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Recuerdo bien los primeros días después del nacimiento de mi primera hija. Estaba asombrado por esta pequeña que Dios nos había confiado a mi esposa y a mí. En esos días recibimos muchos invitados en el hospital. Muchos trajeron globos o flores para felicitarnos; algunos incluso nos trajeron comida para cenar. La mayoría de ellos también estaban asombrados por nuestra niña.

Nuestros amigos no pudieron evitar comentar lo hermosa que era. Constantemente escuchábamos “¡Guau, se parece a su papá!” o “¡Guau, se parece a su mama!”. Hoy la gente aún me dice que ella se parece a mí de muchas maneras. No solo en sus rasgos físicos, sino también en sus gestos y en algunas de las cosas que disfruta hacer.

Es natural que mi hija se parezca a mí. Después de todo, soy su padre y los hijos se parecen a quienes los trajeron al mundo. De manera similar, Dios hizo a los humanos para que se parecieran a Él de manera significativa. Esta idea de ser hechos a su imagen y semejanza se conoce como la doctrina de la imagen de Dios (Imago Dei).

¿Qué significa que los humanos se parezcan a Dios y por qué es importante?

Una imagen en todos nosotros

Para empezar, esta es una doctrina curiosa, ya que la frase “imagen de Dios” aparece poco en la Biblia. La vemos en la historia de la creación, pero después solo dos veces más en el Antiguo Testamento (Gn. 5:1; 9:6). Además, hay pocas referencias directas a la imagen de Dios en el Nuevo Testamento (1 Co. 11:7; 2 Co. 3:18, 4:4; Ef. 4:24; Col. 1:15; Stg. 3:9). Sin embargo, esta doctrina tiene un rol importante en cómo entendemos la humanidad.

Independientemente del sexo, color de piel, o el estatus social que tengamos, todos los humanos estamos hechos a imagen de Dios

Aunque los teólogos han estado en desacuerdo sobre qué significa exactamente ser hechos a imagen de Dios, en su mayor parte están de acuerdo en varios puntos. Por ejemplo, en que independientemente del sexo, color de piel, o el estatus social que tengamos, todos los humanos estamos hechos a imagen de Dios. Es por eso que los cristianos respetamos y defendemos toda vida humana. También hay acuerdo en que el pecado afectó la imagen de alguna manera negativa.

Finalmente, hay acuerdo en que el Nuevo Testamento es fundamental para comprender este tema. El hecho de que Jesucristo “es la imagen del Dios invisible” (Col. 1:15) ilumina cuál fue la intención de Dios desde el principio. Él nos creó para que seamos “hechos conforme a la imagen de Su Hijo” (Ro. 8:29).

Tres formas de entender la imagen de Dios

El pasaje más conocido sobre la imagen de Dios es Génesis 1:26-27: 

“Y dijo Dios: ‘Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra’. Dios creó al hombre a imagen Suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”.

Este pasaje crucial enseña que hay algo en los seres humanos que refleja quién es Dios. Nos parecemos a Él de alguna manera. ¿Pero cómo?

A lo largo de la historia de la iglesia, los teólogos y pastores han ofrecido varias respuestas. Primero, algunos dicen que la imagen de Dios se trata de nuestra semejanza con algo de la propia naturaleza de Dios. A esto se le llama a menudo “imagen estructural” o “imagen sustancial”. Quienes están a favor de este modo de pensar señalan nuestra racionalidad o capacidad de ejercer nuestra voluntad como la principal forma en que nos asemejamos a Dios. (Algunos añaden que nuestra alma inmaterial es lo que refleja la naturaleza espiritual de Dios, pero un problema con este punto de vista es que hay poca evidencia exegética que lo respalde).

Dios dio a los humanos capacidades importantes (como la razón o el lenguaje) para que las usen para Su gloria

En segundo lugar, algunos defienden lo que se denomina “imagen funcional”: reflejamos a Dios al cultivar su creación, ya que Su imagen refleja Su autoridad. La imagen de Dios, en otras palabras, tiene que ver con lo que hacemos. Este punto de vista tiene buen apoyo. En la antigua Mesopotamia, los reyes a menudo colocaban imágenes de sí mismos en todo su imperio para representar su autoridad. Además, Génesis 1:26 aborda el rol de la humanidad como gobernantes sobre la creación.

El tercer punto de vista frecuentemente se denomina “imagen relacional”. Quienes defienden esta postura dicen que la forma en que los humanos viven en relaciones con otros humanos y el resto de la creación refleja el hecho de que Dios en su esencia es relacional (Dios es Padre, Hijo, y Espíritu Santo).

Cada uno de estos puntos de vista puede respaldarse por las Escrituras y la teología histórica. 

Glorifiquemos a Dios

Independientemente de cuál de las tres perspectivas sobre qué significa la imagen de Dios nos parezca más convincente, fuimos hechos para reflejar a Dios y así glorificarlo con todos los dones que Él nos ha dado.

La “imagen estructural” revela que Dios dio a los humanos capacidades importantes (como la razón o el lenguaje) para que las usen para Su gloria. La “imagen funcional” nos empuja a ser buenos administradores de la creación y ayudar a desarrollar la cultura en formas que honren al Señor. Y la “imagen relacional” nos anima a desarrollar relaciones de manera que reflejen el amor de Dios.

Cuando pienso en mi hija, oro que ella refleje las mejores cualidades que yo tengo. Espero que ella use los dones que Dios le dio para glorificarlo. Espero que tenga un impacto en el mundo para Cristo. Espero que se convierta en una persona cariñosa. Si yo, un padre terrenal, tengo estos deseos para mi propia hija, ¡cuánto más los tiene Dios para nosotros!

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