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El libro Santos y sinvergüenzas en la historia de Jesús, de Nancy Guthrie, es excelente en ayudarnos a comprender en qué consiste la eficacia del evangelio para transformar nuestras vidas. A continuación, te comparto algunas de mis frases favoritas en este recurso.


“El verdadero arrepentimiento siempre requiere ser dolorosamente específico con respecto a los pecados que lamentamos y de los que queremos alejarnos” (p. 20).

“Jesús dijo que su familia es todo aquel que hace la voluntad de Dios. Entonces, la forma de relacionarse con Él no es a través de la biología, sino a través de la obediencia” (p. 49).

“La familia de Jesús está compuesta de pecadores que hallaron gracia y perdón en Él” (p. 52).

“Cuando te unes a Cristo por la fe y te alimentas de Cristo al leer su Palabra, meditar en ella, participar de la Cena del Señor semana tras semana y permanecer en Cristo y entre su pueblo, el Espíritu Santo obra en ti y cambia las cosas que Él quiere cambiar” (p. 68).

“El verdadero cambio… no se percibe por medio de buenas intenciones, determinación personal, estricta responsabilidad o una decisión de la voluntad. Fluye en nuestras vidas cuando nos unimos a Jesucristo” (p. 70).

“La hipocresía pierde su poder cuando somos [sinceros] sobre la oscuridad de nuestro propio corazón en presencia de nuestros hermanos y hermanas” (p. 87).

“A medida que nos aferramos a Cristo, su pureza comienza a fluir en nuestras vidas, su sangre limpia nuestra impureza, y su perspectiva sobre lo que realmente importa comienza a confrontar nuestra perspectiva sobre lo que realmente importa” (p. 97).

“Hay esperanza para los hipócritas. Se encuentra en el evangelio: el evangelio de la vida perfectamente recta de Cristo, su muerte expiatoria, su gloriosa resurrección y su gracia suficiente, redentora y liberadora que fluye en nuestras vidas a medida que nos unimos a Él por la fe que nos cambia desde lo más profundo de nuestro ser” (p. 98).

“La gracia de Jesús, la única persona perfectamente sincera que ha vivido, puede transformar al peor hipócrita en un humilde santo” (p. 98).

“Estar perdido… es no tener ancla, dirección, propósito, destino a la vista. Es andar por la vida sin rumbo, disperso y confundido, siempre a la espera de que la próxima compra, la próxima experiencia, las próximas vacaciones, la meta, el próximo logro, la próxima promoción o el próximo romance llenen nuestro vacío” (p. 102).

“Si estás espiritualmente viva, habrá evidencia en tu vida de la novedad de la salvación, el arrepentimiento de la salvación, la santificación y perseverancia de la salvación” (p. 113).

“Puedo ver en la historia de Jesús que… hay esperanza para las personas religiosas que han estado ciegas a la realidad de su propia maldad” (p. 172).

“Merezco morir por mis delitos de rebelión contra mi Creador. Sin embargo, se ha producido un intercambio inesperado… el verdadero Hijo del Padre –que nunca ha hecho nada malo, siempre ha obedecido y solo ha amado y servido– tomó mi lugar para que yo fuera liberada” (p. 173).

“No se trata de dónde vamos a reunirnos con Dios; más bien, se trata del Dios que viene a reunirse con nosotros. Se trata del Dios que ha prometido una y otra vez: ‘Estaré con ustedes’” (p. 188).

“Tener una vislumbre de la gloria futura tiene el poder de infundir una paciente tolerancia del sufrimiento presente” (p. 195).

“La gloria de Dios no está limitada a un cubo en el centro de una habitación en un templo de Jerusalén. No estamos esperando que se reedifique ese templo… Cuando aceptas a Jesús por la fe, su gloriosa presencia ahora reposa en ti” (p. 195).

“Lo más importante que puedes hacer con respecto a la última persona que esperarías que venga a Cristo es orar para que Dios haga su obra sobrenatural en la vida de esa persona” (p. 209).

“Ser [creyente] es experimentar una reordenación radical de lo que es valioso para que nada sea más valioso en el universo y en tu vida que Cristo” (p. 211).

“Si el mayor bien del universo es el Dios trino, entonces el mayor mal del universo es resistir, ignorar, rechazar las buenas dádivas de dicho Dios” (p. 213).

“No hay pecador, ni sinvergüenza, ni blasfemo, ni asesino, ni persona que esté fuera del alcance de la gracia y la misericordia disponible en Jesucristo” (p. 213).

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