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La vida del llanero solitario es para las películas. Dios, desde el principio (Gn 2:18), nos creó para vivir en comunidad; es decir, para que compartamos nuestras vidas con otras personas. Por consiguiente, nos proporciona, en Su gracia, un caudal de sabiduría sobre la amistad en Su Palabra.

El libro de Proverbios nos enseña a relacionarnos con otros. En efecto, sus consejos abundan en el tema de las relaciones y tienen mucho que decir sobre cómo tratar a los padres, cómo comportarnos con los vecinos, cómo criar a los hijos en el temor del Señor y, lo que nos interesa en este artículo, cómo ser buenos amigos.

Hoy quiero compartirte siete consejos de sabiduría sobre la amistad, todos basados en el libro de Proverbios.

1) Sé la clase de amigo que quisieras tener.

El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo (Pr 18:24, RV60). 

Este consejo de sabiduría nos invita a ser el tipo de amigo que quisiéramos tener, pues muchas veces ponemos expectativas sobre nuestros amigos que ni siquiera nosotros estamos dispuestos a cumplir. Este consejo concuerda con el mensaje de Jesús: «Por eso, todo cuanto quieran que los hombres les hagan, así también hagan ustedes con ellos, porque esta es la ley y los profetas» (Mt 7:12). Como creyentes, parte de nuestro llamado es ser buenos amigos.

2) No participes en chismes.

El chismoso separa a los mejores amigos (Pr 16:28). 

Cuando se traiciona la confianza, la amistad sufre daño, a veces irreparable. Por eso, cuando tengas problemas con un amigo, no corras a contárselo a otro. Si eres tentado a «ventilar» con otros los problemas de alguna amistad, recuerda que el chisme no ayudará a resolver la discordia. Por otro lado, si queremos conservar nuestras amistades, no escuchemos los chismes sobre nuestros amigos, pues también eso socava y destruye las relaciones.

Somos invitados a dar la misma gracia que hemos recibido en Cristo y que seguimos recibiendo cada día

Ante un conflicto, sigamos el modelo bíblico para resolverlo. Te sugiero que inicies orando pidiendo al Señor sabiduría para manejar el asunto. Luego, por ejemplo, trata el problema hablándolo con tu amigo (cp. Mt 18:15), exprésale en amor lo que crees que está sucediendo. Ser sinceros ayuda a preservar las relaciones. 

3) Muestra gracia. 

Cuando se perdona una falta, el amor florece, pero mantenerla presente separa a los amigos íntimos (Pr 17:9, NTV). 

En cualquier momento alguien puede decir algo fuera de lugar, porque el pecado sigue batallando en nuestros corazones. Además, somos limitados y nuestras mentes a menudo intentan recordar más de lo que pueden manejar. Así que, cuando un amigo te falle, por ejemplo, olvidando una fecha que consideres importante, como tu cumpleaños, muestra gracia. 

Somos invitados a dar la misma gracia que hemos recibido en Cristo y que seguimos recibiendo cada día. Así mismo, no olvides que en algún momento seremos nosotros quienes necesitemos que se nos extienda gracia.  

4) Sé leal. 

Un amigo es siempre leal (Pr 17:17 NTV). 

En otras palabras, procuremos que las circunstancias no cambien nuestros afectos ni alteren la amistad. La lealtad es capaz de sostener la amistad, incluso ante el peso del tiempo, pues ser leal implica mostrar fidelidad. Si bien la lealtad es una virtud casi extinguida, ¡nuestro Dios siempre se muestra fiel! 

Encontramos un ejemplo de lealtad en la amistad entre David y Jonatán. Jonatán, quien era el heredero al trono, puso la amistad por encima de su futuro reino, pues era leal a su amigo David (cp. 1 S 20:30-31). ¿Por qué Jonatán hizo esto? Porque la lealtad reconoce que existen cosas más importantes que la posición, la riqueza, un título o la conveniencia. Así, «hay amigos más fieles que un hermano» (Pr 18:24 NVI). 

Por otro lado, recordemos que podemos ser fieles porque la fidelidad es uno de los atributos que Dios comparte con nosotros. Aunque nuestra lealtad no es perfecta como la de Cristo, porque Él fue leal en nuestro lugar, ahora podemos pedirle que haga de nosotros amigos leales.

5) Cuida la relación. 

El hermano ofendido es más difícil de ganar que una ciudad fortificada (Pr 18:19). 

Debido a que no vivimos en ciudades fortificadas, nos cuesta identificarnos con la metáfora de este proverbio. Antes, las ciudades estaban protegidas por muros altos, con soldados apostados en la muralla para proteger a los habitantes de cualquier ataque enemigo. Acceder a una ciudad así era una tarea difícil y sin duda implicaba un combate. Las ofensas pueden dañar con tal gravedad una relación que recuperarla puede ser tan difícil como conquistar una ciudad amurallada. 

Si nos descuidamos, en el calor de un desacuerdo podemos decir cosas de las que nos arrepintamos. Por tanto, tengamos cuidado y midamos nuestras palabras, algo que también nos enseña el libro de Proverbios. Es cierto que es inevitable que surjan diferencias en las relaciones, pues somos pecadores con personalidades y caracteres muy distintos. No obstante, cuando surjan, pidamos sabiduría a Dios para manejarlas y usarlas como oportunidades para que la relación crezca y se fortalezca. 

Quiero proponerte algo: busca invertir en tus amigos cada semana, aunque sea unos pocos minutos, pero sé intencional

He aprendido, aunque no ha sido fácil, que una buena amistad implica mostrarse vulnerable. Podemos quedarnos con amistades superficiales y todo será color de rosa, pero si queremos amistades reales, debemos arriesgarnos. Ser vulnerable implica dejar que ese amigo, que se ha ganado tu confianza, pueda tener la libertad de hablarte con sinceridad, sabiendo que lo escucharás sin sentirte ofendido. Lo mismo funciona al revés, cuando podemos tener conversaciones difíciles, al llamar la atención a un amigo o confrontarlo si está pecando. 

Busquemos hablar con sinceridad, pero conscientes de que la sinceridad no justifica la ofensa. 

6) Escucha los consejos. 

Dulce para su amigo es el consejo del hombre (Pr 27:9)

Como dice otro proverbio: «Pobreza y vergüenza tendrá el que menosprecia el consejo» (Pr 13:18 RV60). Es de sabios prestar atención a los consejos, ¡y de necios ignorarlos! Pues el sabio entiende que «en la abundancia de consejeros está la victoria» (Pr. 24:6). Los buenos amigos se aconsejan mutuamente.

Por supuesto, un creyente busca consejo de otros amigos creyentes, hermanos temerosos de Dios que viven lo que aconsejan y que, sobre todo, aconsejan de acuerdo con la Palabra de Dios. Si buscamos consejos en el mundo, recibiremos la perspectiva del mundo. Como hijos de luz, no busquemos consejo en la oscuridad, pues sería como unirnos en yugo desigual (cp. 2 Co 6:14). 

7) Sé intencional. 

Como el hierro se afila con hierro, así un amigo se afila con su amigo (Pr 27:17, NTV).

Necesitamos amigos reales, pero la amistad solo crece con el tiempo y con el roce, mientras se comparten buenas y malas experiencias. En esta época de tanta tecnología, tenemos amigos virtuales hasta del otro lado del mundo. Sin embargo, la amistad cara-a-cara sigue siendo necesaria, pues es muy difícil tener a nivel virtual el mismo tipo de relación que logramos de manera presencial. 

He notado que las amistades se descuidan o quedan con facilidad abandonadas, en parte, porque vivimos a largas distancias, con muchas ocupaciones y responsabilidades. Incluso hay quienes se quejan de no tener tiempo para dedicar a la amistad. Sin embargo, quiero proponerte algo: busca invertir en tus amigos cada semana, aunque sea unos pocos minutos, pero sé intencional.

Cuando de amistad se trata, pongamos la mirada en Jesús y sigamos Sus pisadas

Recuerda que somos llamados a consolar, a animar, a exhortar, a llorar con los que lloran y a alegrarnos con los que se alegran. Expresa que valoras una amistad y te interesa cultivarla por medio de una llamada telefónica, un mensaje de texto, un correo electrónico o una cita para ir a tomar un café. ¡Usa tu creatividad!

Con la mirada en Jesús

Aunque debajo del sol no seremos los amigos perfectos, el Señor todavía está trabajando en nosotros, formando nuestro carácter en semejanza al de Cristo. Somos Su obra en construcción y las amistades están incluidas en el proceso. Dios nos sigue transformando para que seamos amigos como Él. Cristo es el amigo que dio Su vida por nosotros y por Su sacrificio nos llama amigos también (Jn 15:13, 15). 

Así que, por último, no olvidemos la hermosa esperanza que nos sostiene, pues sabemos que obtenemos perdón y gracia cuando fallamos. Podemos comenzar de nuevo cuando no seamos los buenos amigos de los que habla Proverbios, porque Jesús lo ganó en la cruz.

En Cristo tenemos el mejor modelo de amistad posible. Cuando de amistad se trata, pongamos la mirada en Jesús y sigamos Sus pisadas.

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