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La pornografía es un problema.

La pornografía es como un narcótico que secuestra el cerebro y redefine la sexualidad humana. Y mientras tanto, arruina vidas, destruye familias, y desestabiliza ministerios. Y sinceramente, es un problema que me cansa: estoy cansado de la devastación provocada por Satanás con este trágico mal en las vidas de niños, mujeres, familias, pastores, iglesias, y en el mundo.

La pornografía se convirtió en un problema para mí cuando tenía solo seis años, y por la gracia de Dios terminó de ser un problema cuando, a la edad de diecisiete años, Jesús me salvó. Pero sé que rara vez hay una ruptura tan clara. Todavía es una tentación, sí; la tentación abunda teniendo en cuenta la ciudad donde vivo y el corazón que tengo, pero la gracia abunda aún más en Jesucristo.

Amigos, odio la pornografía. Y aquí está el por qué.

Odio la pornografía porque es una perversión de lo que Dios creó en el hombre y la mujer.

Odio la pornografía porque explota a las mujeres hechas a la imagen de Dios, y las convierte en una imagen hecha para la lujuria del hombre.

Odio la pornografía porque deshumaniza a las mujeres, y las convierte en un producto consumible en lugar de gloriosas criaturas y reflejos de Dios.

Odio la pornografía porque amo a las mujeres, especialmente a mi esposa y a mis tres hijas.

Odio la pornografía porque toma la experiencia del sexo que satisface al alma dentro de la relación matrimonial, y la convierte en una perversa experiencia de auto-sexo que destruye el alma.

Odio la pornografía porque convierte a los hijos e hijas de Dios en esclavos del sexo.

Odio la pornografía porque convierte a misioneros potenciales en cristianos impotentes.

Odio la pornografía porque destruye matrimonios, muchos incluso antes de que siquiera comiencen.

Odio la pornografía porque prolonga la adolescencia y hace que los hombres se comporten como niños.

Odio la pornografía porque les miente a los hombres sobre la belleza, y lleva a los hombres a buscar a una estrella porno en lugar de una mujer que teme al Señor.

Odio la pornografía porque les roba a los hombres y las mujeres el gozo completo de la obediencia.

Odio la pornografía porque rompe la confianza entre marido y mujer.

Odio la pornografía porque es una actividad diabólica y satánica que está conduciendo sutilmente al infierno a miles y miles de personas.

Odio la pornografía porque lleva a tener pastores descalificados e iglesias impotentes. (¡Pastor, si eres adicto a la pornografía, estás descalificado y estás matando tu iglesia!).

Odio la pornografía porque sospecho que es la principal razón por la que no estamos plantando más iglesias y enviando más misioneros.

Odio la pornografía porque descalifica a los predicadores del evangelio que podrían llenar las iglesias vacías en mi ciudad y en tantas otras.

Odio la pornografía debido a la decepción que tienen que pasar los niños cuando su papá les dice por qué perdió su trabajo o la oportunidad de liderar en la iglesia.

Odio la pornografía porque enseña una visión distorsionada del sexo a los niños antes de que pueda ser explicada por padres amorosos.

Odio la pornografía porque estoy cansado de encontrarme de nuevo con mujeres sollozando, confundidas, y devastadas, y con hombres condenados, avergonzados, y rotos, quienes fueron sorprendidos en el acto.

Odio la pornografía porque conduce a la violación, al abuso sexual, y a la perversión que puede destruir vidas enteras.

Odio la pornografía porque hace egocéntricos a los hombres, y ahoga la ambición de un hombre a santificar el nombre de Dios.

Odio la pornografía porque dice que el pecado, Satanás, y el mundo nos satisfacen más que nuestro Dios trino y su gracia.

Odio la pornografía porque odio la culpa y la condenación impías.

Odio la pornografía por el miedo que induce en los corazones de los padres de todo el mundo, temiendo que su hijo pueda tropezar con ella y volverse adicto.

Pero amo a Jesús.

Amo a Jesús porque Él ama a las personas con problemas de pornografía.

Amo a Jesús porque es poderoso para liberar corazones esclavizados por la pornografía.

Aquel que no conocía la adicción a la pornografía se convirtió en adicción a la pornografía, para que el adicto la pornografía fuera hecho justicia de Dios en Él.

Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él (2 Co. 5:21).

Con esa sola frase brillante, Pablo pone fin al problema de la pornografía.

Amigo, ya no estás en Adán, sino en Jesús. Jesús se convirtió en un sustituto, fue como si Él se convirtiera en el adicto al recibir la pena justa debida a nuestra perversión, y tú te convertiste en el hijo justo o hija justa de Dios con todos sus beneficios.

Amigo, en un acto de amor y justicia, en la obra de Jesús en la cruz, a través de la fe en Él, ahora eres limpio, santo, aceptado, perdonado, y libre. Déjame decirlo otra vez… ¡libre!

Amo a Jesús.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Rachel Jobson.
Imagen: Lightstock.
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