¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Uso la palabra abrazar porque la elección incondicional no es solo cierta, sino que también es preciosa. Evidentemente, no puede ser preciosa si no es verdadera. Así que esa es la principal razón por la que la abrazamos. Pero empecemos por una definición:

La elección incondicional es la libre elección de Dios antes de la creación, no con base en una fe prevista, en la cual garantiza a los traidores fe, arrepentimiento, perdón, y adopción en el seno de la familia eterna de gozo.

1. Abrazamos la elección incondicional porque es verdadera.

Todas mis objeciones a la elección incondicional colapsaron cuando ya no pude explicar más Romanos 9. El capítulo comienza con la predisposición de Pablo a ser maldecido y separado de Cristo por el bien de sus parientes judíos no creyentes (versículo 3). Esto implica que algunos judíos están pereciendo. Esto cuestiona inmediatamente la promesa de Dios hacia el pueblo judío. ¿Había fallado? Pablo responde: “no es que la palabra de Dios haya fallado” (Romanos 9:6). ¿Por qué no?

Debido a que “no todos los descendientes de Israel son Israel” (Romanos 9:6). En otras palabras, el propósito de Dios no era el de absolver a cada persona individualmente en Israel. Había, en cambio, un propósito de elección.

Así que para ilustrar el punto de la elección incondicional de Dios, Pablo usa la analogía de Jacob y Esaú: “Porque cuando aún los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios conforme a Su elección permaneciera, no por las obras, sino por Aquél que llama, se le dijo a Rebeca: ‘El mayor servira al menor’” (Romanos 9:11-12).

En otras palabras, el propósito original de Dios en la elección de individuos en Israel para sí mismo —¡y de todas las naciones! (Apocalipsis 5:9)— no se basó en ninguna condición que debían cumplir. Fue una elección incondicional. Y así dice: “Tendré misericordia del que Yo tenga misericordia, y tendré compasión del que Yo tenga compasión” (Romanos 9:15; véase también Romanos 9:16-18; 11:5-7).

Jesús confirma esta enseñanza: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y el que a mí viene, nunca será echado fuera” (Juan 6:37). Ir a Jesús no es una condición con la cual cumplamos para así ser aptos para la elección. Es el resultado de la elección. El Padre ha elegido a sus ovejas. Son suyas. Y Él se las da al Hijo. Es la razón por la que van. “Nadie puede venir a Mí si no se lo ha concedido el Padre” (Juan 6:65). “Ustedes no me escogieron a Mí, sino que Yo los escogí a ustedes” (Juan 15:16; véase Juan 17:2, 6, 9; Gálatas 1:15).

En el libro de los Hechos, ¿por qué algunos creen y otros no? La respuesta de Lucas es la elección: “y creyeron cuantos estaban ordenados a vida eterna” (Hechos 13:48). Esta “ordenación” —esta elección— no estaba basada en la fe prevista; era la causa misma de la fe.

En Efesios 1, Pablo dice: “Porque Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo (…) en Él hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de Aquél que obra todas las cosas conforme al consejo de Su voluntad” (Efesios 1:4,11). Es el “consejo de la voluntad de Dios”, el que es eternamente decisivo en este asunto.

¿Qué le dirás a Dios en el juicio si él preguntara: “¿Por qué creíste en mi Hijo, mientras que otros no lo hicieron?”? No vas a decir: “Porque yo era más inteligente”. No. Seguramente dirás: “Por tu gracia. Si no me hubieras escogido, habría sido dejado espiritualmente muerto, culpable”.

2. Abrazamos la elección incondicional porque Dios la diseñó para hacernos valientes en la proclamación de su gracia en un mundo hostil.

“Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?… ¿Quién acusará a los escogidos de Dios?” (Romanos 8:31,33).

3. Abrazamos la elección incondicional porque Dios la diseñó para hacernos humildes.

“Dios ha escogido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios… para que nadie se jacte delante de Dios… El que se gloria, que se glorie en el Señor” (1 Corintios 1:27, 29, 31).

4 Abrazamos la elección incondicional, porque Dios la convirtió en un poderoso impulso moral para la compasión, la bondad y el perdón.

“Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia (tolerancia); soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes” (Colosenses 3:12-13). Nadie ha visto o probado de su elección verdaderamente, sino no ha sido movido por Él para convertirse en alguien amable, paciente, y perdonador.

5. Abrazamos la elección incondicional, ya que es un poderoso incentivo en nuestro evangelismo para ayudar a los no creyentes, que son grandes pecadores, a no desesperarse.

Cuando presentas libremente a Cristo a todos los no creyentes, supongamos que uno diga: “He pecado terriblemente, Dios nunca podría optar por salvarme”. La mejor cosa para destruir su desesperación que puedes decirle es: ¿Te das cuenta de que Dios escogió antes de la fundación del mundo a quien salvaría? Y lo hizo sin basarse en absolutamente nada que tú tengas o hagas. Antes de que nacieras o hubieras hecho algo bueno o malo, Dios escogió si salvarte o no.

Por lo tanto, no te atrevas a decir frente a Dios qué requisitos están faltando en ti a fin de ser elegido. No hubo requisitos para ser elegido. “Entonces, ¿qué debo hacer?”, él pregunta. “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo” (Hechos 16:31). Así es como se empieza a “hacer firme su llamado y elección” (2 Pedro 1:10). Si aceptas al Salvador, confirmarás que eres elegido, y serás salvo.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Martín Rodrigo Preiti
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando