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Enseñar la Palabra a otras mujeres es un gran privilegio. A la vez, es una enorme responsabilidad porque no enseñamos ideas filosóficas, sino la revelación de Dios mismo.

Me encanta enseñar y disfruto el proceso de preparar el contenido, pero a veces me encuentro sentada frente a mi computadora con una página en blanco sin tener idea de cómo comenzar. ¿Te ha pasado?

Ya sea que vayamos a enseñar a otras mujeres en algún grupo pequeño o conferencia, hay algunos pasos que pueden sernos útiles en el proceso de preparar lo que vayamos a enseñar:

1. Ora

En todo momento necesitamos recordar que en nosotras no hay poder alguno para transformar. Es el Espíritu Santo quien abre los ojos, aplica la Palabra a los corazones, y transforma. En este proceso debemos entender nuestro lugar: la Palabra es la autoridad, no nosotras. Por eso, en todo el proceso de preparación debemos orar y reconocer cada una de estas verdades. El salmista, reconociendo la autoridad de la Palabra, escribió:

“Favorece a Tu siervo, para que viva y guarde tu palabra. Abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley”, Salmo 119:17-18.

2. Enfócate

Si vas a hablar de un tema, busca pasajes de la Palabra que lo aborden y sé específica. Di lo que la Biblia dice. Muchas veces, cuando vamos a preparar un estudio temático, lo que hacemos es que pensamos en lo que queremos decir y luego vamos a la Palabra a buscar cuáles versículos apoyan nuestras ideas. Necesitamos tener cuidado al hacer esto. Sin darnos cuenta, pudiéramos estar poniendo nuestras ideas por encima de la autoridad de la Palabra. Yo he podido encontrar verdadera riqueza al hablar de un tema en particular basado en un pasaje específico de la Palabra.

La Palabra es la autoridad y no nosotras.

Otra cosa importante: tener un tema lleno de versículos bíblicos no lo hace necesariamente bíblico. A veces cometemos el error de usar muchos versos diferentes y terminamos confundiendo más, ya que no profundizamos en ninguno en específico. Basa tu enseñanza en la Palabra, saca de ella sus verdades, y procura presentarla de una manera clara.

3. Estudia

Si vas a enseñar un pasaje de la Biblia, procura estudiarlo de manera fiel antes de preparar tus notas. Si lo que nos toca es preparar un estudio de enseñanza a mujeres de algún pasaje en particular, debemos estudiar el texto primero a través de un proceso correcto de interpretación.

Procura estudiar tu pasaje a través de este proceso:

Comprensión: Lee el texto varias veces. En el proceso de familiarizarte con el pasaje, presta atención a lo que lees. Busca las palabras o ideas repetidas, contrastes, y el tono del texto. Marca aquellas cosas que no entiendes bien o en las que quieres profundizar un poco más.

Interpretación: El propósito es encontrar lo que el texto significó para su audiencia original. Toma en cuenta el género literario del pasaje y su contexto histórico. Identifica las partes en las que está dividido el texto, y mira de qué formas la obra o persona de Cristo está reflejada en el texto.

Aplicación: Luego de haber hecho todo lo anterior, busca de qué formas este pasaje llama a la acción, de qué maneras llama a responder en obediencia y fe. Toma en cuenta las necesidades de las mujeres a las que estarás enseñando, y procura llevarles aplicaciones específicas.

Algo que no puedes olvidar es que el pasaje debe ministrar primero a tu propio corazón. No debemos estudiar la Palabra solo para llevarla a otras. Debemos ir a ella sabiendo que es la Palabra del Dios vivo, y que nuestros corazones la necesitan también. No podemos dar de aquello que no hemos recibido primero.

4. Documéntate

Recuerda que es muy probable que otros ya hayan hablado sobre el tema o pasaje que deberás cubrir. Busca artículos, prédicas, y libros que hablen sobre esto, y aprende de otros.

 5. Define tu enfoque

Toma en cuenta el tiempo que tienes disponible y define de qué quieres hablar. No incluyas demasiado contenido que luego no puedas cubrir. A veces queremos decir muchas cosas y terminamos sin profundizar en nada. Estructura tu tema o sermón y toma en cuenta el tiempo que tienes disponible.

6. Escribe tu bosquejo

Poner por escrito el contenido (por lo menos un borrador) te ayudará a organizar tus ideas, y te permitirá tenerlo disponible para volver a enseñarlo. También ayuda con el tiempo. Usualmente, un sermón de 45 minutos tiene entre 3,800 y 4,500 palabras. Esto puede darte una idea de qué tiempo te tomará decir lo que has escrito.

7. Involucra a otros

No solo es bueno involucrar a otros en el proceso, sino también al final de tu enseñanza (incluyendo a tus pastores).

Para nosotras como mujeres es importante que nuestras oportunidades de enseñanza estén bajo la autoridad de nuestros pastores (y de tu esposo, si estás casada con un creyente). En mi caso, cada oportunidad de enseñanza que tengo la comparto con mi esposo, y conversamos sobre el contenido. También procuro involucrar a uno de mis pastores, a veces al pedirle ayuda con el desarrollo de un pasaje en específico, y otras veces al preguntarle si debo asistir o no a una invitación en particular cuando la respuesta no es muy clara.

También es importante buscar recibir retroalimentación de otros al finalizar nuestra enseñanza. Nunca estamos donde deberíamos estar, y tener amigas o pastores que nos retroalimenten al afirmarnos y hacernos sugerencias nos ayudará a crecer.

No siempre es fácil escuchar comentarios negativos, pero esto trabaja nuestro orgullo. Y si tenemos el corazón en el lugar correcto, nos ayuda a hacerlo mejor la próxima vez. Recuerda que nuestro trabajo es llevar la Palabra. Debemos hacerlo de una manera fiel apuntando a otras a Cristo, porque de Él se trata toda la Escritura.


Imagen: Unsplash.
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