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Recientemente en mi país de origen, Puerto Rico, un artista muy famoso estuvo hospitalizado en cuidados intensivos por una condición pulmonar. Su condición fue en deterioro, llevando a sus amigos y familiares a solicitarle al pueblo a que se uniera en oración. La clase artística respondió al llamado e invitó a varios ministros cristianos a que en un programa televisivo, en vivo y a todo color, levantaran una oración por la salud del artista. Allí, varios de estos “desataron vida sobre el cuerpo”, “decretaron un milagro” y “lo declararon sano”. ¿Qué pasó? Lamentablemente, el artista murió dos días después. Luego de este fallecimiento, muchos se preguntaron qué pasó con las oraciones de los ministros en aquel programa televisivo. Leí en las redes sociales cómo muchas personas le echaron la culpa a Dios porque no escuchó la oración ni el clamor de aquellos que oraron por el artista.

 Orando bíblicamente

Aunque es muy lamentable el fallecimiento de cualquier persona, quiero ayudarles a entender que la manera que oraron estos ministros y la manera en que muchos oran hoy en día no es bíblica. ¿La Biblia nos llama a orar por los enfermos? Claro que sí: en Santiago 5:14 está claro que lo debemos hacer. Cuando oramos, estamos convencidos de que Dios tiene el poder de sanar a los enfermos. Pero es importante que jamás perdamos de perspectiva que debemos respetar la soberanía de Dios.

Sin embargo, hay muchos que en sus oraciones le ordenan a Dios, utilizando palabras como “decreto, declaro, te ordeno y desato”. Estos que oran así piensan que tienen el poder y la autoridad de mover la mano de Dios. Esa es una actitud irreverente e irrespetuosa. Ni usted ni yo conocemos los planes de Dios, y tampoco Dios está sujeto a nuestras demandas y exigencias.

Cuando oramos demandando nos colocamos a nosotros como dueños y a Dios como esclavo. Ese tipo de oración no solo son erradas sino que son antibíblicas. ¿Por qué? Porque colocan a Dios como el genio de la lámpara que está al acceso de nuestros pedidos para concedernos lo que deseamos. Cuando oramos de esa manera lo que traemos es preguntas y confusión, especialmente en los nuevos creyentes, y aún más en los inconversos.

La pregunta que muchos se deben estar haciendo es: “Entonces Pastor, ¿cómo debemos orar?”. Debemos orar como Jesús les enseñó a los discípulos: “Padre nuestro…Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”, Mateo 6:9-10. En otras palabras, en toda oración que le hacemos al Padre, siempre debemos pedir que se haga Su voluntad y no la nuestra. Algunas veces, Su voluntad puede ser contraria a la nuestra y no la podamos entender, pero debemos aceptar que Él es soberano y que tiene propósito en todo lo que hace y en todo lo que permite. Concluyo con unas palabras de Martín Lutero: “La oración no es para cambiar los planes de Dios. Es para confiar y descansar en Su soberana voluntad”. ¡Dios te Bendiga!

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