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El ministerio en la ciudad no es tan simple como parece.

En las ciudades existe una gran diversidad de cosmovisiones compitiendo en el mercado de las ideas. También hay diferentes grupos de personas con trasfondos muy distintos al nuestro. Además, en los grandes centros urbanos se evidencia que la cultura occidental es básicamente postcristiana: los valores y las definiciones del cristianismo no se dan por sentado y no son entendibles para la mayoría de la gente. Estos son solo algunos de los muchos retos que un pastor enfrenta en la gran ciudad.

Al mismo tiempo, la mayoría de las personas en el mundo se mueven hacia las ciudades. En los centros urbanos, las ideas pueden impactar toda la cultura. Pocas cosas pueden ser más estratégicas para el avance del evangelio que trabajar en alcanzar las ciudades, como vemos en el libro de Hechos. Y sin embargo, es posible que no hayamos pensado seriamente en cómo alcanzar nuestras ciudades de manera efectiva.

Iglesia centrada

Iglesia centrada

Vida. 304 pp.
Vida. 304 pp.

Tal vez no hay nadie mejor para enseñarnos al respecto que Timothy Keller. Él sirvió como pastor por más de dos décadas en Nueva York. La iglesia El Redentor, plantada por Keller, ha alcanzado a miles de personas en un entorno muy secularizado. Además, Keller ha ayudado en la plantación de cientos de iglesias en decenas de ciudades del mundo a través de City to City.

En su libro, Iglesia centrada: Cómo ejercer un ministerio equilibrado y centrado en el evangelio en su ciudad, Keller destila en poco más de 400 páginas (a doble columna) lo más valioso que ha aprendido sobre el ministerio en la ciudad y las implicaciones del evangelio para el mismo. Con un lenguaje sencillo y persuasivo, con amplio conocimiento de todos los temas que abarca (es impresionante la cantidad de libros que cita), y celo por la Palabra de Dios, el autor presenta un libro útil en extremo para todo pastor o líder.

Hacia una visión teológica correcta

Keller argumenta que una visión teológica correcta es necesaria para tener un ministerio eficaz en la ciudad. “Entre las creencias doctrinales y las prácticas ministeriales propias debe haber una visión bien concebida de cómo hacer que el evangelio ejerza su influencia en un ambiente cultural y momento histórico particulares” (p. 20). El autor añade:

“[La visión teológica para el ministerio] se trata de algo más práctico que meras creencias doctrinales, pero mucho más teológico que ‘cómo dar el paso’ para realizar un ministerio específico. Cuando ya se tiene la visión, con sus énfasis y valores, ella guía a los líderes de la iglesia para tomar buenas decisiones sobre cómo adorar, discipular, evangelizar, servir e interconectar la cultura con sus campos de ministerio, ya sea en la ciudad, en el suburbio o en un pueblo pequeño […]. En otras palabras, una visión teológica es una visión sobre lo que usted va a hacer con su doctrina en un momento y lugar específicos” (p. 20).

Para tener un ministerio eficaz no es suficiente tener una doctrina sólida y bíblica; muchas iglesias con una doctrina muy sana son ineficaces en alcanzar a otros, mostrar amor a la ciudad, y desarrollar discípulos (como afirma Keller y nosotros mismos podemos notar al ver la experiencia de muchas iglesias en nuestros países). Tampoco es suficiente copiar una “estrategia” vista en otro lugar y conducirnos por el pragmatismo.

En cambio, debemos pensar seriamente en cómo la sana doctrina que afirmamos debe moldear la forma en que llevamos a la práctica el ministerio en un lugar y tiempo determinado. ¿Y qué incluye una visión teológica de una iglesia centrada en el evangelio en la ciudad?

“… incluye una comprensión mucho mayor de la contextualización que la que los cristianos han necesitado en el pasado, una mayor familiaridad con el carácter de las ciudades y la urbanización, una comprensión sofisticada de los modelos de la iglesia y las diferentes maneras de relacionar el cristianismo con una cultura hostil, una capacidad para integrar los ministerios de obra y palabra, y un compromiso de discipular a los laicos no solo para sus vidas privada y de iglesia, sino también para su vida pública y vocaciones. Subyaciendo en todo esto está la clave del ministerio fructífero en todo tiempo y lugar: una consagración al evangelio bíblico y la habilidad de aplicar el evangelio a las mentes y los corazones a fin de que traiga vida, luz, y poder a la iglesia” (p. 405).

Y de eso trata Iglesia centrada.

A lo largo del libro, Keller no se limita a decirnos qué cosas le funcionaron como pastor en Nueva York, porque él sabe que cada ciudad y cada iglesia es diferente. No todas las iglesias y pastores tienen los mismos dones en las mismas medidas, ni enfrentan los mismos retos en relación a la cultura, por mencionar algunos factores que hacen la diferencia.

En cambio, el autor busca brindarnos enseñanza que nos ayude a desarrollar nuestra propia visión teológica. Keller nos lleva a considerar la cultura que nos rodea, el entorno en donde estamos, nuestros propios dones, las convicciones doctrinales que tenemos, etc., incluso si no estamos en una ciudad y servimos en un entorno más rural.

Evangelio, ciudad, y movimiento

Keller presenta su libro en tres grandes secciones, que abarcan ocho partes y 30 capítulos en total. Cada sección se enfoca en hablar sobre uno de tres compromisos básicos que deben caracterizar a una visión teológica eficaz:

  • Un compromiso con el evangelio de Cristo, evitando el extremo del legalismo y la religión, y el otro extremo de la irreligión y el relativismo. El evangelio es algo radicalmente distinto a ambas cosas y debe estar en el centro de nuestro ministerio.
  • Un compromiso con la ciudad, evitando el extremo de estar desadaptada o solo confrontando a la ciudad, y también el extremo opuesto de solo apreciar la ciudad y estar adaptada a ella en exceso.
  • Un compromiso con procurar un movimiento del evangelio en la iglesia y junto a otras iglesias. Una iglesia debe evitar ser demasiado estructurada e inclinada a la tradición, y también el otro extremo de ser un organismo demasiado flexible y dado a la cooperación y unidad de manera contraria a la Palabra.

El autor argumenta que “cuanto más ‘en el centro’ de todos los ejes se halle el ministerio, más dinamismo y efectividad tendrá. El ministerio que se encuentre en un extremo del espectro o de los ejes, limitará el poder de cambiar las vidas de las personas en ese entorno” (p. 27).

Sin duda, una gran fortaleza de este libro son los grandes balances que presenta en relación a diferentes áreas controversiales para creyentes de diversos trasfondos.

Por ejemplo, ¿debemos escoger entre predicar el evangelio o buscar la justicia social? ¿Debemos confrontar la cultura o celebrarla? ¿Debemos ser optimistas en cuanto a nuestra ciudad o pesimistas? Las reuniones dominicales, ¿deben ser pensada para los creyentes o para los incrédulos? ¿Debemos ver la iglesia como una organización o como un movimiento? ¿Debemos adaptarnos a nuestro entorno cultural o debemos mantenernos totalmente distintos al resto?

En estas y otras áreas de debate, Keller toma lo mejor de cada postura en conflicto, las examina a la luz de la Palabra, y nos explica cómo en muchos asuntos los pastores (y los creyentes en general) no tienen que elegir entre dos opciones cuando podemos y debemos tener un balance basado en la Palabra de Dios y manteniendo matices saludables. Podemos escoger estar en el centro y ser fieles al Señor.

Inevitablemente, es por eso que no todas las personas estarán de acuerdo con todo lo que Keller expone en el libro. No solo por cuestión de convicción, sino también porque nuestro propio contexto puede demandar que nos inclinemos a ciertas posturas más que a otras, y eso a veces es muy necesario (algo que Keller parece comprender perfectamente). Sin embargo, aunque estés en desacuerdo con algunas cosas, puedes terminar cada página y tener mucho para considerar sobre tu ministerio, siendo retado y animado.

Profundizando en el evangelio y sus implicaciones

Este libro puede ser intimidante debido a su extensión.

Parece que abarca demasiadas cosas: desde una teología bíblica de las ciudades (parte 4), hasta un análisis de lo que significa ser una iglesia misional (capítulos 19 y 20), pasando también por un estudio de los modelos que los creyentes han adaptado para responder a la cultura y cómo todos son correctos e incorrectos al mismo tiempo (parte 5), hasta consejos sobre cómo ayudar a los miembros de tu iglesia a involucrar la fe cristiana en sus trabajos (capítulo 26), por mencionar algunos temas.

Sin embargo, lo mejor que hace este libro es analizar todos esos temas a la luz del evangelio y motivado por el evangelio. Keller no solo nos llama a estar centrados en el evangelio, sino que también nos modela cómo luce pensar así. Esto es vital para cada creyente:

“El evangelio no es solo el ABC, sino de la A a la Z de la vida cristiana. Es inexacto pensar que el evangelio es lo que salva a los que no son cristianos, y que los cristianos maduran al tratar duramente de vivir de acuerdo con los principios bíblicos. Es más preciso decir que somos salvos por creer en el evangelio y luego somos transformados en cada esfera de nuestras mentes, corazones y vidas al creer en el evangelio más y más profundamente a medida que la vida transcurre” (p. 54).

Una y otra vez, Keller vuelve al evangelio para considerar cada asunto en el libro y cómo abordarlo, y al hacerlo refleja gracia y verdad en cada materia de debate al resaltar lo más importante (el evangelio) como lo más importante. Este es el aporte más significativo de Keller a lo largo de su ministerio y libros. Iglesia centrada es la mejor muestra de eso.

De igual forma, este libro presenta un claro llamado a procurar ver nuestras ciudades impactadas por el evangelio:

“Solo si producimos miles de nuevas comunidades de iglesia que regularmente ganan para Cristo a la gente secular, buscan el bien común de toda la ciudad (especialmente de los pobres), y discipulan a miles de cristianos para que escriban dramas, avancen en la ciencia, hagan periodismo creativo, empiecen nuevas empresas eficientes y productivas, usen su dinero para otros, y produzcan erudición y literatura innovadora, estaremos haciendo en realidad todas las cosas que la Biblia nos dice que los cristianos deben estar haciendo. Así es como empezamos a ver a nuestras ciudades influenciadas comprensivamente para Cristo” (p. 309).

Creo que si más personas en nuestras iglesias en Latinoamérica pensaran de esa manera, veríamos una gran diferencia en cómo servimos en la iglesia y a la ciudad.

En conclusión, este libro es tan bueno y rico en pensamiento, que no debería faltar en la biblioteca de todo pastor y líder. Te ayudará a procurar un ministerio eficaz mientras dependes de la soberanía de Dios para eso. Toma y lee, toma y lee.

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