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Hace unos años tuve la oportunidad de vivir en los Estados Unidos junto a mi esposo. Al principio de nuestro tiempo allá, el pequeño apartamento en el que vivíamos tenía solo las cosas más básicas que necesitábamos, como una cama en la cual dormir. En esas primeras semanas, uno de los jefes de mi esposo estaba de visita y decidimos invitarlo a nuestra casa a almorzar. Compramos un pequeño juego de comedor para ese almuerzo. Esa visita para nosotros fue especial, le habíamos dicho que no teníamos casi nada en nuestro hogar, y aun así él quiso ir y con toda humildad compartir alimentos con nosotros. Nuestro huésped era mayor que lo que podíamos ofrecer.

En nuestras vidas como creyentes, tenemos un huésped al que aun lo mejor que podamos ofrecerle se queda corto comparado con su grandeza, uno que ha decidido vivir en nosotros, en una morada indigna para el más digno de todos.

Algo mucho mejor

Luego de que Cristo Jesús viniera y pagara la deuda por nuestros pecados al morir en una cruz y resucitar de entre los muertos, Él le garantizó a sus discípulos que les convenía que Él partiera. ¿Por qué? Porque enviaría al Consolador a habitar en nosotros: “Pero Yo les digo la verdad: les conviene que Yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes; pero si me voy, se Lo enviaré” (Jn. 16:7).

No puedo imaginarme algo tan extraordinario como caminar al lado de Jesús. Sin embargo, Él dijo que era mejor que se fuera, porque lo que vendría sería mucho mejor.

Una de las grandes verdades de nuestra vida como creyentes es esta: El Dios santo, santo, santo hace morada en pecadoras como tú y como yo a través del Espíritu Santo.

Una de las grandes verdades de nuestra vida como creyentes es esta: El Dios santo, santo, santo hace morada en pecadoras como tú y como yo a través del Espíritu Santo. No sé si has pensado en lo glorioso de esta verdad. Analiza tu vida y piensa por un momento en los peores pensamientos que has tenido, en las peores palabras que has dicho, o en lo peor que has hecho como creyente… todo ha sido con Cristo viviendo en ti.

Grandes implicaciones

El Dios en el cual no hay pecado alguno decidió hacer morada en pecadores como nosotros, y esto tiene grandes implicaciones para nuestras vidas. Quiero compartir algunas contigo.

1. Nuestra identidad está en Él.

El hecho de que Cristo vive en mí define lo que soy. Mi identidad no está en mi pasado o en mis malas decisiones, mi identidad está en lo que soy en Él. Soy hijo de Dios comprado a precio de sangre, y le pertenezco a Él.

“Pues ustedes no han recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que han recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: “¡Abba, Padre!” El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios”, Romanos 8:15.

El Espíritu Santo viviendo en nosotros es el sello de nuestra adopción y nuestra identidad como hijos de Dios.

2. Dios nos ha dado la relación más personal.

No hay relación más personal que el hecho de que Cristo viva en nosotros. Recordemos una vez más lo que dice Juan 16:7: “Pero yo les digo la verdad: les conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes; pero si me voy, se los enviaré”. El Espíritu Santo en nosotros es más conveniente que tener a Jesús caminando entre nosotros. No hay relación más personal que el Dios de los cielos viviendo dentro de ti.

El Espíritu Santo viviendo en nosotros es el sello de nuestra adopción y nuestra identidad como hijos de Dios.

3. Cristo en nosotros es nuestro mayor consuelo en el dolor.

“Y yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre; es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero ustedes sí le conocen porque mora con ustedes y estará en ustedes”, Juan 14:16.

Tenemos la bendición de que el mayor consuelo en medio del sufrimiento vive en nosotros. La Roca que es más alta, el refugio en medio de la tempestad, no está con nosotros, vive en nosotros, y está siempre atento a nuestro clamor.

4. El Espíritu nos ayuda a entender su Palabra e intercede por nosotros.

Tú y yo necesitamos la Palabra de Dios y podemos entenderla debido a la morada del Espíritu Santo. “Pero cuando Él, el Espíritu de verdad venga, los guiará a toda la verdad, porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber lo que habrá de venir” (Jn. 16:13).

5. La morada del Espíritu Santo debe afectar la manera en la que vivimos.

“Digo, pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que ustedes no pueden hacer lo que deseen” (Gál. 5:16-17).

Si eres creyente, si te has arrepentido de tus pecados y Cristo es tu Señor y Salvador, el poder que levantó a Cristo de entre los muertos mora en ti, y por su obra en la cruz te ha librado de la esclavitud del pecado. Nosotros ya no necesitamos vivir conforme a los deseos de la carne, pues en Cristo tenemos lo que necesitamos para vivir una vida de piedad, una vida de cara a Dios, una vida que ande por el Espíritu.

Siempre con nosotros

El Espíritu Santo mora en nosotros. Esta es una verdad que, si la entendemos y valoramos, afectará toda nuestra vida. ¿Cómo cambiaría tu relación con Dios si vieras su presencia contigo como la de alguien real, más real que tú y que yo? ¿Qué pasaría si entendieras que ese sentimiento de convicción de pecado es Su propia voz? ¿Qué pasaría si comenzaras a ver el pecado no simplemente como el quebrantamiento de la ley sino más como una ofensa a Cristo que mora en ti? ¿Cómo cambiaría tu cristianismo si vieras que cuando pasas por el valle de sombra de muerte, Él es el que trae las promesas de las Escrituras a tu mente para confortarte?

Si lo viéramos de esa manera, como genuinamente es, nuestro cristianismo sería distinto. Sería uno que honraría a Cristo, quien vive en nosotros.

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