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Morir no suele considerarse una demostración de poder. Para este mundo, la muerte está relacionada con la debilidad, el fracaso, la derrota y la impotencia. Pero la muerte de Jesús fue muy diferente. Y aun cuando pueda resultar sorprendente, el caso es que la muerte del Hijo de Dios fue una contundente demostración de autoridad, de victoria, de éxito y de control absoluto sobre todas las cosas. Consideremos las palabras de Juan 19:30: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”. A priori estas palabras no suenan a victoria, ¿verdad? Seamos honestos, no parecen palabras de triunfo en absoluto, más bien todo lo contrario. ¿Qué clase de poder puede haber en estas palabras? ¿Qué tipo de éxito? Desde una perspectiva humana, un hombre clavado en una cruz no parece ser muy poderoso, ni exitoso, ni mucho menos parece tener control de lo que le está pasando. No obstante, y a pesar de las apariencias, en la cruz del Calvario Jesucristo hizo un despliegue de poder sin precedentes. ¿Cómo? Al menos de tres maneras:

1. En la cruz Jesús demostró su poder absoluto sobre la historia

Nos dice el verso 30: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre”. Jesús tomó vinagre antes de morir. ¿Por qué? Porque se debía cumplir la profecía. Esto lo sabemos porque nos lo dice el versículo 28 precedente: “Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed”. Por tanto, Jesús pidió de beber con el fin de que se cumpliera todo lo que Dios había establecido que sucediera. ¿Qué aprendemos de esto? Pues una lección muy consoladora: todos los planes de Dios se cumplen. Siempre. Sin excepción. Hasta el más mínimo detalle. Dios es el Dios de la historia y de los más pequeños eventos que la componen. Él es el Dios que gobierna y controla todo lo que ocurre en este mundo. Nada ni nadie le sorprende. Y, por supuesto, Dios estaba en control perfecto de todos los detalles en la escena de la cruz. Él tenía nuestra salvación maravillosamente controlada. 1 Corintios 15:3 nos lo dice así: “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras”. Por ello, podemos afirmar que la cruz es un altavoz que proclama el dominio del Señor sobre la historia y, de forma especial, sobre la gloriosa historia de nuestra redención.

2. En la cruz Jesús demostró su poder absoluto para salvar

Nos revela el texto que cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: “Consumado es”. ¿Qué quiso decir el Señor con esta expresión? Fundamentalmente, el significado es: ¡Misión cumplida! ¡Salvación efectuada! ¡Rescate pagado! En el momento de la muerte del Mesías, el rescate del pueblo de Dios fue completado, una obra de liberación perfecta y definitiva a la que no se le puede añadir nada. La sangre de Jesús fue el gran pago requerido para que fuésemos liberados de la esclavitud del pecado y de sus consecuencias. Fue el gran pago que supuso que la justa ira de Dios Padre fuese recibida por el Hijo y no por nosotros, siendo así la Iglesia salvada de toda condenación. La expresión “Consumado es” (una sola palabra en el griego) nos enseña que Cristo es un sustituto perfecto y efectivo, el único capaz de salvarnos de una vez para siempre, tal y como nos dice Hebreos 10:14: “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”.

3. En la cruz Jesús demostró su poder absoluto sobre la muerte

“Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”. Una observación vital que debemos hacer cuando pensamos en la muerte de Jesús en la cruz es que fue una muerte voluntaria en todos los sentidos. El Señor no solo vino a la tierra a morir voluntariamente, sino que también entregó su vida porque quiso, estando en control de ella en todo momento. ¡Nadie le quitó la vida a Jesús! Él entregó su aliento de vida porque Él deseó hacerlo, no porque nadie tuviera poder sobre Él para quitársela (fue una entrega completamente intencional). Él mismo lo dijo en Juan 10:17-18: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar”. Jesús es Señor soberano sobre la muerte. Cristo tiene control absoluto sobre ella. ¡Esto sí que es poder! Pensemos un poco acerca del gran poder de la muerte. La muerte es muy poderosa, sin duda es el enemigo más fuerte que tenemos. Es evidente que nadie puede con ella. ¡Si una cosa tiene esta vida es que no saldremos vivos de ella! Todos los seres humanos de la historia fueron, son y serán derrotados por la muerte. La muerte se levanta con inmenso poder como una reina invencible. Pero (¡y gloria a Dios por este pero!) Cristo entregó su vida voluntariamente para volverla a tomar. Simplemente, la muerte no pudo con Él; la gran “reina” no tuvo opción alguna de retenerlo. Así el Señor dio su vida cuando a Él le plació, y después resucitó según el plan divino. Sí, la muerte es tremendamente poderosa, pero nada poderosa para nuestro gran Rey Jesús. Y porque Él la venció, ¡nosotros la venceremos gracias a Él! Cuando la Biblia dice que Cristo reina, es que ¡reina de verdad!

Conclusión

Está claro que morir no es una demostración de poder para este mundo. Pero la muerte de Jesús fue distinta. En la cruz, Jesús demostró su poder absoluto sobre la historia, demostró su poder absoluto para salvar y demostró su poder absoluto sobre la muerte. Solo podemos alzar la voz y decir: ¡Oh, gloria a tu poder Señor Jesús!

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