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“Desde que Moisés descendió de la montaña con dos hojas de piedra bajo sus brazos —dice Tony Reinke—, toda la literatura se puede dividir en dos géneros: Género A: la Biblia. […] Género B: todos los otros libros”. La mayoría de los cristianos reconocen la necesidad de leer la Biblia. Pero para desarrollar plenamente nuestra fe y crecer en sabiduría, debemos leer de los dos géneros.

La Biblia es naturalmente el libro más importante. Sería mejor, como afirmó Charles Spurgeon, perder todo lo que es bello, admirable, o útil en la literatura humana en lugar de “perder una sola sílaba de la boca de Dios”. La Escritura es el elemento más importante que forma nuestra imaginación. Sin embargo, las obras del “género B” también tienen valor, incluso cuando provienen de autores paganos o seculares.

En Éxodo 3:22 Dios le dice a los israelitas: “Cada mujer pedirá a su vecina y a la que vive en su casa, objetos de plata, objetos de oro y vestidos, y los pondrán sobre sus hijos y sobre sus hijas. Así despojarán a los Egipcios”. A lo largo de la historia de la iglesia, los pensadores cristianos han usado este pasaje como una analogía de la manera en que el pueblo de Dios puede usar las mejores cosas de este mundo, y especialmente la sabiduría del mundo, para la gloria de Dios. Por ejemplo, Agustín argumentó en Doctrina cristiana que los creyentes deberían “saquearle a los egipcios” la sabiduría de su pensamiento, y usarlo para los propósitos de Dios:

“Además, si los que se llaman filósofos […] han dicho cualquier cosa que sea verdadera y esté en armonía con nuestra fe, no solo no debemos rechazarla, sino reclamarla para nuestro propio uso, y tomarla de aquellos que tienen posesión ilegal de ella. Porque, así como los egipcios […] tenían vasijas y adornos de oro y plata, y prendas de vestir, cosas de las cuales el pueblo se apropió al salir de Egipto, usándolas mejor, sin hacerlo por su propia autoridad, sino por orden de Dios […], de la misma manera todas las ramas del aprendizaje pagano […] contienen también muchas instrucciones que están mejor adaptadas para el uso de la verdad, al igual que algunos preceptos de moralidad excelentes; y en esas instrucciones se encuentran algunas verdades con respecto a la adoración del Dios Único. Ahora, estas cosas son, por así decirlo, su oro y plata, que no se crearon a sí mismas, sino que se extrajeron de las minas de la providencia de Dios que están dispersas por todas partes, y que se prostituyen perversamente e ilegalmente para la adoración de los demonios. Estas cosas, por lo tanto, el cristiano, cuando se separa en espíritu de la miserable comunión de estos hombres, debe quitarles y dedicarlas a su uso apropiado: predicar el evangelio”.

Aquí hay cinco maneras en que podemos “saquear a los egipcios” en nuestra lectura de obras de no creyentes:

1. Lee a la luz de la Biblia

Toda nuestra lectura, especialmente las obras de autores no cristianos, deben leerse a la luz de las Escrituras.

Toda nuestra lectura, especialmente las obras de autores no cristianos, deben leerse a la luz de las Escrituras. Como Reinke agrega: “Las Escrituras son el marco de referencia mediante el cual leemos todos los libros. La Escritura es perfecta, suficiente, y eterna. Todos los demás libros, hasta cierto punto, son imperfectos, deficientes, y temporales”.

2. Lee para encontrar verdad compartida

Debido a que toda verdad es verdad de Dios, podemos buscarla en obras de no cristianos. Juan Calvino nos recuerda que “en la lectura de autores profanos [es decir, no cristianos], la admirable luz de la verdad que se muestra en ellos debe recordarnos que la mente humana, por muy caída y pervertida que sea en su integridad original, aún está adornada y contiene admirables dádivas de su Creador”.

3. Lee para encontrar experiencias en común

Podemos aprender mucho sobre la vida a través de las experiencias de otros que no comparten nuestra fe en Cristo.

Aunque hay una gran brecha en nuestras experiencias espirituales, los cristianos y los no creyentes comparten una amplia gama de experiencias de vida. Todos tenemos mucho en común en la forma en que nos enamoramos, sufrimos dolor, engendramos y criamos hijos, y lloramos la pérdida y la muerte. Por esta razón, podemos aprender mucho sobre la vida a través de las experiencias de otros que no comparten nuestra fe en Cristo.

4. Lee para comprender nuestra historia

Desde antes de los días de Noé, las vidas de tanto creyentes como burlones y escépticos se han entrelazado al crear la historia humana. Si limitamos nuestra comprensión de la historia a la perspectiva de los cristianos, nos perdemos una amplia y valiosa gama de presentaciones e interpretaciones de los hechos. Debido a que Dios es soberano sobre toda la vida humana, podemos aprender de cualquier narrativa histórica que sea digna.

5. Lee para entender el pecado y la gracia

G.K. Chesterton dijo una vez: “Ciertos teólogos nuevos cuestionan el pecado original, que es la única parte de la teología cristiana que se puede probar en realidad“. Si bien pueden negar el término y la doctrina, los no creyentes no pueden negar las consecuencias del pecado. Si bien debemos evitar los libros que glorifican el comportamiento pecaminoso o que nos pueden tentar a pecar, podemos aprender mucho al leer acerca de cómo la rebelión contra Dios afecta a nuestro mundo. También podemos obtener un mayor aprecio por la gracia de Dios y por “la propiciación por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero” (1 Jn. 2:2).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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