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Con sus enseñanzas, muchos falsos maestros terminan promoviendo la idea de un supuesto “interés implacable de Dios” por recibir ofrendas. Pero en la Biblia aprendemos que desde el principio Dios rechazó muchas ofrendas que el ser humano le presentó y lo sigue haciendo aun en nuestros días. El primer caso registrado en la Biblia es el de Caín.

“Al transcurrir el tiempo, Caín trajo al Señor una ofrenda del fruto de la tierra. También Abel, por su parte, trajo de los primogénitos de sus ovejas y de la grasa de los mismos. El Señor miró con agrado a Abel y su ofrenda, pero no miró con agrado a Caín y su ofrenda. Caín se enojó mucho y su semblante se demudó” (Gn 4:3-5).

Antes de responder a la pregunta ¿por qué a Dios no le agradó la ofrenda de Caín?, debemos saber por qué razón Dios no vio con agrado a Caín. Al saber esto, comprenderemos por qué Dios rechazó su ofrenda.

En su omnisciencia y presciencia, Dios sabía que Caín tenía una actitud indiferente, un corazón iracundo y un carácter impulsivo que podría llevarlo a cometer graves imprudencias y pecados. Con un corazón cargado de pecado, Caín presentó su ofrenda a Dios. Dios no estaba viendo solo su acción, sino también su motivación y la actitud de su corazón. Esa fue la principal razón por la que Dios no vio con agrado a Caín y, por consiguiente, su ofrenda.

Esto es muy importante para nosotros. Desde el principio, la ofrenda agradable viene de un corazón temeroso que halla gracia ante Dios y no perjudica al prójimo. Es el mismo principio que Cristo enseñó (Mt 5:23-24; cp. Gn 3:5). Según estos pasajes, ninguna persona que está tramando algo contra su prójimo, o que está enojada con él, puede presentar una ofrenda agradable a Dios.

El contexto de Génesis 4:3-5 es muy importante para comprender este principio: “Entonces el Señor dijo a Caín: ‘¿Por qué estás enojado, y por qué se ha demudado tu semblante? Si haces bien, ¿no serás aceptado? Pero si no haces bien, el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo’” (Gn 4:6-7).

En este pasaje, Dios le indica a Caín que ya sabe sobre su plan asesino y le advierte que su pecado está por llevarlo a cometer el primer homicidio. Además, Dios explica a Caín cómo puede ser aceptado ante Él. El Señor no está hablando de la ofrenda de Caín, sino de su corazón. Por eso afirma: “Si haces bien, ¿no serás aceptado?” (Gn 4:7). Sin embargo, la indiferencia ante el consejo divino, unida a un corazón iracundo e impulsivo, llevó a Caín a cometer el horrendo pecado de asesinar a su hermano (Gn 4:8).

Las Escrituras en conjunto revelan las características de una ofrenda agradable a Dios. Estas no empiezan con las cualidades intrínsecas de la ofrenda, sino con las del oferente. Esto nos debe llevar a preguntarnos: Cuando ofrendo a Dios, ¿soy agradable a Él? Gracias a la redención, quienes creemos en Cristo somos aceptados en el Amado (Ef 1:3-6). Sin embargo, Dios demanda que demos fruto de arrepentimiento y que practiquemos las buenas obras que Él demanda (Ef 2:10). Juan nos da un consejo que encaja aquí:

“Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él. No puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no practica la justicia, no es de Dios; tampoco aquel que no ama a su hermano. Porque este es el mensaje que ustedes han oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No como Caín que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas” (1 Juan 3:9-12).

Este pasaje revela que el obrar de Caín fue malo porque “Caín era del maligno” (1 Jn 3:12). De manera que, para Dios, la ofrenda aceptable no se mide con estándares humanos de cantidad y calidad, o si le ofrendas verduras o animales. La clave para que una ofrenda sea agradable está en que venga de un corazón que pertenece a Dios, le obedece y ama al prójimo (Os 6:6). Dios no vio estas características en el corazón de Caín y por eso su ofrenda no le agradó. Recuerda las palabras de nuestro Señor Jesucristo:

“Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mt 5:23-24).

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