¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Recuerdo cuando un estudiante de teología me escribió: “Estoy triste porque cumplí 20 años y no hallo sentido ni propósito a lo que soy y hago”. Lo felicité, no por las dudas que él tenía sino por lo que ellas implican.

En algún momento de nuestras vidas, todos llegamos a tener preguntas existenciales en nuestra búsqueda de sentido e identidad. Preguntas como: ¿Quién soy? ¿Para qué estoy aquí? ¿Qué debo hacer con mi vida?

Buscar las respuestas correctas en un mundo de muchas opciones es imprescindible, ya que ellas determinarán el rumbo que seguiremos.

Considerando esto, te animo a meditar en cuatro de las verdades que la Biblia enseña sobre tu identidad para que ellas moldeen tu forma de pensar:

1. Eres un ser humano creado a imagen y semejanza de Dios

Dios nos creó a su imagen y semejanza (Gn. 1:26). Él es Espíritu (Jn. 4:24), y esto significa que ser hechos a su imagen no se refiere a nuestra apariencia física, sino a nuestra capacidad especial para pensar, sentir, y decidir. Tenemos intelecto, emociones, y voluntad. 

Dios espera que administremos bien nuestro intelecto y filtremos aquello que alimenta nuestra mente (Fil. 4:8), y también espera que cuidemos nuestro corazón (Pr. 4:23), ya que siempre tomamos decisiones basados en lo que pensamos y sentimos.

Vale decir también que fuimos creados varón y mujer (Gn. 1:27), con roles específicos dados por Dios según nuestro género. En la Biblia no hay espacio para una interpretación que vaya contra este principio.

Fuimos creados varón y mujer, con roles específicos dados por Dios según nuestro género.

2. Eres un ser humano creado con propósitos divinos

Dios “da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen” (Ro. 4:17). Este texto nos habla del Señor de los propósitos. Fuiste creado conforme al plan de Dios, incluso si tu nacimiento no fue planificado (Ef. 1:12).

Dios también es omnisciente. Esto significa que sabe todo sobre ti. Él conoce tu pasado, tu presente, y tu futuro. Él conoce las circunstancias en que naciste (Sal. 71:6), tus luchas presentes (Ro. 7:19-25), y lo que viene para ti, porque Él lo diseñó y miró de antemano.

Su mirada está puesta en tu interior (1 S. 16:7). Le interesas tanto, que Él desea escucharte diariamente, relacionarse contigo, y darte a conocer por medio de Su Palabra los planes que tiene para ti a medida que busques de Él.

3. Eres un hijo de Dios único y especial

Solo los creyentes verdaderos somos adoptados por Dios (Jn. 1:12). Eso significa que tenemos un Padre que desea lo mejor para nosotros (Mt. 7:11).

No importa si naciste en un hogar fragmentado, hoy eres adoptado en Cristo y nunca más serás llamado ni visto como hijo ilegítimo. Aquí cobra mayor sentido el pasaje: “Porque, aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el Señor me recogerá” (Sal. 27:10).

Esta verdad también significa que el cristiano tiene una familia: “Así pues, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino que son conciudadanos de los santos y son de la familia de Dios”. (Ef. 2:19). Y como miembro de la familia de Dios, tienes una herencia eterna en Él: “Y si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con Él a fin de que también seamos glorificados con Él (Ro. 8:16–17).

4. Eres un ser humano imperfecto (en manos del Dios perfecto)

Nuestra imperfección es parte de nuestra naturaleza caída, manchada por el pecado. La Biblia enseña que ninguno de nosotros es justo (Ro. 3:10). Incluso el apóstol Pablo decía ser el peor de los pecadores (1 Ti. 1:15). Necesitamos reconocer que somos peores de lo que creemos. Esto nos hace humildes y nos lleva a gozarnos más aún en el evangelio. “Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:8).

Tenemos una identidad definida por Dios, basada en la Biblia y no en filosofías humanas.

Aunque somos imperfectos, estamos en manos de un Dios perfecto. Solo por medio de Cristo podemos andar por el Espíritu (Gá. 5:16). Así podremos derrotar los deseos de nuestra naturaleza pecaminosa (Ro. 8:13-14). Asimismo, Él nos ha dado su Palabra para que podamos ser cambiados por ella (2 Ti. 3:16), y el privilegio de congregarnos junto a otros creyentes para ser estimulados al amor y las buenas obras (Heb. 10:24-25).

Conclusión

Estas cuatro verdades sobre nuestra identidad tienen implicaciones masivas. Por ejemplo, nos recuerdan que tenemos una identidad definida por Dios, basada en la Biblia y no en filosofías humanas. También nos conducen a entender que nuestros propósitos más importantes están en Dios y no en cosas terrenales.

Asimismo, saber quiénes somos nos ayuda a ver nuestras virtudes, para servir a Dios con excelencia; y debilidades, para rogar a Dios que obre en nuestro ser. Solo así podemos reconocer lo que el apóstol Pablo afirmó: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana” (1 Co 15:10).

¿Tu entendimiento de tu identidad está basado en la Biblia? ¿Estás profundizando en estas verdades para la gloria de Dios?


Imagen: Lightstock.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando