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Muchas personas viven sus vidas sin estar seguras de su destino eterno. Creen en un cielo, pero viven en un constante estado de incertidumbre, que puede llegar a convertirse en una verdadera pesadilla. Algunos intentan vivir de la mejor manera: esforzándose en “hacer el bien sin mirar a quien”, tratando de ser ciudadanos ejemplares, haciendo todo lo posible para mantener una conciencia tranquila, esperando que su buen hacer termine por decantar la balanza de la eternidad a su favor. Otros confían en los méritos de Jesús, pero tienen dudas sobre su salvación. El observar pecados en sus vidas les hace plantearse si realmente son hijos de Dios. Y, finalmente, están aquellos que se consideran cristianos y hacen gala de una seguridad de salvación inquebrantable, hasta tal punto que usan esta “certeza” como licencia para vivir como les place. Al fin y al cabo, razonan, “la salvación no se pierde”.

La Biblia tiene algo muy importante que decir a cada uno de estos grupos de personas. Una de las grandes verdades de la Biblia, siempre defendida por el cristianismo histórico, es que los verdaderos cristianos pueden descansar en la certeza de tener una vida eterna segura. 1 Juan es una de las cartas del Nuevo Testamento destinadas a afianzar la seguridad de la salvación en los creyentes. Un propósito central de esta carta lo vemos en el capítulo 5, versículo 14: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna”. Aquí vemos cómo Juan quiere que los creyentes sepan que tienen vida eterna, usando el tiempo presente para resaltar la contundencia de este hecho. El apóstol busca transmitir seguridad, convicción, confianza, para que los cristianos sean conscientes de que tienen una salvación garantizada. Juan dice a los creyentes de aquella época y a nosotros: Si son hijos de Dios, sepan que la vida eterna ya es suya.

No obstante, una pregunta muy importante que se deriva de esto es: ¿cómo sabemos que somos hijos de Dios de verdad? ¿Cómo sabemos que somos verdaderos cristianos? Sabemos, por lo que nos dice el texto, que los creyentes tienen vida eterna, pero el quid de la cuestión es: ¿cómo podemos saber que somos creyentes verdaderos? Después de todo, saber que los creyentes tienen el cielo asegurado no nos servirá de nada si al final nosotros nos quedamos a las puertas, ¿verdad? Por tanto, la pregunta clave que todos debemos hacernos es: ¿soy realmente cristiano? Es tan grande el amor de Dios hacia nosotros que inspiró a su siervo Juan para que nos guiara acerca de cómo saber si somos cristianos verdaderos. Es cierto que las apariencias pueden engañar, y hay verdad en la conocida frase “en el cielo habrán muchas sorpresas”.

Debemos reconocer que los seres humanos no disponemos de visión de rayos X espirituales para identificar de forma infalible a los regenerados. Aun así, Juan nos indica al menos tres evidencias de gran peso para reconocer a una persona que ha nacido de nuevo de forma genuina: 1. 2:29b: “todo el que hace justicia es nacido de él”. La persona que ha experimentado el nuevo nacimiento hace justicia, obedece los mandamientos de Dios. 2. 4:7b: “todo aquel que ama, es nacido de Dios”. La persona que ha experimentado el nuevo nacimiento ama, particularmente a sus hermanos en la fe, tal y como nos dice el 4:20: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso”. 3. 5:1: “todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios”. La persona que ha experimentado el nuevo nacimiento cree que Jesús es el Cristo, no solamente un buen maestro o un “revolucionario”. ¿No es sorprendente cómo se parecen estos tres versos?

Es muy significativo observar que 1 Juan tiene cinco capítulos y en tres de ellos (2, 4, 5) vemos tres frases gemelas, con la misma estructura y con el mismo propósito teológico: revelar los frutos que evidencian todas las personas regeneradas de verdad. Esto nos confirma que Juan escribió esta carta con la intención central de hacer entender a sus lectores cómo se reconoce a un verdadero hijo de Dios, con la finalidad de que ellos mismos se miraran en el espejo de estos textos para examinar sus vidas. Juan quiso evitar a toda costa que sus lectores vivieran vidas engañadas, creyendo ser algo que no eran, y la aplicación para nosotros hoy es exactamente la misma. Debemos analizar nuestros frutos, debemos examinarnos a nosotros mismos, y así sabremos si somos nuevas criaturas de verdad o solamente “de boquilla”. Este es el autoexamen más importante que todos nos deberíamos hacer. Hay demasiado en juego como para no hacerlo (ni más ni menos que nuestras propias almas).

Dos aclaraciones importantes

Es necesario hacer dos aclaraciones importantes en cuanto al tema que nos ocupa. En primer lugar, hacer justicia, amar y creer en Cristo son resultados (frutos o evidencias) de haber nacido de nuevo. Es vital comprender que no nacemos de nuevo porque hacemos justicia, ni nacemos de nuevo porque amamos, ni nacemos de nuevo porque creemos. Más bien hacemos justicia, amamos y creemos, porque hemos nacido de nuevo. Un árbol primero nace y después da frutos, y no al revés. En segundo lugar, saber que tenemos una vida eterna segura no es una excusa para relajarnos, ni una licencia para no tomarnos nuestra santificación muy en serio. Un verdadero cristiano que se sabe poseedor del cielo, abraza esta realidad para esforzarse en su santificación mucho más si cabe. El efecto que el Espíritu Santo produce en el creyente genuino es un anhelo creciente por ser más santo, no una perspicacia para pecar más.

Conclusión

Si eres cristiano, puedes y debes saber que tienes vida eterna; no tienes por qué vivir en incertidumbre y menos en angustia. Gózate y descansa en esta verdad, y no dejes que nadie te prive de ello. Puedes confiar en la Roca de tu salvación, el Señor Jesucristo, nuestro castillo fuerte. ¿Acaso puede existir alguna garantía mayor? Pero al mismo tiempo, es importante que te preguntes: ¿Soy realmente cristiano? Analiza tu vida y pide a hermanos sabios que te ayuden a evaluar las evidencias de tu nuevo nacimiento. ¿Haces justicia? ¿Amas a Dios y a tus hermanos? ¿Crees que Jesús es el Cristo y no meramente un buen hombre? Finalmente, no uses la seguridad de tu salvación para pecar. Si piensas y actúas así, lo más probable es que no seas una nueva criatura todavía. Los verdaderos poseedores de la vida eterna jamás darán rienda suelta a sus pasiones, sino que buscarán la santidad cada día para agradecer y honrar a aquel que les hizo renacer, Cristo Jesús, pues son hechura suya, creados en Él para buenas obras.

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