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Si pudiera decir en pocas palabras cuál ha sido mi experiencia como pastor, creo que lo podría resumir así: muchos de los mejores y peores momentos de mi vida los he experimentado desde que el Señor me llamó a pastorear.

Mejores, porque he podido ver la mano del Señor desde la primera fila. He podido ver el poder del evangelio transformando al “peor” de los pecadores. He podido experimentar el amor de Dios por medio de una congregación que me ama. He tenido la bendición de ver a mi familia encontrando gozo al servir al Señor.

Pero hay otras veces —muchas veces, más de las que quisiera recordar— donde he experimentado la desilusión de ver alejarse del Señor a gente que tanto he amado. He visto en primera fila el engaño de Satanás operando en familias enteras. He sido acusado, juzgado y rechazado por convicciones bíblicas.

El llamado pastoral es sumamente hermoso, pero a la vez sumamente difícil.

¿Valdrá la pena todo lo que hago? ¿Por qué el Señor me ha llamado a esto? ¿No habrá algo “mejor” que hacer? Estas preguntas siempre aparecen en esos momentos de dificultad, dolor, y lucha. Si somos honestos, todo pastor se pregunta estas cosas en diversos momentos.

Pero como es de esperarse, el Espíritu Santo una y otra vez susurra a mi corazón la importancia y necesidad de mi llamado. Si tú eres pastor y te encuentras cansado, permíteme compartirte cuatro razones de por qué debes “seguir en la carrera hasta llegar a la meta”.

1. Tú has sido llamado

Así como nosotros escogimos a Dios porque Él nos escogió primero, así también nuestra vocación nos fue dada antes de que la buscáramos.

“Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros” (Efesios 4:11).

Si esto es verdad (y lo es), entonces lo más natural es preguntarnos: si el Señor me ha llamado a esto, ¿no es Él fiel para darme lo necesario para perseverar? ¿Hay algo que Él demande de mí que Él mismo no vaya proveer (1 Cor. 10:13)?

Quizá esta es la razón por la que David Hanzen, en su clásico libro The art of Pastoring (El arte del pastoreo), escribió:

“Dios escoge gente para ser pastores y los convierte en pastores de acuerdo a su plan… Fui creado por Él para ser pastor, ese es mi llamado… y después de conocer al Señor Jesús como mi Señor y Salvador, el ser pastor es mi más valiosa posesión”.

2. Tu llamado es un privilegio

Tienes el privilegio de proclamar y enseñar una y otra vez las bellas profundidades de la Escritura. Has sido escogido para ser vocero, consejero, y maestro. Escucha la voz de Dios que te dice: “Predica la palabra. Insiste a tiempo y fuera de tiempo. Amonesta, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción” (2 Tim. 4:2).

Recuerda que tú tienes el privilegio de alimentar a sus ovejas. Tu llamado no es a ser relevante… por lo menos no como la cultura moderna lo define, pues la Escritura siempre es relevante. Tampoco es a entretener; para eso hay circos. Tu llamado es a alimentar bien. ¿Qué mayor privilegio que ese?

Mira cómo el famoso predicador escocés William Still hablaba de este tema:

“El pastor, por definición, es un pastor que alimenta. Él es subpastor del rebaño de Dios. Su tarea principal es alimentar al rebaño guiándolos hacia pastos verdes… El pastor está llamado a alimentar a las ovejas, incluso si las ovejas no quieren ser alimentadas” (The Work of the Pastor [El trabajo del pastor]).

¿Alcanzas a entender lo que el Señor ha hecho contigo? En la iglesia en la que sirvo, cuando alguien quiere servir en el ministerio de niños, se le pide a la persona que llene una rigurosa aplicación, donde se encuentran preguntas de toda clase: trasfondo, historia, y experiencia. Además pedimos referencias. Una de las preguntas que le hacemos es la siguiente: ¿Dejarías tú a tus hijos con esta persona? Si no estamos dispuestos a dejar a nuestros hijos con esa persona, no hay ninguna razón de por qué dejarla con los niños de la iglesia.

En su infinita sabiduría, el Señor pone en nuestras manos a sus hijos. Como pastor, tengo una responsabilidad frente a Él y su pueblo de alimentarlos lo mejor que pueda. ¡Qué privilegio tan grande!

También tienes el privilegio de ser un modelo de entrega, fe, carácter y amor. El autor de Hebreos escribe:

“Acuérdense de sus guías que les hablaron la palabra de Dios, y considerando el resultado de su conducta, imiten su fe” (Heb. 13:7).

“Obedezcan a sus pastores y sujétense a ellos, porque ellos velan por sus almas, como quienes han de dar cuenta” (Heb. 13:17).

Estos pasajes me hacen temblar cada vez que los leo. Hay muchos pastores que se enfocan en las palabras “acuérdense”, “obedezcan”, y “sujétense”. Yo me enfoco en “consideren”, “conducta”, “imitar su fe”, “velar”, y “dar cuentas”. Estas palabras me recuerdan la increíble responsabilidad que tengo. El Señor no solo me da el privilegio de predicar y enseñar, sino también el de modelar.

D.A. Carson escribió algo que nunca he olvidado: “Si un líder no está dispuesto a decir lo que Pablo dijo, ‘Imítenme a mí, como yo a Cristo’, entonces no debería ser líder”. Así mismo, un amigo veterano en el ministerio una vez me dijo: “La gente no sigue solo ideas, la gente sigue gente”. Hay mucha sabiduría en eso. Pienso que es verdad. Daremos cuentas de lo que enseñamos y modelamos. ¿No te parece que el pastoreo es un privilegio increíble?

3. Tu llamado es a confiar

Probablemente has experimentado la desilusión de sentir que no has hecho o dicho lo suficiente. Esto se aplica a la predicación y a todas las áreas pastorales. Sin embargo, lo que me ha mantenido hasta hoy, especialmente en esos momentos difíciles, es la convicción de que si he sido fiel al exponer, enseñar, y aplicar la Palabra, ella nunca vuelve vacía (Heb. 4:11-13). William Still lo diría así: “Nunca predico sin creer que se hará algo que durará por la eternidad”.

Podemos descansar en eso. El Señor está más interesado en su rebaño que nosotros mismos. Pablo me es de inspiración. Era un hombre con plena confianza en la “necesidad de la predicación” (1 Cor. 1:21). No se dejó dominar ni por sus deseos, ni por sus luchas, ni por sus miedos, y mucho menos por temor al hombre (1 Cor. 9:19-23; 2 Cor. 7:5). ¡Estamos llamados a confiar!

4. Tu llamado es por gracia

¿Qué tienes tú que no se te haya dado? ¿No es tu llamado una evidencia de gracia? Y si es por gracia, ¿hay algo que puedas perder? ¿Hay algo que puedas ganar? ¿No está todo seguro en Cristo? Puedes descansar en eso.

Pero cuando olvido esa gracia, mi corazón se rebela. Siento que no puedo llevar las cargas de los demás, ¡cuando ese no es mi rol! Mi rol es apuntar a aquel que sí las puede llevar. Cuando siento que no puedo más, he caído en el engaño de la actividad compulsiva. Es así como Eugene Peterson lo llamaría:

“Los pastores están especialmente en peligro a causa del activismo compulsivo, tanto cultural como eclesiástico, en el que estamos inmersos simplemente por estar vivos en este momento en la historia. Se necesita vigilancia cuidadosa y persistente para evitar caer en la trampa activista”.

Es por eso que el mismo autor nos llama a cultivar vidas de oración, lectura, y dirección espiritual, para evitar caer en la trampa del activismo. Yo llamaría esto evidencias de gracia pastoral. Peterson continúa:

“Estos tres actos pastorales son tan básicos, tan críticos, que determinan la forma de todo lo demás…En el clamoroso mundo pastoral nadie nos llama a participar en estos actos … Estas tres áreas constituyen actos de atención: la oración es un acto en el que traigo mi atención delante de Dios, leer la Escritura es un acto de atender a Dios en su discurso y acción a lo largo de la historia, y la dirección espiritual es un acto de atención a lo que Dios está haciendo en Su pueblo” (Working the Angles [Trabajando los ángulos]).

Mi hermano, tú no simplemente pastoreas. Tú eres pastor. No es acerca de hacer. Es acerca de ser. Tienes un llamado, y es un privilegio. Aprende a confiar, y recuerda que todo es por gracia.

“Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Fil. 1:6).


Imagen: Lightstock.
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