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Nota del editor: 

Fragmento adaptado de ¿Por qué? Dios, el mal y el sufrimiento personal. Sharon Dirckx. Publicaciones Andamio, 2017.

Actualmente en Occidente nos resistimos a la idea de las historias universales. Vemos con recelo la posibilidad de que exista un macrorrelato sobre la vida, y a los que lo defienden los vemos como arrogantes o que intentan controlar a los demás. Hoy creemos que la historia se compone de historias individuales, cada una de ellas con cierto significado subjetivo, pero sin un significado último ni relación entre sí. La gente inventa historias universales para encontrar consuelo y darle a sus vidas un significado mayor, pero los macrorrelatos simplemente no existen.

Entonces, si eso es así, ¿se puede arreglar una historia rota? Depende de a lo que te refieras. Puedes aliviar algo del quebrantamiento por medio de las relaciones y por medio de la búsqueda de justicia. Pero no hay una razón última por la cual has sufrido todo lo que has sufrido, así que intentar encontrar una es inútil.

Dicho de otro modo, debemos usar toda nuestra capacidad para aliviar el sufrimiento, para luego enfrentarnos a él de todos modos. Según esta postura, la genética ya se ha encargado de que tu historia sea una entre miles de millones. Tiene importancia para ti, pero al final la evolución continuará su camino y tanto tú como tu historia desapareceran para siempre.

En cambio, en el cristianismo, la vida no se repite, y tampoco es un revoltijo caótico de sucesos sin sentido, sino que se proyecta hacia delante con un objetivo. Dios comenzó el mundo que vemos a nuestro alrededor, lo sostiene, y un día lo restaurará. A los humanos Dios los creó de forma única y tienen un valor incalculable. Nacen una vez, viven una vez, mueren una vez, y tendrán que rendir cuentas a Dios por cómo han vivido, y su destino final dependerá de las decisiones que tomaron acerca de Jesucristo. En otras palabras, Dios es el principio y el final de cada historia.

Vivimos en un momento de la historia en el cual la derrota del mal y de la muerte ocurrió en el pasado, pero seguimos esperando que sea completamente eliminada en el futuro.

En un libro o en una obra de teatro, el rol del autor es contar la historia. Si ese libro llega al cine o a la televisión, puede que el autor contribuya dando ideas y su valiosa visión. En alguna ocasión el autor participa en la producción, y cuando esto ocurre, la traducción que hace de las palabras escritas a la vida real es única. Eso es el cristianismo.

Jesucristo se introdujo en la historia humana de la que Él era autor. Derrotó al enemigo último, la aberración última, la única certeza a la que se enfrenta todo el mundo: la muerte, y con ella el mal. He aquí el punto crucial. La muerte ha sido derrotada, pero aún no ha sido eliminada. Jesús intervino en medio de la historia, no en el final. Vivimos en un momento de la historia en el cual la derrota del mal y de la muerte ocurrió en el pasado, pero seguimos esperando que sea completamente eliminada en el futuro. No obstante, la Biblia asegura que llegará un día en que Dios desterrará definitivamente el mal y la muerte y Él se manifestará por completo. El final mismo de la Biblia nos da un destello de ese momento futuro:

“Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: ‘El tabernáculo de Dios está entre los hombres, y El habitará entre ellos y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. El enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado’”, Apocalipsis 21:3-4.

Este tiempo futuro será un lugar real, libre del mal, pero también un lugar en donde Dios estará completamente presente. Ahora captamos destellos de Dios y de esa libertad, pero entonces le veremos cara a cara. Gracias a Él las cadenas caerán y seremos libres para ser nosotros mismos. Seremos libres para hacer aquello para lo que fuimos creados: adorar a Dios libres del miedo a la muerte, porque la muerte habrá desaparecido. Los sufrimientos que hemos padecido y que hemos visto a nuestro alrededor los veremos bajo una nueva luz. Seguirán importando y quizá no los olvidaremos del todo, porque incluso en el cuerpo resucitado de Jesús tenía las cicatrices de la crucifixión, pero el gozo de ver a Dios cara a cara lo cambiará todo.

Así que, según el cristianismo, ¿se puede arreglar una historia rota? Sí se puede, integrándola dentro de una historia mucho más grande donde el mal ha sido derrotado y un día será eliminado, donde el bien triunfará de forma definitiva, la justicia reinará por siempre y el sufrimiento desaparecerá de forma permanente. Gracias a Jesucristo hay razón para tener esperanza, incluso en medio de la tragedia.


Imagen: Lightstock.
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