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Se suele dar más atención a Tomás el incrédulo, pero para mí, Juan el Bautista es un ejemplo más contundente de alguien con dudas en el Nuevo Testamento. 

Fue un hombre piadoso al que la Escritura identifica como «La voz del que clama en el desierto: “enderecen el camino del Señor”» (Jn 1:23; cp. Is 40:3), porque fue el precursor del Mesías. 

En un momento dado, el mismo Juan dijo a sus discípulos que dejaran de seguirle y siguieran a Cristo, «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1:29). 

Es obvio que creía, ¿cierto? Es decir, dejó claro a los que le preguntaron que él no era el Mesías (Jn 1:20) y Jesús sí. 

Siendo aún un bebé no nacido, Juan el Bautista saltó dentro del vientre de su madre ante la presencia de Cristo (Lc 1:41). Incluso pudo escuchar la voz de Dios Padre y ver cómo se abrían los cielos cuando el Espíritu Santo descendió sobre Jesús después de que Juan lo bautizara en el río Jordán (Mt 3:13–17). 

Así es: Juan oyó la voz de Dios tronando: «Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido» (Mt 3:17). Una prueba bastante convincente de que Jesús era, de hecho, el Mesías tan esperado.

A la luz de toda esta evidencia, uno pensaría que Juan nunca habría dudado de que Jesús era quien decía ser.

Pero Juan tenía sus dudas.

Incluso Juan no estaba seguro

Casi al final de su vida, Juan estaba en prisión enfrentándose a una muerte inminente. Llamó a dos de sus discípulos y les pidió que fueran a ver a Jesús y le preguntaran: «¿Eres Tú el que ha de venir, o esperamos a otro?» (Lc 7:19). Juan básicamente estaba diciendo: «Creo que eres el Mesías, pero en este momento, no estoy 100% seguro». 

La duda de Juan significa que soy libre de la vergüenza de admitir la mía

¿En serio? ¿Después de todo lo que Juan había visto y testificado? ¿Luego de llamar a Jesús el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo? ¿Después de escuchar la voz audible del Padre identificando a Jesús como Su Hijo? ¿A pesar de todo eso, el precursor mismo del Salvador duda de que Jesús sea el verdadero Salvador? 

Ahora bien, estos hechos sobre Juan el Bautista podrían hacer que alguien se burlara de su falta de fe. Pero, siendo honesto, su duda me reconforta. ¿Por qué? Porque si él pudo dudar y admitirlo claramente, al punto que está registrado en las Sagradas Escrituras, seguramente yo también tengo la libertad de dudar y ser transparente al respecto. 

La duda de Juan significa que soy libre de la vergüenza de admitir la mía. Soy libre de tropezar honestamente en la fe, sabiendo que Dios es lo suficientemente grande como para encargarse de ello cuando flaqueo. 

No olvidemos cómo respondió Jesús a las preguntas de Juan: fue paciente y lleno de gracia. No quedó desconcertado por la duda repentina de Juan. Respondió con calma a la pregunta y aseguró que era el Mesías (Lc 7:21-23).

Normal como tener un huésped en casa

La duda puede ser una parte normal de la experiencia cristiana, pero no de la manera en que se podría pensar. «Normal» por ejemplo, así como alguien que se quede a dormir en tu casa.

Tus dudas nunca deberían tener residencia permanente en tu corazón

A esto me refiero. Podemos ver la duda como un visitante esporádico en la casa de nuestro corazón. Los invitados pueden entrar y agitar un poco las cosas en tu casa mientras duermen en tu sofá, usan tu baño y dejan los platos en el fregadero. Sin embargo, al poco tiempo deben hacer las maletas y partir. 

Lo mismo debería ocurrir con la duda. Tus dudas nunca deberían tener residencia permanente en tu corazón. Si un invitado acampa en tu sala, declarando que su salida no tiene fecha de caducidad, sería extraño. ¿Por qué entonces nos contentamos con permitir que las dudas extiendan su estancia?

No celebremos las dudas y dejemos que merodeen por nuestros corazones, pero tampoco les temamos. Juan el Bautista tuvo la valentía de enviar a sus discípulos a plantear una pregunta punzante y llena de dudas a la segunda persona de la Trinidad. Su pregunta es un ejemplo de alguien que luchó contra su duda en lugar de permitir que se prolongara tranquilamente y le consumiera. 

La Palabra de Dios nos ayuda a ver que la duda es común en el pueblo de Dios y también nos concede la gracia para caminar consistentemente con Él a través de los altibajos de nuestra fe.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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