por la que este asunto es traído a Moisés, a Jesús y aun a Pablo, y reafirmar la posición de Dios sobre el mismo. Veamos dos instancias en el Antiguo Testamento y dos en el Nuevo, para entonces comentar sobre las mismas.

El divorcio en el Antiguo Testamento

1) Deuteronomio 24:1-4

Aquí vemos que Moisés concedió cartas de divorcios a los hombres si encontraban algo indecente en sus esposas. No está muy claro todo lo que indecente implicaba, porque podían ser desde faltas mayores hasta que la esposa quemara la comida. La ley decía que si la mujer era encontrada en adulterio, la sentencia era apedrearla hasta la muerta. Así que lo indecente eran otro tipos de faltas que no incluían el adulterio. En la ley, el matrimonio era algo serio: si alguien quería divorciarse de su esposa, se buscaban dos testigos para que constara el divorcio, pero también para que alguno de ellos se hiciera cargo de ayudar en el sostén de esa dama.

2) Malaquías 2:13-16

Aquí Dios está siendo enfático en que Él odia, aborrece y detesta el divorcio. La institución sagrada del matrimonio no fue establecida con una cláusula de divorcio. El divorcio vino como consecuencia del pecado y de la maldad del hombre. Moisés se vio obligado a dar cartas de divorcio, pero antes de que culminara el Antiguo Testamento, Dios mismo confirma cuál es su posición ante tan nefasta decisión de las parejas.

El Divorcio en el Nuevo Testamento

Mateo 19:3-12

¿Qué está sucediendo aquí? Los fariseos tratan, nuevamente, de probar y ver si pueden sorprender a Jesús. Le preguntan si era lícito o correcto el dar carta de divorcio por cualquier cosa. Lo que aquí demuestra es la interpretación que ellos habían hecho al porqué Moisés permitió el asunto del divorcio.

Sin embargo, Jesús aclara la posición de Dios sobre el matrimonio. Él corrige a los fariseos y explica que Moisés se vio obligado a dar cartas de divorcio por la dureza del corazón de ellos, no porque fuera el deseo de Dios. Entonces, Jesús da como única razón válida para el divorcio la porneia (inmoralidad sexual),un término que abarcaba una amplia gama de pecados sexuales. Pero aun en sus palabras podemos notar que es más una excepción, no un deseo (cp. Mt. 19:6,8).

1 Corintios 7:1-16

Aquí Pablo da una amplia y extensa explicacion sobre el matrimonio. Pablo recalca que el Plan de Dios es una entrega total del hombre a la mujer y viceversa. La excepción para separarse es para orar y por acuerdo mutuo. En otras palabras, un creyente no debe separarse de su cónyuge por ninguna otra razón, y si se separa para orar, debe haber mutuo acuerdo. No puede ser una decisión unilateral.

Observe que Pablo añade como una causa de divorcio el que un cónyuge no-creyente abandone al creyente. Permítame explicar esto. Pablo lo único que está aceptando aquí como razón para el divorcio y el re-casamiento es que el cónyuge que no es creyente decida dejar o abandone al que si es creyente. En ese caso, el creyente queda libre de rehacer su vida y volver a casarse.

Es importante entender esto porque algunos pudieran enseñar que “si su cónyuge no es creyente, usted lo puede dejar, ya que es yugo desigual”. Si usted se unió en matrimonio siendo creyente con un no-creyente, usted forjó un yugo desigual y dos cosas pasaron: o no tuvo una buena consejería pre-matrimonial, o la tuvo y no hizo caso. Ahora no es tiempo de divorciarse. Ahora es el momento de dar testimonio de que eres un verdadero creyente y orar por su cónyuge. En 1 Corintios 7:16, Pablo instruye al creyente a dar testimonio, porque no sabemos si Dios salva a su cónyuge a través de su testimonio.

Como consejero matrimonial y como pastor, muchas veces recibo en mi oficina a cónyuges que quieren divorciarse porque la otra parte no viene a la iglesia y vive una vida desordenada, aunque respeta sus convicciones. Si este es su caso, usted no se puede divorciar. Usted tiene que seguir orando y dando testimonio. Dé ejemplo: sea buen cónyuge, buen padre o madre, cumpla con lo que de usted se espera, dentro y fuera del hogar, sea ejemplo de lo que es ser un creyente. La otra parte entréguesela a Dios.

Yo he sido testigo de lo que cónyuges fieles a Dios y sus familias han experimentado a largo plazo: Dios puede cambiar los corazones. Usted y yo no somos el Espíritu Santo, no condenemos a nuestros cónyuges ni tratemos de convertirlos; solo seamos fieles a Dios y démosle ejemplo.

Un llamado a permanecer juntos

Muchos han sufrido los estragos del divorcio, pero no están condenados a repetirlos. Le invito a considerar el estado de su matrimonio, pero también los efectos y el costo de lo que sería un divorcio. Estoy consciente de que puede estar atravesando una situación difícil. Quizás se encuentra en un estado de desesperanza, donde piensa que ya no puede aguantar más. Quizás ha sido muy difícil la carga sobre tus hijos. Pero un divorcio siempre, siempre es doloroso. ¡No se rinda!

Reconozco que cada caso tiene sus características, y siempre recomendamos ir a consejería matrimonial pastoral antes de tomar cualquier decisión. Exhorto a que se intente por todos los medios trabajar el matrimonio. Aun en casos de infidelidad, creo que la gracia y misericordia de Dios son suficientes para trabajar el matrimonio, reconciliar a la pareja y restaurar a los afectados. Como pastores tenemos un compromiso en proteger a las víctimas, pero debemos estar dispuestos a trabajar, ayudar y restaurar al victimario.

Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes. Sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el vínculo de la unidad”, Colosenses 3:12-14.

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