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Inclina a mí tu oído, rescátame pronto;
Sé para mí roca fuerte,
Fortaleza para salvarme.
Porque tú eres mi roca y mi fortaleza;
Y por tu nombre me conducirás y me guiarás (Sal 31:2-3).

La metáfora de la roca en las Escrituras sirve para comunicar algo sólido, estable e inconmovible; algo en lo que podemos apoyarnos sin temor. Muchos autores de la Biblia utilizaron esta metáfora para describir el carácter sólido, firme y estable de Dios.

Por eso Jacob lo llamó la «roca de Israel». Moises y Habacuc dijeron que Él es la roca (Gen 49:24, Dt 32:4, Hab 1:12). El rey David se dirigió a Dios como su roca de refugio y salvación (Sal 19:14, 42:9, 61:2, 62:2). Él es el único digno de nuestra confianza. Podemos descansar en que siempre estará con nosotros, Sus palabras son verdad y Sus obras son seguras.

Dios es inmutable y Sus promesas permanecen para siempre. Todo lo demás está sujeto a cambios y variaciones; todas las cosas de este mundo son frágiles, temporales e inestables.

Pero lo cierto es que esta verdad no siempre domina nuestros corazones. Muchas veces somos sacudidos por las circunstancias cambiantes y pasajeras de la vida. Nuestra mente acepta que Dios es la roca firme, pero nuestro corazón no siempre se apoya en Él. 

Esto es cierto en todos los creyentes, incluso en el gran David. Por eso escribió algo que puede parecer contradictorio, pero si lo meditamos con detenimiento podemos comprender el sentido de su oración. Primero le pide a Dios: «sé para mí roca fuerte», aunque después reconozca: «Porque tú eres mi roca».

Lo que David experimentó es lo mismo que todo creyente experimenta en algún momento de su vida. Sabemos que Dios es seguro y digno de nuestra confianza, Él es fiel y no cambia. Pero muchas veces esa verdad no toca de manera profunda nuestras almas.

Las pruebas, tentaciones y dificultades de la vida nos sacuden y exponen la fragilidad de nuestra fe. Cuando el peligro y la aflicción nos sacuden, descubrimos que nuestra confianza en Dios no es tan firme como pensábamos.

Pero David no se quedó ahí, sino que llevó ese sentimiento ante Dios y lo presentó en oración. Él sabía que Dios era su roca y precisamente por eso le pedía «sé Tú mi roca». Lo que David está orando, lo podemos orar también de esta manera: 

Señor, sé que eres el único en quien puedo confiar, pues eres lo más seguro y estable que tengo. Pero en este momento, lo que mi mente tiene por cierto, mi corazón todavía no lo experimenta. Por eso te pido que me concedas ser fortalecido y que mi corazón sea tocado por aquello que mi mente sabe. Te pido que me des la gracia para confiar y descansar en ti. Señor, Tú eres lo más seguro; dale a mi corazón el descanso en ti. Sé Tú mi roca, porque Tú eres mi roca.

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