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Cualquier persona con edad madura ha sido testigo de una transformación cultural en nuestro mundo, que ha sucedido tan rápido que uno se pregunta: «¿Cómo llegamos a esta confusión sobre la sexualidad?».

En la década de los cincuenta, la idea de familia incluía a un padre que proveía y a una madre que cuidaba el hogar y educaba a sus hijos, así unidos levantaban la familia. Pero hemos visto un fenómeno de transformación que comenzó, en las dos décadas siguientes, con la segunda ola del feminismo. Hoy estamos viviendo las consecuencias de la tergiversación del diseño de Dios

Inicialmente el feminismo se enfocó en buscar cierta igualdad legal con los hombres y combatir la violencia y discriminación de géneros. Si estas hubieran sido sus únicas metas, como cristianos tendríamos que estar de acuerdo, porque esto es bíblico. Sin embargo, su agenda fue mucho más allá, al abarcar la sexualidad, la domesticidad, el trabajo y los derechos reproductivos. Se puede decir que una meta de muchas feministas fue incluso poder imitar los pecados del hombre con la promiscuidad. Sumado a eso, la Administración de Alimentos y Medicamentos, en Estados Unidos, aprobó las pastillas anticonceptivas y el aborto se legalizó. De este modo, las mujeres fueron libradas de las consecuencias del acto sexual libertino, como un embarazo no deseado. 

Para entender la verdad de Dios, debemos preguntarnos: ¿Cómo éramos en la creación? En el principio, el Dios perfecto creó una pareja con una naturaleza santa, para que caminara con Él. La creó a Su imagen, con el propósito de que lo representara. 

Dada la grandeza de Dios, Él en Su sabiduría creó dos géneros con grandes similitudes y diferencias para que, al vivir en armonía, reflejaran a Dios ante el mundo de una mejor manera que si solo hubiera un género. Así, cuando los dos trabajaran en unidad, el mundo podría reconocer a Dios (Gn 1:27). En resumen, las mujeres y los hombres fueron creados por Él. Son criaturas hechas a la perfección (Sal 139:14), aunque no completas como Dios.

Pero la serpiente engañó a Eva al convencerla de pecar y ella, a su vez, convenció a Adán de seguirla. Desde entonces, la naturaleza humana se empezó a distorsionar. Se le hizo difícil entender a Dios y, con cada generación, esta distorsión sigue en aumento. Ahora es imposible entender a Dios sin la ayuda del Espíritu Santo. El problema radica en que la cosmovisión de cada generación está edificada sobre los errores de la anterior. Con el tiempo el error crece y cada vez nos distanciamos más de la verdad. Ahora, miles de años después, tenemos una especie de psicosis cultural porque la cosmovisión de nuestro mundo no está fundada sobre la verdad, sino que cree una mentira. 

Necesitamos renovar nuestra mente porque los pensamientos y los caminos de Dios son diferentes a los nuestros

Las características de la pareja actual son totalmente opuestas a cómo fueron en la creación. Cada género se cree mejor que el otro. Se piensa que los roles de cada uno se deciden de manera antojadiza y que son intercambiables. Se rechazan los roles bíblicos. Un género desprecia y desconfía del otro. Las parejas, en lugar de trabajar como equipo, tienen metas diferentes porque piensan de forma individualista. 

La causa de este resultado sigue siendo que somos pecadores egoístas y que Satanás ha cegado el entendimiento de los incrédulos (2 Co 4:4). Por eso, al venir al evangelio, Pablo nos advierte: «No se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto» (Ro 12:2). Necesitamos renovar nuestra mente porque los pensamientos y los caminos de Dios son diferentes a los nuestros (Is 55:8) y porque, de otra forma, como no entendemos a Dios por naturaleza, siempre elegiríamos el mal.

Sabemos que «el mundo entero está bajo el poder del maligno» (1 Jn 5:19), lo que explica por qué incluso hay personas inteligentes que no son sabias, sino que hasta defienden con agresividad sus creencias torcidas sobre la sexualidad y el diseño de Dios. La meta de Satanás siempre ha sido la misma: «Robar, matar y destruir» (Jn 10:10). Su método es el engaño, porque «él fue un asesino desde el principio, y no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira» (Jn 8:44).

Desde la perspectiva bíblica, el mundo está a punto de colapsar, porque la ceguera que padece está produciendo que se autodestruya. Todo comenzó con la enemistad de la humanidad con Dios, que produjo enemistad entre la mujer y el hombre y, luego, entre todos por cualquier diferencia. Ahora estamos enemistados con nosotros mismos, ¡a tal punto que algunos no diferencian si son mujeres u hombres!

Toda esta forma engañada de pensar ha producido división entre familias, amistades y gobiernos. Se aprecia la destrucción del enemigo en el resultado final. Para dar un ejemplo, todos los cambios que implican que alguien se convierta en transgénero le imposibilita procrear. De esa manera, Satanás destruye no solo vidas individuales sino países enteros. Como Voltaire dijo en el siglo XVIII: «Aquellos que pueden hacerte creer absurdos pueden hacerte cometer atrocidades». Richard Weaver tuvo razón: «Las ideas tienen consecuencias».

Si el pueblo de Dios está destruido por falta de conocimiento (Os 4:6), ¿cuánto más el mundo no creyente? Por lo tanto, oremos que nuestro Señor nos dé ojos espirituales para identificar las mentiras que nos rodean, de manera que podamos abrazar las verdades del evangelio y proclamarlas a un mundo confundido y que necesita conocer a Dios.

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