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Nota del editor: 

Para profundizar más en este tema y también conocer una perspectiva diferente, te invitamos a leer este otro artículo escrito en colaboración con nuestro Concilio Pastoral.

Las iglesias se esfuerzan por descubrir cómo amar y cuidar bien a las personas ante un desafío sin precedentes. Si bien podemos aprender de algunos ejemplos históricos, la tecnología nos ofrece nuevas oportunidades para cuidar y guiar a las personas a través de esta crisis. 

Es esencial que los pastores hagan lo que puedan hacer para animar y alimentar a las personas, incluso cuando no podemos reunirnos físicamente. Esto ha hecho surgir la interrogante sobre cuál es la mejor manera de reunirnos —si transmitir servicios en vivo, proporcionar una guía de liturgia para practicar en casa, o cerrar por completo— junto con las preguntas apropiadas sobre las ordenanzas del bautismo y la Cena del Señor. Los desafíos y el sufrimiento nos brindan un terreno fértil para resolver consideraciones teológicas más profundas, y no debemos desperdiciar esa oportunidad. 

La iglesia nunca cierra, aún cuando se ha limitado nuestra capacidad de reunirnos físicamente. 

El bautismo

En Mateo 28:19, Jesús ordena: “Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Según tengo entendido, el bautismo es la proclamación única de la promesa del pacto de Dios que se ha materializado en la vida de una persona solo por la gracia de Dios, solo por fe, solo en Cristo.

Es esencial que los pastores hagan lo que puedan hacer para animar y alimentar a las personas, incluso cuando no podemos reunirnos físicamente

En general, es mejor bautizar con la celebración y los testigos de la iglesia universal, manifestada en una iglesia local en particular. Sin embargo, existe un precedente bíblico para la flexibilidad, dependiendo de las circunstancias. Vemos esto en Hechos 8:38, con el bautismo que Felipe realizó del eunuco etíope, aunque debemos tener cuidado de no leer e interpretar el Libro de Hechos como necesariamente normativo para la práctica de la iglesia de hoy. También hay algo que debe destacarse en la renuencia de Pablo a vincular el bautismo de cualquier persona con su ministerio (1 Co. 1:10-17), enfatizando el evangelio en lugar del oficiante bautismal.

Sabemos que los cristianos están llamados a hacer discípulos y participar en el bautismo de nuevos seguidores de Cristo. Debido a la naturaleza temporal de la crisis actual, alentaríamos a las personas a esperar para ser bautizadas, pero hay gracia en este punto de vista. Si alguien se enfrenta a la muerte u otra urgencia similar, podemos seguir el ejemplo de Felipe.

La Cena del Señor

Mientras que el bautismo es un evento que ocurre una vez, la Cena del Señor es una celebración continua en la iglesia. Nuestra iglesia celebra la Cena del Señor semanalmente. Esto hace que la discusión sobre esta ordenanza sea más complicada.

Para nosotros ya era algo apremiante en los últimos dos domingos mientras debatíamos si extender o no la práctica de nuestra iglesia. Elegimos continuar observando la Cena del Señor a través de este tiempo sin precedentes. Estos son algunos de los factores que llevaron a nuestra decisión.

1. Esta no es la norma

Existe un precedente bíblico para la flexibilidad en el bautismo, dependiendo de las circunstancias

La discusión sobre si celebrar o no la Cena del Señor como una práctica normativa mientras la iglesia está dispersa, no es lo mismo que discutir sobre si se pueden hacer cambios temporales para acomodar circunstancias anormales. Es cierto que nada puede igualar a la iglesia reunida físicamente en adoración.

Aún así, proporcionar un ritmo regular durante un tiempo muy irregular puede ayudar a nuestra iglesia a enfocarse en Cristo. Parece peligroso e inútil escribir categóricamente sobre lo que debe hacerse en tiempos tan inestables y temporales. 

2. Esto no es lo ideal

Nuestras reuniones virtuales no son más que sombras de nuestras reuniones de adoración en persona. Y también es cierto que nuestros patrones normales de reunión son sombras de lo que vendrá en la eternidad. La tecnología nos ofrece formas de estar presentes el uno con el otro, incluso estando físicamente distanciados. Nuestros grupos comunitarios continúan compartiendo comidas, abriendo la Biblia juntos, y orando unos por otros. Si bien es una sombra de estar en la misma habitación, todavía es alentador para nuestros corazones reunirnos en la medida de nuestras posibilidades.

De la misma manera que no es ideal administrar la Cena del Señor individualmente para los enfermos y encerrados, es mejor que privar a un santo en sufrimiento del alimento espiritual que viene a través de la ordenanza, por lo que puede ser mejor practicar una sombra de nuestras reuniones mientras nos vemos obligados a estar dispersos. 

3. No somos sacerdotales

Los elementos en sí no obtienen ningún poder especial de mis manos porque soy pastor. A la luz de este desafío temporal, aunque no podemos estar juntos físicamente, seguimos creyendo en el sacerdocio de todos los creyentes y en la importancia del estímulo que los cristianos reciben a través de la Cena del Señor. Como Juan Calvino explica en La institución de la religión cristiana:

“Lo que hasta ahora hemos expuesto de este sacramento muestra suficientemente que… fue instituido para que los cristianos usasen con frecuencia de él a fin de recordar a menudo la pasión de Jesucristo, con cuyo recuerdo su fe fuese mantenida y confirmada y ellos se exhortasen a sí mismos a alabar a Dios, y a engrandecer su bondad. […] Habría que proponer la Cena del Señor a la congregación de los fieles por lo menos una vez a la semana, exponiendo las promesas que en ella nos mantienen y sustentan espiritualmente… Todos a una, como hambrientos, se unirían para saciarse de este alimento”.

4. Estamos unidos espiritualmente

Si bien es cierto que 1 Corintios 11 enfatiza la Cena del Señor “cuando se reúnen”, también es cierto que Pablo se considera espiritualmente presente con los corintios mientras practican la disciplina en la iglesia (1 Co. 5:3).

Además, Colosenses 2:5 refleja el corazón del pastor para una iglesia con la que no puede reunirse en persona: “Porque aunque estoy ausente en el cuerpo, sin embargo estoy con ustedes en espíritu, regocijándome al ver su buena disciplina y la estabilidad de la fe de ustedes en Cristo”. Es poderoso y conmovedor saber que nuestra iglesia local está reunida (aunque sea virtualmente) para adorar juntos en una temporada de incertidumbre.

A medida que presentamos la Cena del Señor, continuamos enfatizando la comunión de los santos en la presencia de Dios, confiando en que la presencia de Dios no está vinculada a ninguna edificación. Los servicios transmitidos son para nuestra iglesia, bajo la autoridad de nuestros pastores y ancianos, incluso si otros sintonizan mientras lo hacemos.

5. Hay un precedente bíblico para la flexibilidad del día de reposo

Jesús fue confrontado repetidamente por no guardar las expectativas de los líderes religiosos en el día de reposo. Continuó sanando personas (Lc. 13:10-17) y desafiando las normas (Mt. 12:1-8), citando ejemplos en la ley y en la vida de David de circunstancias atenuantes que conducen a una flexibilidad de las normas sabáticas. Estamos en una circunstancia atenuante. Si una iglesia elige no observar la Cena del Señor, pueden mirar hacia adelante para celebrarla nuevamente cuando las personas puedan reunirse físicamente.

Es poderoso y conmovedor saber que nuestra iglesia local está reunida (aunque sea virtualmente) para adorar juntos en una temporada de incertidumbre

Del mismo modo, si una iglesia decide extender la práctica de la Cena del Señor, pueden anticipar cuán dulce será celebrar cuando nuevamente se reúnan físicamente.

A medida que los pastores y los ancianos disciernen lo que es mejor, dentro de los límites de las Escrituras, hay una medida de flexibilidad para su iglesia. 

6. Hay un precedente bíblico para la Cena del Señor mientras estamos dispersados

Hechos 2:42-47 muestra el poder del testimonio de la iglesia como comunidad, y que el testimonio de la iglesia no se limita a eventos individuales como asambleas. A medida que las personas se reunían en los patios del templo y partían el pan en sus hogares, sus corazones eran nutridos y alentados. Adoraban a Dios juntos, y “el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos”.

Cada vez que los cristianos comparten una comida juntos, reflejan a Cristo como el que ha servido la mesa para su amistad y unidad, lo cual es una sombra de nuestra unidad en la Cena del Señor. Festejamos en anticipación del último banquete en las bodas del Cordero, y brindamos por nuestro Rey resucitado y su reino.

Lo mismo se puede aplicar para la situación temporal mientras nuestras iglesias continúan reuniéndose con familias, grupos pequeños, o reuniones de Zoom. Alentamos a nuestros miembros a preparar lo mejor que puedan los elementos antes de que nuestros servicios comiencen, y a prepararse lo mejor que puedan para participar durante todo el servicio. 

Cristo aún nos alimenta, incluso en tiempos de incertidumbre

Todos estos argumentos pueden aplicarse al resto de la liturgia dominical: el llamado a la adoración, confesión y seguridad, cantar juntos, escuchar la Palabra de Dios, orar juntos, recibir la proclamación de la Palabra de Dios a través de la predicación, el llamado a adorar a través de ofrendar, y enviar afuera a través de una bendición. 

Por supuesto, es mejor estar juntos físicamente. Si Dios quiere, lo estaremos. Por ahora, hacemos nuestro mejor esfuerzo para continuar proporcionando a las personas lo que solo la iglesia de Jesús puede proporcionar. Incluso si es una sombra de nuestros ritmos y reuniones normales, es una sombra que nos señala a la realidad final y esperanza a la cual nos aferramos en momentos de sufrimiento e incertidumbre. El bautismo y la Cena del Señor, cuando se celebran con fe genuina, confirman y nutren al creyente en Cristo, aún si se celebran en línea.

Cualquiera que sea la conclusión a la cual llegues en esta discusión, extendamos caridad a los demás. Los pastores y las iglesias deben trabajar duro para poner en práctica nuestra teología y eclesiología ante los nuevos desafíos. Tenemos la oportunidad de señalar a las personas la única fuente de esperanza frente a la incertidumbre y el sufrimiento. En tiempo y fuera de tiempo, proclama la Palabra de Dios y las excelencias de Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a la luz.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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