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Éxodo 31 – 33   y   Lucas 19 – 20

“Cuando el pueblo vio que Moisés tardaba en bajar del monte, la gente se congregó alrededor de Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos un dios que vaya delante de nosotros; en cuanto a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido”,  Éxodo 32:1.

Moisés estaba en las alturas del Sinaí mientras Israel esperaba acampado en las faldas del monte. El tiempo pasaba y pasaba, un día tras otro, y el líder no volvía de su cita con Dios. La impaciencia y lo incierto del futuro generaron una profunda ansiedad… Jehová se apartó de nosotros, decían algunos; Moisés huyó y nos abandonó, decían otros; ¡quizás Moisés esté muerto!, aseguraban unos cuantos.

Los augurios se multiplicaban con el paso de los días, y junto con esto, se aumentaban las propuestas de cambio ante el retraso de Dios. “Hagámonos un dios” fue la más `sensata´ opinión apoyada por el pueblo. “¡A dios caído, dios puesto!” era el lema de la multitud. Así podía rezar el slogan de la propaganda por el nuevo dios: “No queremos un dios que nos haga esperar, sino uno inmóvil y que siempre se mantenga en el lugar en donde lo dejemos, fabricado por nosotros mismos, a nuestro gusto, al que le consultemos todo y que siempre su silencio sea una muestra afirmativa a nuestro modo de pensar… un dios cuyo valor dependa del material con que lo confeccionemos, un dios que sea totalmente nuestro ya que pagamos por él”.

Aarón no pudo resistir a tamaños argumentos, y con las joyas del pueblo hizo un `lindo´ becerro de oro. La idea no era muy descabellada porque era la representación hebrea de uno de los dioses egipcios a los que conocían muy bien.  Aun el culto sería una copia fiel de las costumbres paganas: “Y al día siguiente se levantaron temprano y ofrecieron holocaustos y trajeron ofrendas de paz; y el pueblo se sentó a comer y a beber, y se levantó a regocijarse”, Éxodo 32:6. El pueblo tenía a su `dios´ y parecía completamente feliz. Sin embargo, el tener un culto a un dios inventado es como salir a comer con el “amigo imaginario”, terminamos en un monólogo aburriéndonos de nosotros mismos.

La impaciencia por el supuesto retraso de Dios siempre genera el peligro de crear nuestros propios dioses. Aarón defendió así su error delante de Moisés: ” Y Aarón respondió: No se encienda la ira de mi señor; tú conoces al pueblo, que es propenso al mal. Porque me dijeron: “Haznos un dios que vaya delante de nosotros; pues no sabemos qué le haya acontecido a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto”, Éxodo 32: 22-23. Hoy en día, hay muchos fabricantes de dioses que viven de la ansiedad de la gente que impaciente no desea esperar y conocer la voluntad de Dios; Hombres y mujeres que no quieren someterse a un Dios Soberano que tiene sus tiempos y gobierna de acuerdo al designio de su voluntad.

Moisés, preocupado por todo lo sucedido, se presenta delante de Dios y le pide claridad sobre lo que vendrá más adelante: “Ahora pues, si he hallado gracia ante tus ojos, te ruego que me hagas conocer tus caminos para que yo te conozca y halle gracia ante tus ojos. Considera también que esta nación es tu pueblo”, Éxodo 33:13.  Moisés era un hombre sensato y deseaba manejarse de ahora en adelante con suma prudencia… por lo tanto, qué mejor que tener la película clara y todas las cartas sobre la mesa. Pero Dios no obra así. Somos tan volubles y tan delicados que es imposible manejar nuestro mañana solo por el hecho de saberlo. A la gente le gusta el zodíaco, el tarot, el I-Ching, el fondo del café, las lecturas de las manos, etc., etc., porque cree que sabiendo el mañana asegura su futuro.

Esto es una gran mentira, ya que, conocer el camino no significa que llegaremos a la meta. El Señor le ofrece una mejor alternativa a Moisés: “… Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”, Éxodo 33:15. ¿No es genial? Nuestra tranquilidad no está en saber el mañana, sino en que el Dios Eterno estará siempre con nosotros… sin retraso, haciendo su voluntad en cada paso que demos. No importará la situación en la que nos encontremos, Él dijo que estaría allí y le creo, porque es digno de confianza. Esto le bastó a Moisés y su respuesta es categórica: Entonces le dijo Moisés: Si tu presencia no va con nosotros, no nos hagas partir de aquí. ¿Pues en qué se conocerá que he hallado gracia ante tus ojos, yo y tu pueblo? ¿No es acaso en que tú vayas con nosotros, para que nosotros, yo y tu pueblo, nos distingamos de todos los demás pueblos que están sobre la faz de la tierra”, Éxodo 33:15-16. A nosotros los cristianos nos bastan la seguridad de su compañía y de su permanente atención hacia nuestras vidas.

En el Nuevo testamento encontramos a Zaqueo, uno de los que descubrió que Dios nunca se retrasa. Este hombre, publicano, recolector de impuestos y odiado por sus conciudadanos, y muy rico, se enteró que Jesús pasaba por su ciudad y quiso observarlo a la distancia. Grande fue su sorpresa cuando, en medio de la multitud, Jesucristo lo llamó por su nombre: “… Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa”, Lucas 19:5b.

Nunca es tarde cuando el Señor llega a la vida de una persona, porque solo Él puede restaurar todo, por más dañada que una vida pueda estar. Bastó una sola cita para cambiarle la vida a Zaqueo para siempre. Bastó la presencia y las palabras de Jesús para cambiarle el corazón: “Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadriplicado”, Lucas 19:8. La gente murmuraba porque Jesús estaba en la casa de un pecador… no solo llegó tarde, sino que hasta desorientado se equivocó de persona. Pero Jesús llegó y cumplió su propósito “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”, Lucas 19:10.

Quizás estás sintiendo que Dios se está tardando en responderte o que te ha abandonado para siempre. No, no pienses eso. Él nunca se retrasa aunque lo hace todo en su tiempo, el cual nos es muchas veces incomprensible. Cuando Jesucristo entró a Jerusalén la gente pensaba “…que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente”, Lucas 19:11c. Jesucristo llegó, estuvo entre ellos y no se dieron cuenta que la manifestación del Reino de Dios no era conforme a sus pensamientos, sino conforme a la presencia de Jesucristo. Él tuvo que anunciar con dolor el terrible final de la ciudad de Jerusalén ”…por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación”, Lucas 19:44b. Es hora de que dejemos de esperar conforme a nuestras expectativas y que con un corazón humilde oigamos la voz de Dios porque hace tiempo que está allí, muy cerca de ti.

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