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A todos nos gustan los regalos.

Mi primo viajaba mucho por trabajo, y acostumbraba traer regalos a sus hijos. Después de un tiempo, al comunicarse por teléfono con uno de sus niños, lo primero que este le preguntó fue: “¿Qué me vas a traer?” Esto fue bastante incómodo para él, debido a que esencialmente no era tanto su regreso a casa lo que esperaban, sino los regalos que él traía.

A todos nos gustan los regalos, pero hay un peligro en deleitarnos más en el regalo, que en el dador del regalo. Del mismo modo, es triste la facilidad con la que el creyente pierde de vista los atributos de Dios tan espectaculares que se dan a conocer en sus regalos, y también somos tentados a perder de vista el propósito por el cual los da. El apóstol Santiago tiene algo que decirnos en cuanto a esto:

“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”, Santiago 1:17.

Este texto de Santiago hace varias cosas:

1. Nos ubica:

Los regalos vienen de arriba, de nuestro Dios, que es un Dios bueno y generoso, un Dios que da. Es el Dios Creador también de las estrellas y los astros del cielo (muchas veces deificados, tanto en esos tiempos como hoy).

2. Nos libra del engaño:

Se nos hace fácil creernos merecedores y creer que las buenas cosas que experimentamos son gracias a nosotros y nuestros esfuerzos. Santiago nos advierte de creer tal mentira.

3. Nos ayuda a recordar:

El texto nos deja ver un atributo de Dios que debemos recordar a medida que Él nos da sus regalos: Dios y su bondad son constantes. En Él no hay mudanza, no hay volubilidad o cambio. Tú y yo tenemos ‘’nuestros días’’ en los que somos más propensos a ciertas cosas, pero Dios no. ¡Qué consuelo es saber que en Él no hay mudanza! Él sigue ahí y es el mismo. Igual en Él no hay sombra de variación. La sombra cambia de posición conforme la tierra se mueve en relación al sol, y precisamente por eso Santiago nos recuerda arriba que nuestro Dios es el Padre de las luces. Él está por encima del Sol, y no se moverá.

Lo bueno de Dios no se mide en parámetros temporales, sino eternos. Es por ello que muchas veces algo que pudiera lucir ‘’bueno’’ —como ganar más dinero, mudarse a cierta ciudad, o hasta ganarse la lotería— resulta para muchos en su contra. Pero si hemos entendido que lo bueno de Dios es en proporción a lo eternamente relevante, su gloria, tenemos un ancla para no solo estar en plataforma para recibir las bondades de Dios, sino para disfrutar de Él. Además, en agradecimiento, podemos usar sus regalos de la manera más correcta: para Su gloria (Ro.11:36).

Preguntas a meditar:

1. ¿Qué atributos de Dios has podido experimentar en los últimos regalos que te ha dado?

2. ¿Hay algún regalo que estás disfrutando sin gratitud o no lo estás usando para Su gloria?

3. ¿Cómo puedes usar lo que Dios te da para Su propósito (Su gloria) a partir de hoy?

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