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El 22 de noviembre del 2014 completé mi primer maratón. Para poder completar esta distancia en el tiempo que me había propuesto, tuve que entrenar por 16 semanas, corriendo un promedio de más de 60 millas por semana. No bastaba llegar al día del maratón con pensamiento positivo. Tenía que intencionalmente prepararme para  completar el recorrido de 26.2 millas. La satisfacción que experimenté al poder completar solo fue posible por muchos días de intenso entrenamiento. Había días en que no deseaba salir a correr. Sin embargo sabía que para poder completar mi meta tenía que hacerlo.

Muchos creyentes no son intencionales en cultivar la piedad en su vida. Aunque no lo digan, sus vidas de piedad demuestran una marcada marca falta de esfuerzo. Por su parte, el apóstol Pablo presenta la vida del creyente como una carrera que debemos correr. Y al igual que un entrenamiento para un maratón, diariamente debemos tener la intención de vivir para crecer en piedad:

“Pero nada tengas que ver con las fábulas profanas propias de viejas. Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad; porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura”, 1 Timoteo 4:7-8.

Pablo en este pasaje invita a los creyentes a no pasar por la vida faltos de conocimiento bíblico. Nos incita a disciplinarnos para crecer en santidad por medio de conocimiento sano. Disciplina es una palabra que representa esfuerzo, intencionalidad. Pablo nos está diciendo que crecer en piedad no sucede en un vacío. Al contrario, es algo que Dios transforma en nosotros por Su gracia mientras nos esforzamos en disciplina. Así como el ejercicio físico permite que terminemos un maratón, debemos disciplinamos en la piedad para tener beneficios en esta vida y la eterna.

Motivados por la gloria de Dios

“Entonces, ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquiera otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”, 1 Corintios 10:31

Como creyentes, todo lo que hacemos debe tener un denominador en común: la gloria de Dios. Este debe ser el catalítico para nuestra vida de piedad. En las iglesias hay muchas motivaciones incorrectas para aparentar piedad: reconocimiento, halagos, legalismo, pensar que Dios nos va a bendecir, etc. Pero la motivación nuestra es diferente: Dios es un Dios santo y glorioso, que merece toda la gloria. Él también nos ha salvado para Él, y ahora en agradecimiento vivimos para su gloria.

Cuando tenemos la motivación correcta, necesitamos la metodología correcta. Informados por la Palabra de Dios, debemos usar los medios de gracia que Dios nos da para crecer en piedad y ser más como Cristo para Su gloria.

Formas incorrectas

Una de las influencias más predominantes en el mundo evangélico viene de la Teología Keswick. Esta doctrina enseña que la forma de llegar a una vida más alta en el Señor es por medio de entregarnos a Dios y dejar que Él actúe en nosotros. Si bien es cierto que debemos entregarnos a Dios y permitir su trabajo en nosotros, también debemos tener presente que la Biblia nos enseña que hacemos eso por medio de disciplina y usando los medios de gracia prescritos en su palabra. Muchos de nosotros aplicamos la filosofía de dejar que Jesús tome el volante y no hacemos nada para crecer.

En muchas ocasiones me encuentro con creyentes que desean cambiar o crecer en aspectos de su vida y cuando les preguntas que están haciendo para crecer, me  responden “estoy orando”. Eso es una mentalidad Keswick, dejar la responsabilidad a Dios sin nosotros involucrarnos. Claro que debemos orar, pero una simple oración que dice “Dios cámbiame” no es lo que la Biblia nos muestra como la forma de crecer. Esa oración debe estar acompañada de arrepentimiento, meditación y conductas piadosas.

“Así que, amados míos, tal como siempre habéis obedecido, no sólo en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito”, Filipenses 2:12-13

La vida de piedad del creyente incluye el nosotros ocuparnos, pero ese deseo de trabajar en nuestra piedad solo viene de Dios. Al final lo que hacemos es porque Él nos ha dado el deseo y es para su beneplácito o gloria.

Cambio bíblico

“Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús”, Tito 2:11-13

Este pasaje nos muestra que la gracia de Dios es la que nos enseña diariamente a morir a nosotros mismos y así  poder vivir para Dios.  Si puedes ver en este pasaje, la vida del creyente consiste en dos aspectos: negar la impiedad y vivir piadosamente. Es decir, que no tan solo debemos parar las conductas contrarias a la palabra de Dios, sino que también tenemos que aplicar las conductas acordes al carácter de Dios.  Así por ejemplo: El que esta airado contra alguien debe arrepentirse y no tan solo dejar de sentir ira, sino que debe amar a su enemigo. El que tiene pensamientos lujuriosos, no tan solo debe parar de tenerlos, sino también pensar en todo lo amable, todo lo bueno.

¿Cómo hacemos esto? Tito 2 nos dice que es por medio de la gracia de Dios que se ha manifestado. ¿Qué quiere decir Pablo con esto? La gracia de Dios que se ha manifestado es Cristo por medio de su evangelio. Esta gracia es la que nos enseña a poder renunciar al mundo y vivir para Dios. La gracia hace su efecto cuando nos exponemos constantemente a la misma a través de los medios que Dios nos ha dado para recibirla: la oración, la meditación en las Escrituras, la comunión con los creyentes, los sacramentos, y el congregarnos para adorar y escuchar el evangelio proclamado. No hay ninguna fórmula mágica para aplicarla. Mediante estos medios de gracia, Dios usa su Espíritu para darnos convicción de pecado,  arrepentirnos y en su gracia poner conductas que le den gloria a Él.

Todos estos medios de gracia deben llevarnos a Cristo. El motivador para vivir para la gloria de Dios diariamente es recordar que Él ha tenido gracia para con nosotros y por ende nuestros pecados han sido perdonados. Mira como Pedro lo detalla:

“Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor. Pues estas virtudes, al estar en vosotros y al abundar, no os dejarán ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Porque el que carece de estas virtudes es ciego o corto de vista, habiendo olvidado la purificación de sus pecados pasados”, 2 Pedro 1:5-9

Pedro nos dice que apliquemos con diligencia todas estas virtudes. Al ponerlas en práctica diligentemente, podemos dar fruto en el conocimiento de Cristo. El verso 9 nos da una pieza clave en nuestra santificación: cuando dejamos de crecer, cuando dejamos de tener virtudes, cuando no obramos diligentemente en crecer en piedad, es porque hemos olvidado el perdón de nuestros pecados y el evangelio. Por consiguiente, diariamente debemos meditar en la gracia de Dios revelada en su hijo para motivarnos a vivir para su gloria.

Intencionalidad diaria

Muchas veces perdemos la perspectiva de que el trabajo de santificación necesita una intencionalidad diaria. Todos los días batallamos contra nuestro pecado y con aplicar por la gracia de Dios un comportamiento piadoso. Diariamente tenemos que examinar nuestro corazón y a través del Espíritu Santo identificar tendencias pecaminosas en el mismo. Una vez que identificamos tendencias pecaminosas, el llamado bíblico es venir en arrepentimiento ante Dios y confesar nuestro pecado. En ese proceso le pedimos a Dios la gracia para renunciar a esta manera de vivir y caminar en obediencia. No es suficiente dejar de hacer lo que estábamos haciendo, sino que aplicamos los frutos del Espíritu contrarios a nuestra conducta pecaminosa. Esta lucha contra nuestra carne es diaria y permanente pues la carne nunca nos da tregua.

Uno de los errores más comunes que veo en creyentes es que trabajan creciendo en piedad en un área. Luego de varios meses, ven frutos, se confían, dejan de orar y meditar sobre esta área. Consecuentemente, desisten de ser intencionales en la lucha contra su pecado. Sin darse cuenta comienzan a moverse en dirección al pecado y vuelven a los hábitos de la carne. Tenemos que entender que hay áreas de debilidad las cuales vamos a tener que batallar hasta que Cristo venga. Para algunos será la lujuria; para otros, la ira; quizás sea la envidia. Es importante para cada creyente identificar cuál es esta área de debilidad y constantemente incluir en sus meditaciones bíblicas aspectos que le ayuden a cultivar piedad en estas áreas de lucha.

La voluntad de Dios es que crezcamos en Santidad (1 Tes. 4:3-8). Cuando negamos crecer en santidad, estamos rechazando a Dios y dando mal honor al evangelio. Por eso, por Su gracia nos esforzamos a crecer en santidad para que Dios sea glorificado.

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