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Aunque la Biblia es de origen divino, también es una obra literaria monumental que contiene códigos literarios que debemos descifrar para comprender mejor el mensaje que quisieron transmitir los autores.

Para eso necesitamos conocer las diversas reglas hermenéuticas, entre las cuales están las figuras literarias, una rama de la hermenéutica especial.[1] Una figura literaria “es una manera de expresar alguna idea en términos de otra que tenga una semejanza a la primera, real o imaginaria”.[2]

Aunque aquí no analizaremos todas las formas de lenguaje figurado, veremos a modo de ejercicio algunos ejemplos en Isaías 1:1-20, y cómo interpretar correctamente estas figuras nos ayuda a entender mejor la Palabra de manera práctica. Estos veinte versos están divididos por el autor en tres secciones, que a su vez definen el bosquejo de este artículo.

1) Reprimenda contra los reyes y el pueblo de Israel (v. 1-9)

Verso 1: El redactor y los destinatarios

“Visión que tuvo Isaías, hijo de Amoz, concerniente a Judá y Jerusalén, en los días de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá”, Isaías 1:1.

Isaías 1:1 registra que el profeta tuvo una visión sobre Judá y cuatro de sus reyes. El profeta Isaías ministró entre 740 a 690 a. C., tiempo en el que “Dios le encargó que llamase a Israel y a Judá a que se arrepintiesen de sus pecados e incredulidad y a confiar solo en Él tanto para la salvación personal como para la liberación nacional”.[3]

Verso 2: La personificación que compromete al pueblo

“Oigan, cielos, y escucha, tierra, porque el Señor habla: Hijos crié y los hice crecer, mas ellos se han rebelado contra mí”, Isaías 1:2.

Dios lamenta frente a la creación el comportamiento de su pueblo con estas palabras: “Oigan, cielos, y escucha, tierra” (Is. 1:2). Esto es una personificación o prosopopeya que se da “cuando características personales se le atribuyen a los animales, las plantas, o las cosas sin vida”.[4] Es obvio que el cielo y la tierra no podrán escuchar, pero vemos frecuentemente que Dios los cita como testigos frente al pueblo, como sucedió en Deuteronomio 30:19.

El profeta usa esta personificación para iniciar un discurso que describirá el mal comportamiento de un pueblo ingrato.

Verso 3: El paralelismo antitético que humilla al pueblo

“El buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo; pero Israel no conoce, mi pueblo no tiene entendimiento”, Isaías 1:3.

El paralelismo es un rasgo esencial de la poesía hebrea, pero está presente también en los libros proféticos. Mientras un paralelismo sinónimo repite y enfatiza el pensamiento en cada línea (como en 1:10), el paralelismo antitético que vemos en el verso 3 busca contrastar la afirmación de la primera parte que habla sobre animales (A, A*), con la última que habla sobre Israel (B, B*). Veamos una explicación en el siguiente esquema:Este es un paralelismo antitético porque contrasta el inteligente proceder de los animales con el ignorante comportamiento de Israel. Con este paralelismo, Isaías afirmó: “entiende más un buey o un asno que ustedes”. En este verso, las líneas A y A* indican que los animales saben quién los alimenta y en dónde, en contraste con las líneas B y B*: Israel no entiende la instrucción de Dios.

A partir de aquí, Isaías deja a un lado los eufemismos literarios (expresiones suaves) y describe con vehemencia el pecado del pueblo al abandonar a Dios (Is. 1:4).

Verso 5: Las preguntas retóricas y la sinécdoque que confrontan al pueblo

“¿Dónde más serán castigados? ¿Continuarán en rebelión? Toda cabeza está enferma, y todo corazón desfallecido”, Isaías 1:5.

La pregunta retórica regularmente afirma y no busca respuesta. En el verso 5 hay dos: ¿Dónde más serán castigados? y ¿continuarán en rebelión? A continuación, el profeta usa una descripción biológica deplorable para hablar de la situación espiritual del pueblo.

Por medio de una sinécdoque, que apunta a una parte por el todo, Dios afirma: “Toda cabeza está enferma, y todo corazón desfallecido”. La cabeza y el corazón representan el ser completo del hombre, pero para Dios no basta. Fue necesario enfatizar más en la primera parte del verso 6: “De la planta del pie a la cabeza no hay en él nada sano, sino golpes, verdugones, y heridas recientes”.

Lo más triste en una persona enferma es que no quiera buscar ayuda para sanar. Esta es la actitud del pueblo en la segunda parte del verso 6: “(sus heridas) no han sido curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite”.

Versos 8-9: El símil que describe la miseria del pueblo

“Y la hija de Sion ha quedado como cobertizo en una viña, como choza en un pepinar, como ciudad sitiada. Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado algunos sobrevivientes, seríamos como Sodoma, y semejantes a Gomorra”, Isaías 1:8-9.

El verso 7 describe la precariedad socio-económica a la que los había llevado el pecado del pueblo. El profeta usa el símil que describe algún objeto, acción, o relación semejante a otra no similar, para resumir con tres ejemplos la situación de pueblo:

  • Como cobertizo en una viña,
  • Como choza en un pepinar,
  • Como ciudad sitiada.

El pueblo comprendió los símiles que usó el profeta. “Los cobertizos y chozas eran bien conocidos por la gente de la época. Después de un período corto de ocupación y utilidad durante la cosecha, las habitaciones frágiles eran abandonadas y pronto desaparecían”.[5] Los oyentes comprendían que el profeta Isaías afirmaba que ese era el destino del pueblo de Dios.

Sin embargo, la inagotable misericordia de Dios no permitió que su pueblo llegase a desaparecer al igual que Sodoma y Gomorra (v. 9).

2) Reprimenda contra los líderes religiosos de Israel (v. 10-15)

Como vimos, Isaías 1:1-9 contienen un fuerte llamado de atención a los reyes y al pueblo de Israel. En estos nueve versos el profeta Isaías usa la primera persona, dejando que Dios hable como un padre justo, amoroso, comprensivo, y sabio, pero airado con el comportamiento de sus hijos: “… crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí” (Is. 1:2, RV60).

Parte de esos hijos son los sacerdotes de Israel. Por eso Isaías 1:10-15 contiene una impetuosa reprimenda dirigida a los líderes religiosos. El profeta usa figuras literarias para describir la triste realidad de estos líderes, y revela lo que Dios piensa y siente al respecto.

Verso 10: El paralelismo sinónimo que delata a los líderes religiosos

“Oigan la palabra del Señor, gobernantes de Sodoma; escuchen la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra”, Isaías 1:10.

Después de describir la precaria situación del pueblo y sus reyes, ahora el profeta dirige su atención a los líderes religiosos por medio de un paralelismo sinónimo que resalta varios elementos importantes:Por gobernantes de “Sodoma” no se refiere a los reyes, sino a los líderes religiosos. Estos, al igual que los gobernantes de las extintas Sodoma y Gomorra, son líderes permisivos con el pecado del pueblo. Y ellos también participan de un estilo de vida aberrante ante el Señor. La línea A empieza como el Shemá hebreo de Deuteronomio 6:3: “Oigan”, donde se llama al pueblo elegido de Israel a prestar atención a la ley de Dios para que la cumpla. Sin embargo, aunque Isaías 1:10 llama al pueblo escogido, aquí no lo trata como tal, sino como a los gobernantes de Sodoma. Y lo enfatiza en la línea B, llamándolo “pueblo de Gomorra”.

Versos 11-12: Las preguntas retóricas que confrontan a los líderes religiosos

“¿Qué es para mí la abundancia de sus sacrificios? Dice el Señor. Harto estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de ganado cebado; y la sangre de novillos, corderos y machos cabríos no me complace. Cuando vienen a presentarse delante de mí, ¿quién demanda esto de ustedes, de que pisoteen mis atrios?”, Isaías 1:11-12.

Después de plantear una primera pregunta que no requiere una respuesta, Isaías describe una enorme lista de acciones que representan el activismo religioso de los líderes. El hartazgo del Señor radicaba en que esos mismos líderes que sacrifican animales en el altar de Dios, también estaban ofreciendo sus cuerpos en el pecado colectivo. Por eso Dios les pregunta: “¿Quién demanda esto de ustedes, de que pisoteen mis atrios?”, pues Dios, el profeta, y el pueblo conocían la innegable hipocresía de los líderes que pretendían servir a Dios y al pecado al mismo tiempo.

Versos 13-15: Dios rechaza las ofrendas públicas de líderes en pecado

Cuando Dios liberó a Israel y lo llevó a las faldas del Sinaí, también llamado monte Horeb, fue para organizar a la nación que habría de representarlo en la tierra. Levítico es el libro que contiene las instrucciones sobre ofrendas y toda clase de leyes religiosas, de convivencia, y de negocios. Todo esto establecía cómo debían presentarse las ofrendas, sacrificios, y cómo se llevarían a cabo las fiestas.

Los sacerdotes del tiempo de Isaías se esforzaban por cumplir los protocolos litúrgicos de Levítico. Pero Dios señaló punto por punto que nada de eso sirve a menos que sus corazones sean sinceros ante Él. Isaías 1:13-15 representa el extremo contrario de Levítico. Aquí ya no se demandan ofrendas, sino que el Señor prohíbe que las traigan debido al pecado imperante en toda la nación:

  • “No traigan más sus vanas ofrendas,
  • el incienso me es abominación,
  • luna nueva y día de reposo,
  • el convocar asambleas: ¡no tolero iniquidad y asamblea solemne!
  • Sus lunas nuevas y sus fiestas señaladas las aborrece mi alma;
  • se han vuelto una carga para mí, estoy cansado de soportarlas.
  • Y cuando extiendan sus manos, esconderé mis ojos de ustedes;
  • sí, aunque multipliquen las oraciones, no escucharé.
  • Sus manos están llenas de sangre”.

En los días de Isaías, el pueblo de Israel tenía un robusto activismo religioso que puede engañar al ojo humano. Pero en realidad, estaban en una deplorable situación moral y espiritual. Manifestaban una falsa santidad externa, porque su corazón estaba lejos del Señor y Él estaba harto de eso.

3) Dios llama a Israel al arrepentimiento (v. 16-20)

Versos 16: La metáfora indica que la mejor ofrenda es el oferente

“Lávense, límpiense, quiten la maldad de sus obras de delante de mis ojos; dejen de hacer el mal”, Isaías 1:16.

Aunque las palabras “lávense” y “límpiense” en el Antiguo Testamento se pueden usar en sentido metafórico (Sal. 26:6; 58:10) —y para el lector moderno puede sonar así— lo más probable es que estos imperativos signifiquen que Dios ya no está conforme con un lavamiento cúltico. Los sacerdotes con su comportamiento pecaminoso le daban un sentido metafórico a algo tan real y serio como es la santidad ante el Señor. Pese al activismo religioso, Dios estaba harto de sus ofrendas cargadas de hipocresía y pecado (Is. 1:11-15).

Esto explica por qué Isaías hace una lista de requerimientos para que el lavamiento se dé conforme a los estándares de Dios. Entonces, ¿cómo podía limpiarse o purificarse el pueblo delante de Dios, si no era por los medios habituales de ofrendas, sacrificios, oraciones, y fiestas solemnes? El profeta responde con una serie de imperativos:

  • Quiten la maldad de sus obras delante de mis ojos; 
  • dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien;
  • busquen la justicia, reprendan al opresor;
  • defiendan al huérfano, aboguen por la viuda”.

Con esta lista, el profeta indica que no es el activismo religioso lo que agrada a Dios y purifica al hombre. La vida del oferente debe ser la ofrenda principal al Señor, no los sacrificios de animales. Dios anhela oferentes que no obren mal e injustamente, sino que hagan el bien y busquen la rectitud y la justicia.

Verso 17: Los textos paralelos testifican la unidad del mensaje

“Aprendan a hacer el bien, busquen la justicia, reprendan al opresor, defiendan al huérfano, aboguen por la viuda”, Isaías 1:17.

En Isaías 1:17 encontramos un mensaje que aparece también en otras partes de la Biblia. A esto se le conoce como pasajes paralelos. El Dr. Tomás de la Fuente hace un comentario sobre la importancia de los pasajes paralelos al momento de interpretar:

“En el estudio de cualquier parte de la Biblia, cuyo tema es tratado en otras partes de ella, será necesario examinar todos estos pasajes para tener en mente la enseñanza completa. Cualquier interpretación que no hace esto, será inadecuada. En algunos casos se cometerá un error serio por no leer los pasajes paralelos”.[6]

El verso 17 contiene dos elementos esenciales para comprender lo que Dios requería de su pueblo cuando le dijo: “aprendan a hacer el bien”. Los pasajes paralelos revelan que —aunque las Escrituras fueron redactadas en tres diferentes idiomas— hablan sobre un mismo mensaje. Esto lo podemos ver tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, por medio de los siguientes ejemplos de pasajes paralelos:La tabla anterior contiene dos incisos en los que se divide el verso 17. Esta es su explicación:

1) Busquen la justicia, reprendan al opresor. El libro de Levítico dio una orden concreta sobre la forma de impartir justicia. La justicia es la virtud de dar a cada uno lo que le corresponde, como afirma el muy posterior aforismo romano: Suum cuique tribuere (dar a cada uno lo suyo).[7]

Basado en el mismo concepto, pero aproximadamente 700 años antes de Isaías, Levítico 19:15 demanda: “No harás injusticia en el juicio; no favorecerás al pobre ni complacerás al rico, sino que con justicia juzgarás a tu prójimo”. En este texto, Dios establece que la situación económica no debe ser el criterio para definir una sentencia. Algo que sin duda los reyes y los líderes religiosos estaban incumpliendo con todo descaro en tiempos de Isaías.

2) Defiendan al huérfano, aboguen por la viuda. Otro pasaje paralelo lo encontramos en la carta de Santiago. Allí el autor ratifica y resume las palabras de Isaías 1:1-20, de la siguiente manera: “La religión pura y sin mácula delante de nuestro Dios y Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Stg. 1:27).

Este pasaje deja claro que honrar a Dios no se trata de un proceder religioso, sino de un comportamiento moral y espiritualmente aceptable por Él, evidenciado en el amor y justicia para nuestro prójimo.

Verso 18: Los símiles testifican que las liturgias no limpian el pecado sino Dios

“Vengan ahora, y razonemos, dice el Señor, aunque sus pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán”, Isaías 1:18.

Los versos 16 y 17 parecen indicar que las personas necesitan obras para salvación. Pero en el verso 18, el profeta llama al pueblo pecador para que se acerque al único Dios que puede limpiar los pecados. Por eso Jack Glaze afirma que la frase “‘Vengan ahora. Estemos a cuenta’ (v. 18), no era un llamamiento para hablar amistosamente, sino un mandato a pararse frente al Señor para que el juez omnipotente dé Su veredicto y explique las alternativas”.[8]

Según Isaías, la única alternativa era que Dios limpiara al pueblo de su pecado para que aprendieran a obrar bien (cf. Ef. 2:10). Para explicar lo anterior, Isaías usó dos símiles para dar a conocer la excelencia del trabajo transformador de Dios. Él transforma el pecado de color grana al blanco de la nieve y del carmesí al blanco de lana pulcra. Pero el perdón y su consecuente purificación vendrán únicamente con el arrepentimiento genuino.

Dios desea que su pueblo se comporte como lo que es: un pueblo escogido (1 P. 2:9). De esta manera, Isaías deja claro que no son las liturgias religiosas, ni las falsas acciones piadosas, las que limpian y perdonan, sino que es el Dios santo de Israel. Sin embargo, el Señor —en su soberanía— plantea que su pueblo debe tomar una decisión. Eso lo explicará en los últimos dos versos.

Versos 19-20: Las oraciones condicionales que permiten elegir

“Si quieren y obedecen, comerán lo mejor de la tierra; pero si se rehúsan y se rebelan, por la espada serán devorados. Ciertamente, la boca del SEÑOR ha hablado”, Isaías 1:19-20.

Las oraciones condicionales son frases gramaticales que contienen dos elementos esenciales: 1) La condición, para que 2) algo se dé. En un vocabulario más técnico, la primera se llama prótasis y la segunda apódosis. Dios presenta a su pueblo dos condiciones. Si el pueblo elige una condición, el resultado será proporcional a la cualidad moral de su elección.La tabla anterior nos recuerda que el ser humano es responsable de escoger entre ambos caminos. El Señor indica qué es lo mejor para nosotros: “Vengan ahora, y razonemos”.

Conclusión

Los profetas del Antiguo Testamento fueron hombres de Dios que hablaron inspirados por el Espíritu Santo. El contenido de su mensaje (700 años antes de Cristo) indicaba que lo que más agrada a Dios no es el activismo religioso, ni la cantidad o calidad intrínseca de nuestras ofrendas, sino la sinceridad y piedad del oferente que vive honrando los dos más grandes mandamientos: Amar a Dios y amar al prójimo.

Isaías fue uno de los primeros profetas que dio a conocer que las manos de cualquier humano estarán manchadas de pecado, aunque presenten una ofrenda pura. El ser humano estaba en graves problemas ya que —por más que se esforzara— había necesidad de que la ofrenda fuera pura, pero quien ofrendaba también lo fuera. Esto solo es una vislumbre de que el Cordero santo, no solo sería la ofrenda pura, sino que Él sería el oferente más puro y suficiente para dar de una vez por todas la ofrenda por los pecados de la humanidad (Heb. 10:11-14).

Nota aclaratoria: Por favor, no pienses que con este estudio deseo limitar la interpretación de los profetas a las figuras literarias. Aunque no lo mencioné específicamente, sí hice uso de la hermenéutica general. Más bien, quise exponer la riqueza que estas figuras contienen y proveen al momento de interpretar el género profético.

Este es un recurso poco usado, que tiene mucho que aportar. Por eso merece que lo conozcamos y tomemos en cuenta al momento de estudiar la Palabra, ya que las figuras literarias no están presentes solo en la profecía bíblica.


[1] La hermenéutica especial estudia las “formas especiales de lenguaje… o variedades de lenguaje figurado”, tales como: modismos hebráicos, tipos, símbolos, alegorías, fábulas, enigmas, etc. En Tomás de la Fuente, Claves de interpretación bíblica (El Paso, Texas: Casa Bautista de Publicaciones, 2003) 81.
[2] A. Berkeley Mickelsen, Interpreting the Bible (Grand Rapids, 1963) 278.
[3] Harold Willmington, Compendio manual Portavoz (Grand Rapids: Editorial Portavoz, 2001).
[4] Tomás de la fuente, Claves de interpretación bíblica (El Paso, Texas, 2003) 88.
[5] Jack Glaze, Isaías, Dios salvación mía (Nashville: Convention Press, 1991) 20.
[6] Tomás de la Fuente, Claves de interpretación bíblica (El Paso, Texas: Casa Bautista de Publicaciones, 2003) 51.
[7] Javier Paricio, Los juristas y el poder político en la Antigua Roma (Granada, España: Editorial Comares, 1999).
[8] Jack Glaze, Isaías, Dios salvación mía (Nashville: Convention Press, 1991) 22.
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