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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de Moldeados por el evangelio: Cómo crear un ministerio balanceado y centrado en el evangelio en tu ciudad (Poiema Publicaciones, 2022), por Timothy Keller.

¿Qué queremos decir con «el evangelio»? Responder a esta pregunta es un poco más complejo de lo que a menudo pensamos. No todo lo que la Biblia enseña puede considerarse «el evangelio» (aunque puede argumentarse que toda la doctrina bíblica es un cimiento necesario para entender el evangelio). El evangelio es un mensaje acerca de cómo hemos sido rescatados del peligro. La mismísima palabra evangelio tiene como su cimiento la información de un acontecimiento que altera la vida y que ya ha sucedido.

1) El evangelio son buenas noticias, no buen consejo

El evangelio no es primeramente una forma de vida. No es algo que hacemos, sino algo que se hizo por nosotros y a lo que debemos responder. En la traducción griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta, la palabra euangelizō (proclamando las buenas noticias) aparece veintitrés veces. Como vemos en el Salmo 40:9 —«He proclamado buenas nuevas de justicia en la gran congregación»— el término se usa generalmente para declarar las noticias de algo que ha ocurrido a fin de rescatar y liberar a la gente del peligro.

El evangelio no es primeramente una forma de vida. No es algo que hacemos, sino algo que se hizo por nosotros y a lo que debemos responder

En el Nuevo Testamento, el grupo de palabras euangelion (buenas noticias), euangelizō (proclamar las buenas noticias) y euangelistēs (el que proclama las buenas noticias) aparecen por lo menos ciento treinta y tres veces. D. A. Carson llega a esta conclusión después de un profundo estudio de las palabras del evangelio:

Porque el evangelio son noticias, buenas noticias, debe ser anunciado; eso es lo que se hace con las noticias. El elemento heráldico esencial de la predicación está vinculado al hecho de que el mensaje central no es un código de ética que debe debatirse, y menos aún una lista de aforismos para admirarlos y meditarlos, y ciertamente no es una teología sistemática que deba delinearse y esquematizarse. Aunque adecuadamente conecta la ética, los aforismos y la teología sistemática, no es ninguno de estos tres. Son noticias, buenas noticias, y por consiguiente deben anunciarse públicamente.

2) El evangelio son las buenas noticias de que hemos sido salvados por gracia, no por obras

¿Y de qué se nos ha rescatado? ¿De qué peligros hemos sido salvados? Una mirada a las palabras del evangelio en el Nuevo Testamento nos muestra que somos rescatados del «castigo venidero» al final de la historia (1 Ts 1:10). Pero este castigo no es una fuerza impersonal, sino que es la ira, el castigo de Dios. Estamos alejados de la comunión con Dios; nuestra relación con Él está quebrantada.

En la que tal vez es la exposición más exhaustiva del evangelio en la Biblia, Pablo identifica la ira de Dios como el gran problema de la condición humana (Ro 1:18-32). Aquí vemos que la ira de Dios tiene muchas ramificaciones. El texto que sirve de antecedente es Génesis 3:17-19, en el que la maldición de Dios recae sobre todo el orden creado debido al pecado humano.

Porque estamos separados de Dios, nos sentimos psicológicamente alienados en nuestro interior: experimentamos vergüenza y temor (Gn 3:10). Porque estamos separados de Dios, también estamos socialmente alienados entre nosotros (Génesis 3:7 describe cómo Adán y Eva debieron vestirse y el verso 16 habla de la separación entre los géneros; nótese también cómo se echan la culpa mutuamente cuando dialogan con Dios en los versos 11-13). Porque estamos separados de Dios, nos encontramos asimismo alienados físicamente de la naturaleza. Ahora experimentamos sufrimiento, trabajo pesado, degeneración física y muerte (Gn 3:16-19). De hecho, la tierra misma ha sido «maldecida» (Gn 3:17; cp. Ro 8:18-25).

Todos los problemas humanos son a fin de cuentas síntomas, y la causa es nuestra separación de Dios

Después de salir del paraíso, vivimos en un mundo lleno de sufrimientos, enfermedades, pobreza, discriminación racial, desastres naturales, guerras, envejecimiento y muerte, y todo esto proviene de la ira y maldición de Dios sobre el mundo. El mundo está desquiciado y necesitamos que nos rescaten. Sin embargo, la raíz de nuestro problema no son estas relaciones «horizontales» —aunque son las que a menudo saltan a la vista—, sino que es nuestra relación «vertical» con Dios.

Todos los problemas humanos son a fin de cuentas síntomas, y la causa es nuestra separación de Dios. La razón de toda la miseria —todos los efectos de la maldición— es que no estamos reconciliados con Dios. Esto lo vemos en textos como Romanos 5:8 y 2 Corintios 5:20. Por lo tanto, el enfoque primero y principal de cualquier rescate de la raza humana, lo esencial para ser salvos, es restablecer de nuevo nuestra relación con Dios. 

3) El evangelio son noticias de lo que Jesucristo hizo para restablecer nuestra relación con Dios, no lo que nosotros hacemos

Convertirse en cristiano tiene que ver con un cambio de estado. En 1 Juan 3:14 se afirma que «hemos pasado de la muerte a la vida» (énfasis agregado), no que estamos pasando de la muerte a la vida. Tú estás en Cristo o no lo estás; eres perdonado y aceptado o no lo eres; tienes vida eterna o no la tienes. Por eso el Dr. Martyn Lloyd-Jones a menudo empleaba una pregunta de diagnóstico para determinar tanto el entendimiento como la condición espiritual de una persona. Él preguntaba: «¿Estás preparado en este momento para decir que eres cristiano?». Relata que con el correr de los años siempre que hacía la pregunta, la gente con frecuencia vacilaba y luego contestaba: «Siento que no soy suficientemente bueno». A esto, él daba esta respuesta:

El evangelio son noticias de lo que Jesucristo hizo para restablecer nuestra relación con Dios, no lo que nosotros hacemos

En seguida sé que quienes responden así todavía están pensando en términos de ellos mismos: la idea que aún tienen es que necesitan hacerse lo suficientemente buenos para ser cristianos. Suena muy humilde, pero es la mentira del diablo, es la negación de la fe. Nunca serás lo suficientemente bueno; nunca nadie lo ha sido. ¡La esencia de la salvación cristiana es decir que Dios es lo suficientemente bueno y que yo estoy en Él!.

El punto de Lloyd-Jones es que convertirse en cristiano significa un cambio en nuestra relación con Dios. La obra de Jesús, cuando se cree y se descansa en ella, de inmediato cambia nuestra posición ante Dios. Estamos «en Él».

Desde que leí el famoso ensayo de J. I. Packer como introducción a la obra Muerte de la muerte en la muerte de Cristo, de John Owen, me encantó «Dios salva pecadores» como un buen resumen del evangelio:

Dios salva pecadores.

Dios: el Trino Yahvé, Padre, Hijo y Espíritu; tres personas que trabajan unidas con sabiduría soberana, poder y amor para lograr la salvación de un pueblo escogido, el Padre que elige, el Hijo que cumple la voluntad del Padre al redimir, el Espíritu que ejecuta el propósito del Padre y del Hijo al renovar.

Salva: Dios hace todo de principio a fin, hace lo necesario para llevar al hombre de la muerte en pecado a la vida en gloria: planifica, lleva a cabo y comunica la redención, llama y sostiene, justifica, santifica, glorifica.

Pecadores: hombres tal como Dios los encuentra: culpables, viles, desvalidos, imposibilitados, incapaces de levantar un dedo para cumplir la voluntad de Dios ni para mejorar su parte espiritual.


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