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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de El Catecismo de la Nueva Ciudad: La verdad de Dios para nuestras mentes y nuestros corazones (Poiema Publicaciones, 2018), editado por Collin Hansen. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

¿Cómo y por qué nos creó Dios?

Dios nos creó como hombres y mujeres a su propia imagen para que lo conociéramos, lo amáramos, viviéramos con Él, y lo glorificáramos. Y lo correcto es que los que hemos sido creados por Dios vivamos para su gloria.

Génesis 1:27: Dios creó al hombre a imagen Suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

¿Por qué hacemos imágenes? Porque queremos representar algo. Si haces una estatua de Napoleón, quieres que las personas piensen en Napoleón más que en la estatua. Y haces la estatua de tal forma que muestre algo específico del carácter de Napoleón.

Por eso Dios nos hizo a su imagen. Podríamos discutir si aquello que refleja su imagen es nuestra racionalidad, nuestra moralidad, o nuestra voluntad, pero el punto es que Él hace a los humanos a su imagen para que representen algo, es decir, a sí mismo. Así que la razón de nuestra existencia es mostrar la existencia de Dios o, específicamente, mostrar la gloria de Dios.

A mi entender, la gloria de Dios se refiere a las múltiples perfecciones de Dios—el resplandor, la exhibición, la transmisión de sus diversas y hermosas perfecciones. Queremos pensar, vivir, actuar, y hablar de tal manera que resaltemos las múltiples perfecciones de Dios. Y creo que la mejor manera de hacerlo es estando totalmente satisfechos con esas perfecciones. Para nosotros deberían ser más significativas que el dinero, la fama, el sexo, o cualquier otra cosa que pudiera competir por nuestros afectos. Y cuando las personas ven que valoramos a Dios de esa manera, y que su gloria nos satisface plenamente, se dan cuenta de que Él es nuestro tesoro. ¡Muéstrame más! Creo que de eso es que se trata glorificar a Dios: reflejar fielmente su imagen.

Y el lugar donde la gloria se ve más claramente es en ese evangelio en el que Cristo muere; el Hijo de Dios muere por los pecadores. Digo esto porque 2 Corintios 4:4 dice: “El dios de este mundo”, Satanás, “ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. ¿Quieres saber dónde la gloria de Dios brilla más? Brilla más intensamente en Cristo, en el evangelio. Así que si queremos ser conformados completamente a su imagen y exhibir su gloria, aplicamos el versículo que está justo antes: “… mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen” (2 Co. 3:18, RV60). Y eso es obra del Espíritu.

Así que miramos a Jesús, lo atesoramos, lo amamos y, al hacerlo, somos transformados a su imagen.

Cuando Dios dice que nos creó hombre y mujer con este propósito, eso no solo significa que queremos que las generaciones continúen haciéndolo, lo cual implica que habrá procreación, sino que también significa que esto sucede mejor en comunidad. No es bueno que el hombre esté solo. ¿Ante quién va a glorificar a Dios? Así que esta pequeña comunidad que fue creada en el principio, llamada hombre y mujer, es representativa de la comunidad donde la gloria de Dios es reflejada, primero hacia los demás miembros de esa comunidad, y después hacia el mundo.

Hagamos esto juntos. Ayudémonos unos a otros a glorificar a Dios.

Oración: Creador de todo, no permitas que perdamos de vista que nosotros, y todo ser humano que has creado, hemos sido hechos a tu imagen. Nunca dejes que dudemos esto acerca de nosotros. No permitas que dudemos esto acerca de cualquier hombre o mujer, porque hacerlo te niega la gloria que merece tu nombre. Tu semejanza reflejada en nosotros testifica que te pertenecemos, en cuerpo y alma. Amén.


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