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Mi esposa y yo empezamos a congregarnos en Iglesia Reforma a los pocos meses de iniciada la plantación. Como todo comienzo, el servicio dominical era algo pequeño. 

Después de un tiempo, al final de la reunión, uno de los hermanos me preguntó por qué no había más instrumentos musicales, sino únicamente una guitarra acústica y un cajón peruano. Le contesté que sí había muchos instrumentos: las voces de los santos alabando al Señor. Nunca habrá una banda u orquesta que sustituya ese sonido.

¿Es la voz un instrumento?

Dios dotó al ser humano de un aparato fonador asombroso, compuesto por una serie de órganos con funciones particulares —pulmones, laringe, cuerdas vocales, labios, boca, lengua, entre otros— que trabajan juntos de forma milimétricamente precisa. Así como las cámaras de fotografía y video fueron inspiradas por las funciones del ojo, los instrumentos musicales y de transmisión de voz tomaron como inspiración la manera en que se emite la voz humana.

El Señor ha dotado al creyente de todo lo necesario para vivir para Él y servirle, incluyendo ese aparato emisor de sonido: «Con mi boca clamé a Él, y ensalzado fue con mi lengua» (Sal 66:17). «Darán voces de júbilo mis labios, cuando te cante alabanzas, y mi alma, que Tú has redimido» (Sal 71:23).

La Biblia nos llama a alabar al Señor en privado. Podemos hacerlo en un tiempo dedicado y también de manera más espontánea, como cuando conducimos o realizamos alguna tarea de la casa, de forma audible o en voz baja, cantando, tarareando o silbando. Como dice la Escritura: «Bendeciré al Señor en todo tiempo; continuamente estará Su alabanza en mi boca» (Sal 34:1).

La Palabra también nos exhorta a ser partícipes y cantar en público junto a las voces de los santos, tal como lo hacía el pueblo de Dios en la antigüedad: «En la congregación te daré gracias; entre mucha gente te alabaré» (Sal 35:18). Esa actitud es la misma que exhorta Pablo a la iglesia: «Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en sus corazones» (Col 3:16).

El mejor ensamble musical

Yo sirvo en la alabanza en la iglesia y cuando ensayo en casa busco lograr el mejor tono posible en mi guitarra; quiero que la armonía y las dinámicas de las canciones estén listas para luego ensamblar con la banda. Pero hay algo que no se puede ensayar y que espero con gran entusiasmo: ver y escuchar cantar a mis hermanos.

Nunca habrá un conjunto musical, por más armonioso que sea, que sustituya la hermosura de los santos adorando al Señor con sus voces

La congregación no ensaya la forma de levantar sus manos, aplaudir o cerrar sus ojos; son reacciones espontáneas, respuestas voluntarias de agradecimiento por lo que Dios hizo a través de Cristo en la cruz. Sobran las razones y motivos para alabar al Señor y la Palabra nos entrega una cualidad que engloba bien a nuestro Dios: Él es digno (2 S 22:4, 1 Cr 16:25, Sal 18:3, 48:1, 96:4 y 145:3, Heb 3:3, Ap 4:11, 5:9 y 12). Nunca habrá un conjunto musical, por más armonioso que sea, que sustituya la hermosura de los santos adorando al Señor con sus voces.

Una alabanza conectada

Cada vez es más habitual que los músicos y cantantes que ministran en la alabanza utilicen audífonos («in ears») para tener una referencia auditiva. Esto les permite escucharse con mayor claridad, así como destacar y personalizar algunos elementos de la mezcla de forma individual. Esto es muy beneficioso porque hace posible que un músico escuche mejor las referencias que necesita para ensamblar bien con la banda. Con todo, es muy importante recordar que la alabanza congregacional no es la mezcla, los músicos, los cantantes, el sonidista y el equipo de multimedia, sino toda la congregación reunida para alabar a Dios (Sal 22:22).

En el transcurso de la reunión dominical hay momentos —y de hecho hay que propiciarlos—, en los que durante las canciones se baja la intensidad de los instrumentos musicales para que destaque el instrumento más importante: las voces de los santos. Justo en ese momento suelo quitarme uno de los audífonos para escuchar y unirme a las voces de mis hermanos y hermanas en la adoración al Dios trino. Esos momentos son especiales porque se evidencia de manera más clara el propósito de la adoración corporativa: que juntos alcemos nuestras voces en cantos al Señor por sus bondades, misericordia y carácter.

La alabanza congregacional no es la mezcla, los músicos, cantantes, sonidista y equipo de multimedia, sino toda la congregación reunida para alabar a Dios

Eleva tu voz

Entiendo que hay personas tímidas o que sienten que su voz no suena tan entonada, pero esto no debe ser motivo de vergüenza o una razón para no cantar en la congregación.

Como hemos visto, cantar es un mandato de la Escritura. Además, cantar es algo habitual en la cultura; las canciones han sido utilizadas a través de la historia para facilitar la comunicación de diferentes ideas. Los niños aprenden lecciones cantando, los padres entonan canciones de cuna para que los bebés puedan dormir, los equipos deportivos se animan con canciones, los países tienen himnos nacionales que entonamos en actos públicos y se canta «feliz cumpleaños» al que celebra un año más de vida.

¿Por qué cantar al Señor en público debe ser algo extraño? Jesús cargó en la cruz toda vergüenza para que podamos vivir libres. Dentro de las muchas dichas que su sacrificio nos ha dado es la de poder cantar al Señor sin temor de ser rechazados, con nuestras voces, el instrumento más importante. 

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